Capítulo único: Vesania.

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El espacioso cuarto del comedor empezaba a hacerse cada vez más pequeño, puesto a que el ser que se hayaba atado de pies y manos en el suelo era intimidante e irradiaba una vil y oscura presencia para el chico de la camisa blanca, quien sentía como la desesperación estaba a punto de hacerse parte de él.
Cuando el albino terminó por recitar su oración no soportó la presión y apretó el puño. Se convenció a si mismo que se iría, por lo que se dio la vuelta.

-Eh, ¿Hinata? ¿No ibas a...darme de comer? -Preguntó el sujeto acostado, con una expresión ahora seria. Cada oración sonaba como una metáfora llena de malas vibras, que no se esforzaba en ocultar pero que no dejaba en evidencia. Pese a aquello, a través de su pregunta sólo estaba siendo él mismo.

El mencionado, aún sosteniendo la bandeja con la tostada se detuvo en seco, mirando a la puerta que se encontraba a pocos kilómetros. El pavor que el hombre le provocaba era notoria, pero sabía que en gran parte estaba en lo correcto. Aunque fuera un desquiciado debía aceptar cuándo fallaba y cuando tenía razón, porque en eso se basaba la convivencia y los juicios escolares de la isla. Si dejaba que su mente se nublara por prejuicios las culpas podían caer sobre él en el coliseo.

En gran parte no quería escucharlo más, pero tampoco debía dejarle toda la responsabilidad a la camarógrafa. Sus principios y moralidad le decían fuertemente que se quedara, pero sus sentimientos lo obligaban a querer hacer lo contrario. No tenía otra opción más que armarse de valor. No había visto su faceta por completo, por lo que su miedo no era absoluto. Tampoco era un cobarde.
Por eso volteó nuevamente, mirando a su rostro, el cual mostraba una plena sonrisa. Una llena de traumas y misterios ocultos.

Llevó su cuerpo hacia adelante tras soltar un suspiro casi inaudible, y mientras fruncía el seño dejó la bandeja en el suelo.
La mirada de Nagito siguió la figura de Hinata, quien se sentó a su lado con una lentitud tal que lo hacía lucir asqueado.

-No te atrevas a hacer algo descabellado. -Advirtió, pese a saber que estaba atado con cadenas. Su desconfianza era tal que su cerebro le hacía pensar que de alguna manera podría llegar a liberarse y asesinarlo.

-Ja, ja. No puedo hacer eso, no con estas cadenas. De todas formas, no tengo la necesidad de matarte en este momento. Podrías matarme tú, si así lo quisieras. Estaría dispuesto a morir con tal de incrementar la esperanza de todos. -Bromeó, sonando siniestro y a la vez amistoso. Intentó arrastrarse un poco para estar más cerca suyo, y notó instantáneamente como el de la bandeja retrocedía.- Oye. Si no es molestia, ¿Podrías darme la leche primero? Quiero decir, no es como si fuera alguien que merece un buen trato, pero me sentiría conforme con ello -Pidió sonriente.

Hinata se mostró lejano y cortante.

-Sólo hago esto porque no quiero que Koizumi se encargue del trabajo. -No estableció contacto visual y tomó la jarra de leche, quitándole la tapa.

Con una expresión de absoluto rechazo y molestia, acercó lentamente y con precaución su temblorosa mano hacia el rostro del albino, quien abrió la boca e intentó beber el líquido como pudo. Se veía incómodo por la posición en la que estaba, pero tomaba el contenido con naturalidad.

Inmerso en sus propios pensamientos e inseguridades el joven hizo un movimiento erróneo con su mano y derramó una pequeña cantidad del envase en la alfombra, que se movió hasta llegar a sus rodillas, mojando su pantalón.

-Joder...-Se quejó en voz alta para si mismo.

Komaeda no se inmutó y siguió bebiendo hasta que el contrario apartó el envase cuando comenzó a sentir un peligro inminente. Estaba siendo paranoico. Normalmente mantenía la calma pero era difícil saber las acciones impredecibles de los estudiantes de la academia, mucho más si se trataba del estudiante afortunado definitivo.

• Imprudencia • [ Komahina ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora