¿Blanco? ¿Por qué es blanco?
No recuerdo que fuese así. Aunque a decir verdad no me acuerdo de nada, aún menos haberme dormido en una habitación como esta.
La fuerte luz reflejada contra las blancas paredes de la habitación, dificultando mi tarea de tratar de abrir los ojos y reconocer algo de mi alrededor.
—¿Ciro?
¿Me habla a mí? Creo que sí, no escucho a nadie más en el cuarto. ¿Es ese mi nombre? Algún rincón de mi cabeza intenta hacerme ver que sí, aunque no soy capaz de asegurarlo a ciencia cierta.
Un sonido extraño sale de mi garganta, en un intento de hablar, mas esta no es capaz de articular palabra alguna.
—¡Dios santo Ciro, has despertado! Tengo que llamar al médico.
Escucho como la persona se levanta de una silla, haciendo un chirriante ruido al ser arrastrada con brusquedad por el suelo, caminando con impaciencia por la sala hasta que se para y abre la puerta rápidamente, para salir de la habitación después de cerrarla.
Con mucho esfuerzo y evitando quedarme ciego en el proceso, abro el ojo derecho, acostumbrándome poco a poco al blanco brillante del lugar.
Cuando consigo abrir por fin los ojos, observo el cuarto. Estoy en una cama llena de cables y botones extraños, algunos de ellos brillan o están marcados en colores llamativos. A la derecha, pegada a la cama, hay una mesa donde descansa una botella de agua con vasos y algunos papeles que no llego a leer. Ningún otro mueble, aparte de una silla, acompaña la habitación, haciendo que esta se vea más grande de lo que en verdad es.
Mi análisis se ve interrumpido por el sonido de la puerta al ser abierta. Por ella entran dos personas, las cuales fijan su completa atención en mí.
—Me alegra mucho ver que te hayas despertado —, dice el hombre de la izquierda —. Soy el Dr. Rodolfo.
A mi mente no le suena haber visto a este hombre alguna vez antes, mi subconsciente no reconoce ni su peculiar gran nariz ni su pequeña estatura.
No, él no es el Doctor.
—Él es el médico encargado de supervisar tu recuperación. Ha sido muy atento contigo —interviene ahora la otra persona.
Una vocecita de alguna parte de mi mente me dice que a él sí que lo conozco de algo, que debería recordarlo. No sé si era mi amigo, un antiguo compañero o incluso algún familiar cercano. ¿Me pareceré a él? Sin duda la pálida piel la compartimos, aunque eso puede ser por mi estado, más que por genética.
—¿Y tú? —Son las máximas palabras que soy capaz de decir. Mi voz sale grave, como algo no usado hace mucho tiempo. Ni yo mismo puedo reconocerla, parece desconocida pese a salir de mis labios.
El sujeto en cuestión sonríe.
—Yo soy tu hermano, Klaus.
¿Hermano? ¿Él es mi hermano? Ni a mi cabeza ni a mí nos termina de cuadrar, aunque en el fondo deben ser paranoias mías, porque yo no recuerdo nada, ni siquiera quién es él.
—Tuviste un accidente muy grave —, explica el médico —. Ibas conduciendo por una carretera no muy frecuentada, volviendo de la universidad, cuando un vehículo a gran velocidad te impactó por la derecha. Debido al fuerte impacto tu coche dio varias vueltas, no te saliste del camino de milagro. Alguien que pasó después avisó a la ambulancia. Te encontraron inconsciente, pero vivo. La herida más grave fue una gran brecha en tu cabeza.
Un golpe brusco. Tenía sentido que fuera el causante de no poder acordarme de ningún detalle de mi vida.
—Nada, no recuerdo nada —. Mi voz empezaba a sonar menos rasposa.
—Es normal, era uno de los posibles efectos de la herida.
Lo único que me queda es creer en las palabras de ese señor. Sin embargo, teniendo en cuenta la venda que cubre y aprieta parte de mi cabeza, no suena tan descabellada la historia del accidente.
—¿Cuánto llevo inconsciente?
—No mucho más de una semana —, contesta el médico —. Las heridas ya están prácticamente curadas y cicatrizadas. Si todo va así de bien, mañana por la mañana te daremos el alta, después de hacerte unas últimas pruebas. Esta noche la pasarás aquí en observación.
Asiento levemente en su dirección, haciéndole saber que comprendo lo que dice.
—Ahora os dejo a solas, supongo que tú tendrás muchas preguntas que hacerle a tu hermano —. Camina alejándose hasta la puerta —. Hasta luego Ciro.
El Dr. Rodolfo sale y la cierra con cuidado, dejándonos a los dos en un tenso silencio.
Klaus, si mal no recuerdo su nombre, se acerca a la cama y se sienta con cuidado de no moverla mucho.
—Tendrás muchas preguntas hermanito.
Escuchar de su boca esa palabra hace que se me erice la piel, sin acabar de entender el por qué.
—Ciro, por favor.
El silencio se vuelve a presentar entre nosotros. Klaus me mira a la espera de que formule alguna pregunta.
—¿Cómo soy?
La sorpresa ante mi duda se nota en su cara. Parece que no se esperaba que de todas, aquella fuese la que más rondara por mi cabeza. Después parece entender mi situación, y lo extraño que se siente el no poder recordar siquiera cosas tan básicas como lo son el color de tu cabello o de tus ojos, y que desees saberlo, ya sea por curiosidad o por simple conocimiento.
—No tengo ningún espejo a mano ahora mismo, pero en la entrada de casa hay uno de cuerpo entero en el cual podrás verte sin ningún problema —, me explica Klaus.
—Vale.
—Bueno, ya se ha hecho tarde —. Se levanta de la cama —. Mañana vendré a por ti para poder irnos de una vez de este condenado edificio y volver a nuestro hermoso piso. Ahora a descansar hermanito.
—Ciro.
Una pequeña sonrisa se forma en sus labios mientras niega levemente con la cabeza. Me dirige una última mirada y se da la vuelta para caminar hacia la puerta. La abre y se gira hacia mí.
—Buenas noches.
Sale y cierra con cuidado, evitando hacer mucho ruido.
Es en ese momento en que me doy cuenta de que es de noche, la fuerte luz de la habitación me había despistado completamente. En la pared izquierda hay una ventana que muestra las luces de una gran ciudad, donde ya pocas personas caminan por la calle debido a la ya entrada noche.
Con la mano derecha tanteo los laterales de la cama de hospital, hasta que toco uno de los paneles de control. Lo cojo y me lo pongo sobre las piernas mirando cautelosamente los múltiples botones de distintos colores y tamaños. Analizando las formas y objetos que hay, encuentro el que parece ser el interruptor de la luz. Presiono el botón y la habitación se apaga.
Oscuridad y silencio.
Eso es lo único que hay en la habitación, junto a mi débil cuerpo que descansa sobre la cama.
Al igual que en mi cabeza, donde solo hay eso, una oscuridad infinita y un silencio abrumador, que acompañan a mi frágil persona, que trata de entender que hay en su inmensidad de vacía mente, donde ahora ya no hay nada que se pueda recordar.
Ahora solamente queda esperar a que el tiempo me devuelva los recuerdos que él mismo me quito.
ESTÁS LEYENDO
Hombre Rojo
Science FictionBrutal asesinato a las afueras de Vendú. Ayer unos vecinos de la ciudad encontraron a la víctima muerta cerca de su vivienda. Lo que más aterrorizó fue el estado en el que se encontró al hombre. Este tenía un enorme tajo horizontal en el cuello, lle...