One shot

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Por fin era viernes y en la Universidad de Nagoya estudiantes y profesores se sentían mucho más relajados. Ya habían pasado los exámenes  y el trabajo se había aminorado para ambas partes.
Aún faltaban un par de horas para que se dieran por terminadas las clases y solo unos cuantos estudiantes tendrían clases el fin de semana. La cafetería era enorme y un centro de reunión en la que los alumnos disfrutaban de un buen rato con sus amigos además de sus alimentos. Igual los profesores que podían platicar entre ellos o algunos adictos al trabajo que aprovechaban para adelantar trabajo y calificar tareas. Uno de esos maestros era Taishō Sesshōmaru, profesor de historia; un tipo por demás serio, tenido por todos los pobres alumnos que huían de terminar en alguna de sus clases, había reprobado a muchos, tantos que ya había perdido la cuenta, es conocido como “el demonio”.

Ni siquiera los otros profesores querían tener nada que ver con él, no le importaba humillarlos porque, a pesar de no ser especialista más que en su materia, Sesshōmaru era alguien demasiado inteligente y nadie lo dejaba callado, su conocimiento en todo lo hacía muy superior a los demás. Solo uno de sus compañeros lo soportaba y, también era soportado por él, el profesor de química, Kirinmaru, popular con los alumnos sobre todo entre las mujeres, alumnas y maestras; de cabellera roja a diferencia de Taishō que tenía un extraño cabello blanco, Kirinmaru era el carisma hecho persona y no dudaba en coquetear con las mujeres que le parecían atractivas. Eso era impensable para el peliblanco que, a pesar de ser extremadamente atractivo, con un cuerpo atlético, unos ojos preciosos de color dorado, un porte majestuoso y una voz que te podía provocar espasmos en… Era la belleza personificada.
Muchas alumnas pretendieron seducirlo para obtener botas más altas, pero el demonio no dudó nunca en reportarlas, cosa que provocaba burlas en su único amigo; Kirinmaru no dudaba nunca en aprovecharse de esos ofrecimientos, claro, si la mujer en cuestión era de su agrado.

Esa tarde en la cafetería, Sesshōmaru intentaba revisar algunas tareas, y digo, intentaba, porque había algo, o más bien alguien que siempre se interponía entre sus obligaciones y él acaparando toda su atención. Cuando esa persona entró por primera vez a su salón de clases fue imposible no verla, detalló cada milímetro de esa persona, desde la ropa hasta la forma de sus ojos. Satō Rin, una preciosa joven que cursaba en tercer semestre en la carrera de literatura, una joven de hermosos ojos chocolate, grandes y expresivos; delgada y bajita, de piel pálida y que se le antojaba suave y tersa, con el cabello castaño a la altura de la cintura, algo rebelde pero se notaba lo bien cuidado que estaba, y luego estaban sus labios, carnosos, pero pequeños, siempre en un tono rosado y ese brillo que los volvía más apetecibles.

