Capítulo 27.

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— Mi niña — un zarandeo suave acompañado de su voz—, Oli... — susurra dejando un par de besos detrás de mi oreja, me mantengo quieta esperando a ver que hace —, amor... — me da un besito en la nuca y luego muerde la zona, río, escucho cómo él también lo hace.

— Buenos días— le digo, apoyando la mejilla derecha en la almohada, él deja un par de besos en mi cuello y sube hasta mi mejilla, donde deja varios repetidos—. Te has despertado mimoso, ¿o...?

— Me he despertado dándome cuenta de que te mereces todo lo bonito del mundo — deja otro beso en mi mejilla antes de acostarse a mi lado, poso mi mano sobre su bíceps y hago fuerza hacia mi para que se acerque.

— Te quiero — digo, levantando la cabeza y haciendo rozar mis labios con los suyos, él me sonríe y deja un beso sobre estos.

— Yo también te quiero, niña — me deja un beso en la frente, apoyo mi cabeza en su pecho y suspiro—. ¿Sabes algo de tu madre? — niego.

— Mi tío se está quedando en Valles, él se va a hacer cargo de todo — susurro—. ¿Qué tienes que hacer hoy?

— Tengo una reunión con mi representante — trago saliva y levanto la mirada, sus ojos están posados en el techo—. Me quiero quedar aquí, Oli, y no sé como hacerlo, porque no está en mi mano ahora mismo y... — poso una mano en su mejilla, lo observo calmada a pesar de que me inunda la ansiedad.

— Bebé — le susurro—, no te vas a ir — me mira a los ojos apretando los labios —. Es que te juro por lo que más quieras que tú no vas s poner un pie fuera de Barcelona, ¿me escuchas? — traga saliva, acaricio con mis nudillos su pómulo — Sino siempre me puedo ir contigo — río, él suspira asintiendo.

— Yo te llevo a dónde sea conmigo, mi reina — siento como juega con mi pelo—. Pero espero que sepas tú hablar inglés— río cerrando los ojos sobre su pecho desnudo.

— Sí nos tenemos que ir, arreglaremos— murmullo jugando con mis dedos sobre su pecho —. Pero no nos vamos a tener que ir — murmullo —, ¿quieres que te acompañe hasta la reunión? — levanto la cabeza, él inspira profundamente y asiente— Pues tendremos que levantarnos — me apoyo levemente en su cuerpo y me levanto, le sonrío mientras paso una pierna sobre su torso —. Eres tan guapo — dejo un beso en su nariz, él cierra los ojos con una sonrisa —, te quiero mucho — me rodea de la cintura y tira de mi hasta que caigo sobre él, deja un mordisco en mi mejilla—. ¡Au! ¿No te llegó ayer de morder? — murmullo llevando la mano al sitio en el que ahora deja un beso.

— Nunca es suficiente — me da un beso en el mentón y me deja levantarme —, tengo que pasar por la residencia para vestirme, me van a echar una bronca importante por llevar tres días apareciendo únicamente a entrenar y desaparecer después— suspiro abriendo el armario, saco una camiseta blanca y unas mallas de cuero.

— Te iba a decir que fue por una buena causa — me agacho para abrir el cajon de la ropa interior—, pero descubrir lo cariñoso que eres y lo savage que puedes llegar a ser no se si entra en causas importantes— río sintiendo sus manos en mi cintura cuando me levanto.

— Tendrás alguna queja de estos días — vuelve a dar un beso en mi nuca, suspiro negando, sintiendo calma—, tienes un morado aquí— me toca en una zona del cuello, hace presión y me quejo.

— Eso es culpa tuya, que eres un bruto — le doy en la mano y me separo de él—. Mírate que bonito sin marcas — le murmullo arrugando la nariz.

— Como si no te gustase... — me agarra de las mejillas y deja un beso en mi boca antes de separarse de mí.

Camina hasta mi escritorio y coge unos vaqueros que tiene doblados sobre la mesa, se viste sin dejar de mirar hacia el ventanal. Me cambio en silencio, escuchando como murmulla una de las canciones que suelo poner cada vez que estoy en casa y que estos días no he puesto. Siento un escalofrío cuando entra una corriente por la ventana.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora