Mi respuesta

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—¿Ya te vas? —le preguntaron sus amigos al verlo ya con sus cosas.

—Tengo una cita —asintió despidiendo sonriente antes de adentrarse en los llenos pasillos que lo llevaron a la salida de la facultad. Otro día cumplido.

Su puso los auriculares antes de buscar su mensaje dándole al botón de reproducir

"En cuanto acabes las clases, ven a verme. Te estoy esperando"

Escuchó su voz en su oído mientras llegaba a la parada del autobús, buscando la playlist y poniéndola hasta que, al llegar el vehículo, se subió. Aunque le gustaban las canciones, a veces comenzaba una canción que no era de su agrado, pero era la última playlist que le mandó, así que no podía dejar de escucharla, en algunas canciones incluso podía imaginárselo bailando. Por desgracia para Luis, nunca había tenido sentido del ritmo, pensó sonriendo mientras avanzaban por las concurridas calles rumbo a su destino.

Se bajó en la parada con agilidad comenzando a avanzar entre la gente mientras seguía escuchando la siguiente canción hasta que llegó a la tienda.

—¿Lo de siempre? —le preguntó la dueña en cuanto lo vio entrar.

—Con picante —asintió.

—¿Y cómo está tu amigo? —le preguntó dándole el bocadillo.

—Bien, muy bien —contestó sonriente.

—Tienes que decirle que venga —le advirtió.

—Cuando lo vea, se lo diré —le aseguró mientras pagaba antes de marcharse por la calle volviendo a escuchar la música hasta que llegó al parque, donde se sentó.

Aquel era su parque, donde pasaban el tiempo después de clase para hablar de todo y de nada mientras oscurecía, donde comían los bocadillos que compraban en la tienda y que Luis insistía en comer a pesar de que no soportaba el picante solo porque a él le gustaban. ¿Cuántas veces no lo había comprado para Luis llevándoselos a escondidas? ¿Y cuántas veces no lo regañó la madre de Luis al darse cuenta de que, de nuevo, le llevó comida a escondidas mientras este se disculpaba culpable antes de mirarlo a él travieso en cuanto su madre se daba la vuelta? Demasiadas para recordarlas.

En aquel parque fue donde se dio cuenta por primera vez de que le gustaba, de que se había enamorado, donde se preguntó un millón de veces si era mejor decírselo y arriesgarse a perder su amistad o mantenerlo en secreto y seguir fingiendo que solo eran amigos.

Hasta que le dio aquella carta.

Aquel papel siempre lo acompañaba. Incluso ahora estaba en su bolsillo, pero después de releerla tantas veces no le hacía falta verla para recordar lo que decía: "Perdóname por ser un cobarde, pero no soy capaz de decírtelo a la cara y esta es la única manera que encontré para decírtelo".

Aquel cobarde no fue capaz de decirle que le gustaba, solo le dio una carta justo antes de que se marchase diciéndole que le diese la contestación al día siguiente cuando se viesen y aunque él le dijo que lo llamaría, Luis le hizo prometer que solo le daría la respuesta en persona y por eso estaba allí. Para darle una respuesta.

¿Pero por qué no se lo había dicho en persona? ¿Por qué no le permitió leerla? ¿Al menos llamarlo? Cuando se regañó. Él era el menos indicado para hablar, después de todo Luis había escrito una carta mientras que él solo había huido de sus sentimientos. Estaba claro quién era el más cobarde.

Hizo una mueca antes de sonreír al escuchar una balada especialmente romántica en la playlist. Estaba seguro de que Luis la eligió porque sabía que no le gustaría. Casi podía imaginarse escuchando balada tras balada hasta encontrar la que estaba seguro que más le disgustaría. Cuando lo viese...

Suspiró levantándose.

Debía ir a verlo, por eso había comprado su bocadillo favorito y aunque sus piernas se sintieron un poco pesadas, se obligó a andar. No debía acobardarse, Luis lo estaba esperando y él debía ir a verlo para darle la respuesta.

Caminó con más fuerza por la calle cada vez más tranquila hasta que llegó a la entrada respirando hondo antes de entrar mientras apagaba la playlist comenzando a buscarlo hasta que lo encontró.

—Hola, Luis —lo saludó acercándose—. Hoy también te he traído tu sándwich favorito —le explicó enseñándoselo—. Y tu respuesta. Ojalá pudieses oírla —añadió suspirando mientras bajaba las manos.

Daría cualquier cosa por poder decírsela. No debería haber hecho aquella promesa, cumplirla. Pero lo había hecho.

Por eso, al día siguiente de recibir la carta, cuando, se dirigió al hospital después de las clases para verlo como siempre, el padre de Luis lo detuvo en el pasillo para explicarle que la noche anterior tuvo una crisis muy fuerte y que no se encontraba bien, entrando en la habitación para encontrárselo lleno de tubos, a pesar de lo cual Luis hizo un intento de sonreír cuando lo vio mientras movía la mano levemente para saludarlo. En aquel momento se dijo a si mismo que saldría de aquello, se lo dijo a los padres y todos estuvieron de acuerdo. Luis era joven, era fuerte y sobreviviría. Incluso los médicos y las enfermeras se mostraron de acuerdo a pesar de sus expresiones serias. Luis iba a sobrevivir. Debía sobrevivir. Tenía que hacerlo. A pesar de lo cual aquella noche sufrió una nueva crisis y a la mañana siguiente falleció y él se encontró son un sándwich frío en la mochila, una carta y una respuesta sin dar.

Aquello era tan absurdo... Un día estaban en el parque, hablando de lo que haría cuando fueran a la universidad, preguntándose qué pasaría si le decía a su mejor amigo que estaba enamorado de él y al día siguiente estaba delante de su tumba con una respuesta que nunca podría ser escuchada.

Se dio la vuelta derrotado. Habían pasado ya dos años, dos largos años desde aquel día en que todo dejó de tener sentido. Ya era el momento de seguir adelante, de conocer a alguien nuevo, de seguir su vida. Luis lo habría querido así, lo sabía.

Salió del cementerio cogiendo su móvil y poniéndose los auriculares antes de buscar el mensaje.

"Te espero mañana. No olvides traerme algo de comer. La comida del hospital es horrible".

—Mañana sin falta —murmuró alejándose por la calle.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2022 ⏰

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