La brisa primaveral revolvía mi cabello y aumentaba mis risas dentro del lago en el que nadaba, pequeñas mariposas blancas volaban a mis alrededores, el sol se estaba poniendo y la mezcla de colores robaba toda la atención de mi mirada infantil, salí del lago con la falda pegada a los muslos y mis dedos arrugados por las horas que había pasado allí jugando y correteando, agarre mis zapatos blancos en una mano sin pensar en ponérmelos por un rato, emprendí el camino a la pequeña cabaña en la cual vivía con mi papa.
Estaba emocionada porque ese era el día en el cual yo podría escoger la cena y ya lo tenía más que pensado, entre a la cabaña esperando un regaño por llegar empapada, pero ni siquiera había un solo sonido en la cabaña, deje los zapatos junto a la puerta para no ensuciar el piso y decidí buscar en las habitaciones.
-Papi, ya volví de jugar- dije con timidez. - ¿Dónde estás? - dije revisando todas las habitaciones hasta dar con la de mi difunta madre.
Ver esa puerta de madera tallada a mano me causo un escalofrió, la perilla estaba rota y la puerta se entreabrió dejando salir una brisa tan siniestra que me heló la sangre en un instante, tenía tanto miedo, pero me arme de valor y termine de abrir la puerta.
Jamás debí haberme ido.
Mis pensamientos se detuvieron, mi corazón dejo de latir, y mi boca se secó por completo, mi padre, la única persona que había cuidado de mí, desplomado en el suelo con un charco de sangre bajo su cabeza y lo que antes parecían dos hermosas piedras verde zafiro ahora eran completamente negras, negué con la cabeza y caí al suelo de rodillas rompiendo en llanto al instante, gateé hacia el con la fuerza que me quedaba, mi vida se había desmoronado por completo, él era el único que me iba a querer tal y como era, pero se había ido y yo no pude hacer nada. Nada.
-Papi, perdón, nunca debí haberme ido, yo tenía que...-mis lágrimas resbalaron por mis mejillas cayendo en su cuerpo ensangrentado.
De pronto un trapo con una especie de olor raro se presionó contra mi nariz dejando inconsciente al menos por un buen rato. Desperté en una habitación fría que apenas contenía la cama donde dormía y algunos jarrones, mi cabeza dolía, entre en pánico por no saber que, hacia allí, trataba de salir de la cama, pero había cadenas que me lo impedían, unas cadenas azules en mis muñecas y un collarín del mismo color clavado en mi cuello por lo que parecían ser clavos puntiagudos, esa era una explicación de las punzadas y la sangre seca en mi cuello, empecé a gritar como si no hubiera mañana esperando que alguien me encontrara y me salvara.
Unos minutos después entro una mujer alta, pelirroja, con unos cuernos negros y un vestido azul sencillo, en sus manos había una charola con sándwiches rellenos de miel, un vaso de jugo de manzana celestina y un corazón de venado pre-cocido, dejo la charola en una pequeña mesa de noche y se sentó en una silla de madera que parecía tallada a mano.
-Hola cielo, mi nombre es dalia, es un gusto por fin conocerte- dijo la mujer sonriente.
- ¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí? ¿Quién tuvo la valentía de matar a mi padre? - pregunte aguantando el dolor en mi cuello.
-Que niñata tan inteligente, yo solo quería ser amable, pero si así lo quieres, pues bien- desato una de mis muñecas. –Come algo, no me gustan los niños, menos los que se desmayan por no haber comido nada en toda la noche- dijo en seco manteniendo la mirada fija en mis piernas. –La razón por la que estás aquí, tu padre tenía muchas deudas con mi esposo, y bueno ¿de una u otra formar tenía que pagar no? - rió unos instantes.
La sangre del corazón de venado se había corrido hasta el camisón blanco que ahora traía pues es vez de mi vestido purpura con flores en la falda, tenía ganas de huir saltar por la ventana así muriera en el intento, quería irme de allí.
-Su esposo es un monstruo ¿Cómo puede usted estar con alguien así? - me atreví a preguntar.
La mujer pensó por unos segundos una respuesta.
-Pues veras, a veces solo necesitas enamorarte de la persona correcta para entender todas las locuras que eres capaz de hacer por su felicidad- sonrió acomodando su cabello. –Ahora vivirás aquí, quizás toda tu vida, quizás mi esposo mañana se aburra y te mate por puro capricho, pero yo no soy adivina para saber cuánto tiempo vas a permanecer en este lugar- se levantó de la silla y se sujetó del marco de la puerta. –Te recomiendo que comas todo eso, será la única buena comida que tendrás por un tiempo- sacudió su mano y salió de la habitación.
Observo que una de las cadenas seguía en el piso, seguro se había distraído o me la iba a poner más tarde, ni lo sabía y tampoco quería averiguarlo, me eche a llorar enredándome en las sábanas blancas y su olor a lavanda, tenía tanto miedo, esa sería mi vida ahora, y sin mi papa y sin su cariño, sin nada.
Ahora estaba sola, y nadie vendría a salvarme, por más alto que gritara o llorase nadie mee escucharía, después de todo.
Seguía siendo igual de irrelevante que antes.
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''Mi dulce veneno''
Teen FictionEl poder ciega a la gente, la venganza los consume poco a poco, y el odio es una enfermedad incurable que siempre estará presente en nuestras vidas. Una joven doncella arrancada de los brazos de su padre a la corta edad de los 7 años, viendo a su pa...