Ahora era la misma que lo mantenía atento a cada uno de sus movimientos, trataba de ser disimulado, bajaba la vista a las hojas frente a él, pero muy a su pesar siempre regresaba su ojos hasta ella.
—Es una lindura, ¿no? Sesshōmaru dio un respingo cuando la molesta voz del pelirrojo lo trajo de vuelta a la tierra.
—No sé de qué hablas —Kirinmaru soltó una cargada estampando su mano en el hombro del peliblanco, no era tonto.
—Sabes muy bien de quien hablo, de esa muñequita que está allá enfrente, crees que no me he dado cuenta, pero te he estado observando desde hace mucho tiempo y estoy seguro de que se te pone dura cada vez que le das clases, es una lástima que no sea alumna mía, te juro que ya me la hubiera tirado en mi escritorio —Sesshōmaru negó con la cabeza y se dispuso a recoger todas sus cosas, no se quedaría a escuchar las tonterías de su amigo.
—Eres de lo peor —acusó molesto.
—Tú también, Taishō, solo que te has vuelto un amargado, ya se te olvidó cómo disfrutar de la vida —el pelirrojo y él habían sido amigos desde muy jóvenes, ambas familias se conocían y frecuentaban, por ende, Sesshōmaru y Kirinmaru formaron un gran amistad aunque fueran polos opuestos, pero por un tiempo el peliblanco fue cómplice de todas las locuras de su amigo.
—A lo que tú llamas amargado yo lo llamo madurar, creo que ya es tiempo de que lo hagas, lo mejor sería que te enfocaras en tu trabajo, a mi déjame en paz —pero Kirinmaru no lo haría, cuando a ese hombre se le metía algo a la cabeza no descansaba hasta conseguirlo.
—¿No te gustaría que hiciéramos lo de antes con ella?, obviamente te dejaría la mejor parte para ti, yo me conformaría con muy poco, ¿no te gustaría? —si no estuvieran dentro de la universidad, Sesshōmaru habría golpeado el rastro de su amigo con tanta fuerza que lo dejaría irreconocible.
—¡Deja de decir pendejadas y mejor lárgate a trabajar! —estaba a punto de irse, pero Kirinmaru lo detuvo tomándolo por el brazo.
—Piénsalo, amigo, si de verdad la deseas yo puedo volverlo realidad solo avísame —Sesshōmaru lo vio alejarse con esa sonrisa sardónica que tanto detestaba.

Antes de alejarse de la cafetería, el peliblanco dio un último vistazo hacía donde se encontraba Rin, la chica estaba rodeada por sus amigos y su hermosa sonrisa iluminaba todo, incluso más que el sol que estaba imponente en el cielo.
Se enojaba con él mismo por guardar esos sentimientos, nunca le había atraído una alumna, estaba mal, eso no podía pasar, pero cuando intentaba ignorar ese deseo por ella este se volvía más fuerte, bastaba con verla entrar al salón de clases para no poder concentrarse en nada, aprovechaba la distracción de los demás para contemplar ese rostro angelical y lo peor, lo que no le permitía sacársela de sus pensamientos era que la misma Rin parecía coquetearle, discretamente, pero lo hacía, con esas sonrisas y esa manera de mirarlo cuando lo tenía enfrente, no podía equivocarse, había atracción entre los dos.

Kirinmaru apreciaba mucho a su amigo, era el único, Sesshōmaru lo soportaba y él soportaba al peliblanco. Para el pelirrojo la vida era una aventura, no es que no fuera maduro, más bien se negaba a desperdiciar su valiosa vida en amargarse y volverse un adicto al trabajo como Taishō, “lo que le hace falta es un buen polvo”, según Kirinmaru, su amigo necesitaba liberar toda esa tensión sexual que se le había ido acumulando con el tiempo y ahora que sabía que esa chica le atraía estaba dispuesto a ayudarlo, claro, si él también podía disfrutar de esa maravillosa muñeca, lo haría sin duda.
Su plan comenzó desde el inicio de semana, cuando las actividades se reanudaron, desde esa mañana estudiaría a la chica, a Sesshōmaru le conocía como a la palma de su mano, pero para lograr su objetivo necesitaba comprobar si esa alumna también mostraba interés en su amigo.
Primero la esperó muy temprano por la mañana junto a la estrada de la universidad; Rin llegó puntual, mucho antes que sus amigos, eso hablaba bien de ella, después la siguió hasta los casilleros, ahí la castaña revisó su horario y alistó sus cosas, en todo ese tiempo, la chica se mostraba sería, pero amable y sonriente con quienes la saludaban por los pasillos. Cómo también tenía clases que dar, Kirinmaru le perdió la vista a la chica por un buen rato, pero en cuanto supo que ese día Rin tenía clase de historia con Sesshōmaru, el pelirrojo se apresuró a escabullirse en la clase del peliblanco; se escondió en la parte trasera del salón, un pequeño armario en donde cada profesor guardaba el material de apoyo para sus clases, en este caso Sesshōmaru guardaba allí bastantes libros, mapas y lo que parecían pergaminos guardados celosamente en tubos plásticos. Nadie se daba cuenta que él estaba ahí a pesar de lo silencioso del lugar; todos los alumnos estaban en completo silencio a diferencia de sus clases. Al frente estaba Sesshōmaru, serio y gruñón como siempre, intimidante con esas pobres almas y, en primera fila, con la vista al frente sin distraerse en ningún momento, estaba Satō Rin. No le quitaba la mirada de encima al peliblanco, no era como las miradas de las otras estudiantes, la castaña lo contemplaba embelesada o al menos eso le parecía pues solo podía ver las espaldas de los alumnos. Eso sí, Sesshōmaru aprovechaba cualquier distracción de los otros para perderse en las piernas y en todo lo demás de la chica, “te encanta, ¿no es así, querido amigo”; le divertía ver así a Taishō, que él supiera, nunca lo había visto atraído por una mujer, al menos no así porque una cosa es cuando alguien te atrae en algún bar para un acostón, y otra cosa es que alguien te guste de manera romántica y eso es precisamente lo que ahora veía en su amigo.

La clase llegó a su fin, todos los estudiantes, urgidos por retirarse, guardaron sus pertenencias y salieron huyendo del… “demonio”, pero Satō Rin se tomó su tiempo, solo quedaba ella guardando sus libros con toda la calma del mundo.
—¿Quiere que le ayude a borrar la pizarra, Taishō-sensei? —su voz se escuchó suavecita y tierna, los vellos de la nuca se le erizaron y su miembro palpitó, el pelirrojo tuvo que ponerse la mano encima para calmarlo cuando la vio ponerse de pie al recibir la aprobación de su amigo.
Sus piernas no eran muy largas, pero eran preciosas, tonificado y muy blancas, a simple vista se notaban suaves. Se estaba tomando su tiempo para borrar todo lo que Sesshōmaru había escrito, de vez en cuando la chica lo observaba disimuladamente y lo mismo él; de pronto, se topó con el gracioso espectáculo de verla dando brinquitos para poder alcanzar la parte más alta de la pizarra; su miembro dio otro tirón al imaginársela brincando así encima de él.

Pero sucedió algo que no se esperaba, su amigo se levantó justo detrás de Rin y, aunque lo pensó unos segundos, Sesshōmaru puso sus manos en la diminuta cintura de la castaña elevándola para que pudiera proseguir con su trabajo. Rin se sorprendió y enseguida giró su cabeza hacia atrás encontrándose con la mirada ambarina. Para su sorpresa, lejos de alejarse, la chica solo le regaló una hermosa sonrisa mientras volvía a lo que estaba haciendo, “pervertido cabrón”, dijo para sí mismo Kirinmaru cuando vio al peliblanco llenarse del aroma de la castaña, a lo lejos le pareció ver cómo sus manos apretaban ese cuerpo contra su pecho y ella parecía estarlo disfrutando pues, cuando terminó de borrar, Sesshōmaru no la soltó como se esperaba, la depositó en el suelo sin liberarla de sus manos y ella lo estaba disfrutando también.
—Ya quedó, Taishō-sensei… —le dijo en un susurro, los dos se estaban coqueteando y él se estaba excitando cada vez más, sería difícil salir de allí con el miembro quieto, pero estaba en el trabajo y tenía que controlarse. El pelirrojo se apretó su erección mientras su respiración se volvía agitada, necesitaba con urgencia meter su pene en una vagina apretada y húmeda y si era la de esa castaña sería mejor.

Esos dos no se iban, permanecieron así unos instantes más hasta que rompieron el contacto.
—Debo ir a mis otras clases, profesor, lo veré mañana —Rin salió corriendo.
Sesshōmaru regresó a su asiento, se veía bastante afectado también y para suerte del pelirrojo, su amigo se levantó de golpe abandonando el aula, fue así que puso salir también de la bodega en donde se había escondido toda la clase.

