6. La Elegida.

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- ¡Que Viva la futura reina de Moondlitch! - vocifera una voz de entre la multitud.

Y a esta le sigue un coro gritando "Que Viva".
Observo la blanca fuente a la cual estoy aferrada, sus intrincados diseños de lunas y estrellas reluciendo bajo la luz que emana la luna desde lo alto.
Siento que mis piernas son capaces de fallarme en cualquier momento, por lo tanto, me aferro con más fuerza aun, como si toda mi vida dependiera de ello.

- Cecily - dice una voz grave acercándose a mi.

Lo observo entre el mar de gente que vitorea sin cesar, ¿cómo era posible que nadie se diera cuenta de que estaba muriendo lentamente?

Los ojos negros del príncipe Moondlitch calan hasta mis huesos, su mirada indescriptible logra enfurecerme aún más. Era obvio que conocía mi nombre, después de todo, era el príncipe.

Lo contemplo con todo el enojo e impotencia que siento, con los sentimientos que había encajonado durante años saliendo a flote. Dejo al miedo salir de su escondite, mientras oigo como todos aclaman mi nombre enfermándome aún más.

- Cecily - vuelve a decir, da un paso hacia el frente e instintivamente yo doy uno hacia atrás, lo que menos necesitaba en este momento era su hipócrita consuelo.

- Aléjese - ordeno con lo que me queda de voz. Siento la garganta desgarrada, como si hubiera gritado sin cesar.

Veo sus ojos brillando mientras la luz que nos ilumina se apaga cada vez más. Me ve frustrado mas no enojado, sino alterado tanto o más que yo.

Con impotencia abre la boca para pronunciar algo, sin embargo, la vuelve a cerrar.
Da media vuelta y camina con paso firme hacia sus padres, las personas que hay alrededor le otorgan un espacio al pasar para que pueda llegar hasta ellos.

El rey parece sostener con fuerza a su reina para evitar que caiga, menos mal yo no era la única. Ambos parecen encontrarse en evidente estado de shock y bastante conmocionados.

El príncipe parece comentarles algo mientras el barullo del salón continúa, hace unos ademanes con las manos mientras sus padres lo observan atentos.
A mi alrededor todo se ve como una mancha borrosa, nadie viene a socorrerme aunque yo esté por caer.

Las emociones me inundan y me van embriagando poco a poco, dejándome exhausta. Hay una ola de recuerdos que vienen y van en mi mente, amenazando con dejarme inconsciente.
De seguro mi madre en algún lugar del inmenso salón observa todo con una sonrisa orgullosa, lo cual me provoca más nauseas aún.

- Aquí estoy - anuncia Mina llegando junto a mi.

Hay un rastro de maquillaje negro corrido que me da a entender que ha estado llorando, ¿por mi? O ¿Por ella? Tal vez por ambas.
Mi corazón se estruja al ver sus ojos rojos y como se acerca presurosa a socorrerme.
Su dolor siempre había sido el mío, sus luchas las mías, su felicidad y su tristeza las había acogido como propias.

Desde que recibimos las cartas de invitación al Castillo, sabíamos que nuestros destinos de alguna manera serían trágicos, pero, estando cara a cara con la realidad, sabiendo que no puedes hacer absolutamente nada por cambiar lo que sucede, es verdaderamente desgarrador.

Coloca uno de sus brazos debajo de los míos y carga mi peso en uno de sus hombros.
Un ser tan pequeño, tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte.

- No te dejaré caer, ¿de acuerdo? - pregunta viéndome con una intensidad capaz de hacerme tambalear.

Su pregunta no era pregunta, era más una rotunda afirmación de que así sería.

Sus grandes ojos café me proporcionan seguridad, me dan la bienvenida y me acurrucan sin dudar, sin pensarlo dos veces asiento con la cabeza, ella me sonríe levemente y comienza a caminar con paso firme, mientras me sostiene con sus brazos flacuchos.

MoondlitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora