Capítulo 5: breathless

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TW: Abuso

El sonido del móvil la hizo abrir, con dificultad, los ojos. No sabía cuánto tiempo llevaba dormida, ni hacía cuánto tiempo que Raquel estaba en la fiesta. Agarró el móvil y descolgó, sin ni siquiera mirar quién era.

—¡Tía Alicia! ¡Hola! –Alicia, aún medio dormida, pudo reconocer la voz de Paula.

—Paula cariño, ¿Qué tal? ¿Qué haces a estas horas? ¿No deberías estar dormida?

—Es que hoy no he hablado con mi madre en todo el día y quería hablar con ella antes de irme a dormir.

—Pues es que... –Alicia pensó que decirle, tampoco era lo correcto decirle a la niña que su madre se había ido de fiesta–. Está dormida. Es que estaba muy cansada, hemos tenido un día muy liado, pero mañana te llama cielo, no te preocupes.

—¿Sabes qué te hemos visto en la tele? Estabas muy guapa, aunque mi padre dice que nos habéis mentido y que no os habéis ido de vacaciones. ¿A qué habéis ido entonces?

—Tú no le hagas caso a tu padre, que habla más de lo que sabe.

—¿Qué?

—Nada, nada, Paula. ¿Tú padre ha dicho algo más?

—Sí, que echaba de menos a mi madre y por eso se ha ido a verla. ¿Aún no ha llegado?

Alicia pasó una mano por su frente, despeinando su flequillo. Se levantó de la cama, aún con el móvil pegado a la oreja, y se miró en el espejo.

—Tiene que estar al llegar, ya verás, tremenda sorpresa se va a llevar tu madre. En cuanto se despierte mañana le digo que te llame, ¿vale?

—¡Vale! ¡Buenas noches!

Tan pronto como Paula colgó el teléfono Alicia corrió hacia el armario, buscando algo que ponerse. Al final le iba a tocar ir a aquella fiesta.

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—Hombre, cariño. Te estaba llamando, ¿Dónde estabas? –Tras decir esa frase, Alberto invadió todo espacio personal posible, besándola frente a Sergio, que se sintió abrumado en semejante situación.

Raquel no pudo evitar sentirse incómoda, había estado a punto de llegar a algo más que unos simples besos con Sergio mientras su marido estaba al otro lado de la puerta. Aunque lo peor era que, de no ser por la culpabilidad que le dio la llamada de Alberto, habría acabado lo que había empezado.

—Estábamos firmando unos papeles, temas de trabajo. –Ante el silencio de Raquel, que parecía haberse quedado muda, Sergio intervino para salir de la situación–. Soy Sergio, el dueño del hotel.

—El hermano de Andrés, supongo. –Alberto estrechó su mano con la de Sergio-. He conocido antes a tu hermano, encantado. Yo soy Alberto, el marido de Raquel, aunque supongo que ya lo sabrás. –Pasó su brazo por la cintura de Raquel, pegándola un poco más a él, haciéndole entender a Sergio el trasfondo de aquella frase–. ¿No dices nada, cariño? ¿No me esperabas aquí, verdad? –Raquel le miró y seguidamente volvió a mirar a Sergio, indicándole, con la mirada, que se fuera.

—¿Qué haces aquí? –Preguntó Raquel una vez que Sergio se alejó de ellos.

—¿Qué pasa? ¿No me esperabas? ¿Qué coño hacías ahí metida con ese? –Dijo agarrándola del brazo para acercarse a su oído.

—Ya te lo ha dicho él, estábamos firmando unos papeles.

—Te encierras en una habitación, a solas, con ese tío y encima con ese vestido ¿No te da vergüenza? ¿Eso has venido a hacer aquí? Zorrear cuando yo no estoy delante.

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