Al fin el día terminaba, Kirinmaru estaba en departamento, se había tenido que masturbar varias veces pues, por increíble que parezca, estaba tremendamente excitado como un maldito adolescente en plena pubertad. Esa noche a pesar de lo caliente que estaba no quiso ver a ninguna otra mujer pues en  la única que iba a pensar era en la castaña. A como de lugar tenía que conseguir follársela, pero se le antojaba retomar esas prácticas degeneradas que llegó a tener con Sesshōmaru en donde ambos se cogieron a más de una entre los dos, era el paraíso ver a esas mujeres empaladas por ellos gritando de placer; el único inconveniente que tenía ahora era que a su amigo de verdad le gustaba esa chica y parecía ser algo serio, por lo tanto, follaría con ella solo una vez dejándole las mejores partes del encuentro a su amigo y después la ignoraría como a las otras mujeres, sí, eso iba a hacer.

Los días fueron pasando uno a uno, en cada uno de ellos podía observar esas desesperadas ganas de su amigo por estar cerca de Rin y él también tenía unas ganas tremendas, pero aún no sabía cómo lograr su objetivo. Aunque la suerte a veces juega a nuestro favor, y esa noche de sábado Kirinmaru sabría que la tenía de su lado.

Sesshōmaru descansaba en su departamento, o más bien, trabajaba revisando algunos ensayos, entre ellos estaba el de Rin, su mejor alumna, demasiado inteligente y comprometida con sus estudios. El paliblanco recordó todos los acercamientos que había tenido con ella últimamente y esas noches calurosas en las que soñaba con ella y al despertar la deseaba con más fervor en su cama, necesitaba hacerla suya, pero eso iba contra todas las reglas y sus principios, si ella no fuera su alumna sería diferente.
Estaba tan ensimismado que no se percataba de que su celular estaba timbrando. Entonces dejó de sonar para dar paso al timbre de su casa, eso sí que lo trajo a la realidad; no esperaba a nadie y eso se le hizo extraño, pero aún así se levantó para ver quién demonios era. Se paró frente a la pequeña pantalla a un costado de la puerta y se dio cuenta de quién se trataba.
Con una mueca de disgusto abrió la puerta de golpe…
—¿Qué haces aquí —frente a él estaba Kirinmaru, con una sonrisa ladina a sabiendas que su presencia disgustaba a su amigo.
—¿Cómo que, qué?, es sábado, Taishō, he venido por ti para ir a tomar unas copas y no aceptaré un no como respuesta, últimamente te las has pasado trabajando y tiene mucho que no salimos a divertirnos, así que por favor, ve a darte un baño y arréglate —Sesshōmaru lo miró molesto, a punto de echarlo a patadas, pero con el pelirrojo eso no funcionaría.
—Estoy revisando tareas, no puedo salir, será mejor que te vayas —el peliblanco regreso hasta su escritorio dispuesto a retomar su labor, pero Kirinmaru era demasiado terco e iba dispuesto a salirse con la suya.
—No, no te vas a quedar aquí a amargarte más de lo que estás, ve a ducharte y arréglate, te hace falta una buena cogida, vamos y te prometo que te dejaré en paz, ¡anda, hombre que no me apetece salir solo! —dándose por vencido, Sesshōmaru se levantó de mala gana y entró a su habitación para hacer lo que su amigo le pedía.
En cuestión de media hora ambos hombres se encontraban rumbo a un bar muy famoso en la ciudad en donde habían escuchado que el ambiente era de lo mejor.

