Aquella noche te llevé a la posada,
para que te tranquilizaras y descansaras,
decías estar cansada,
así que yo hice lo que mejor se me daba.
Al oído te canté una nana,
al parecer te gustaba,
porque dentro de nada,
dormida estabas.
Esa noche no cerré los ojos,
incluso eché los cerrojos,
ya que tu seguridad dependía de mis infrarrojos
para que se calmaran tus enojos.
Al día siguiente, sin mí saliste a pasear,
pero para mi desgracia, fue un inquietar,
Al agua no debiste caer al andar,
porque otro príncipe acudió a tu salvar.
Me sentí inútil al no poder protegerte,
de la nueva canción que resonaba en tu mente,
era como mi ópera, algo diferente,
pero lo mismo que pasaba por la cabeza,
de aquel delicuente.
Ojalá haberte salvado,
aunque ahora sufres por haberme amado,
ojalá no pases por lo que yo he pasado,
porque yo el mal no te lo quiero,
pero viene por descontado.
Pienso en lo mucho que disfrutabas de oír mi pasado,
te fascinaba el hecho de que lo hubiera contado,
pero ahora ya a todos se les ha olvidado,
porque en tu mente solo existe el príncipe acercado.
Por esto voy a ser abucheado,
pero ojalá al príncipe misterioso haber ahorcado,
esa mañana de olor adulzorado,
que de tu perfume el recuerdo me había quedado.