Al otro lado de la ciudad, Sango, una de las mejores amigas de Rin, le insistía para que la acompañara a una noche de juerga…
—¡Por favor, Rin, tienes que acompañarme! —rogaba la bella chica enfundada en un bello y atrevido vestido negro.
—Mejor quedémonos aquí, da lo mismo si vamos o no, puedes mentirle a Miroku y decirle que te estás divirtiendo —el asunto aquí era que Sango había discutido con su novio y quería hacerle pagar, la mejor manera era dándole celos, pero eso solo lo iba a lograr si el susodicho se enteraba que ella se estaba divirtiendo en un bar o en algún lugar lleno de hombres que salen a buscar una aventura.
—No, Rin, porque estoy segura que vendrá a buscarme, Kag me dijo que incluso fue a casa de Inuyasha para ver si yo estaba con ellos, pero como esos dos están festejando que hoy cumplen cien días de noviazgo pues no están en sus casas, no tardará en venir aquí, así que, por favor, te pido que me ayudes y estaré en deuda contigo, te pagaré como mejor te parezca —la chica juntó sus manos en señal de súplica, cosa que le pareció divertida a la castaña.
—Está bien, Sango, ¡pero solo iremos hasta antes de las once!, ya sabes que algunas veces mis padres me llaman por sorpresa después de esa hora es cuando regresan del trabajo, si llaman y no estoy son capaces de venir desde Niigata —Sango gritó emocionada por haber conseguido su objetivo; estando en aquel bar tenía planeado publicar muchas fotos en su perfil de Instagram para que su novio las viera.

Rin buscó en su armario algún atuendo adecuado, la verdad es que nunca compraba ropa para ocasiones así, su vida giraba en torno a la escuela, su trabajo de medio tiempo y su casa, para ella esas salidas no eran atrayentes y cuando lo hacía era para hacer mal tercio con sus amigas y sus novios. Se estaba dando por vencida, no había nada allí que pudiera usar para ir a un bar, toda su ropa era demasiado aniñada, pero recordó que en el fondo del armario tenía algo, un vestido negro que su amiga Kagome le había regalado un tiempo atrás en su último cumpleaños; era bonito, pero algo atrevido. Cuándo lo sacó de su envoltorio aquel día se quedó boquiabierta, lo primero que notó fue el material, “eres delgadita, pero con buenas curvas, por eso me decidí por este de cuero, se te verá espectacular”, le dijo con una sonrisa bastante sincera creyendo que algún día se atrevería a usarlo. En sí el vestido no muestra mucho, con la parte de arriba en tela transparente, apenas y se nota la curva de los senos, pero era demasiado ajustado y parecería otra piel en ella. Tan solo de imaginarse con él puesto se sonrojó, pero Sango no le daría tregua y ella no pensaba ir vestida con algún vestido ñoño que usaba para la universidad.
Respiró hondo sabiendo que no había más remedio y se enfundo en aquel vestido negro. No se reconocía en el espejo, no reconocía ese cuerpo sensual que se reflejaba ante sus ojos.
—¿Ya estás lista, Rin? —la castaña rodó los ojos, en efecto, Sango no la iba a dejar en paz —¿Puedo entrar? —no tenía de otra, tampoco quería desentonar con Sango que iba vestida bastante sugerente, todos los hombres babearían al verla llegar.
—Sí, puedes pasar —Rin se sentó a la orilla de su cama para ponerse los únicas zapatillas de tacón que tenía, por suerte eran negras como el vestido, agradeció en su interior que hace unos meses sus amigas la obligaron a comprarlos.
—¡Wow, Rin, te ves espectacular! —la pequeña castaña se sonrojó por los múltiples halagos de su amiga, no estaba acostumbrada a recibirlos, y no es que los chicos no la notarán, al contrario, pero lo que llamaba la atención de ellos era precisamente esa ternura e inocencia que irradiaba, al menos eso le decían cuando se le confesaban, “eres muy hermosa, Rin, pero no es por tu físico que me gustaría salir contigo, me encanta tu forma de ser tan alegre, siempre le ves el lado bueno a todo y además eres una chica maravillosa…”, esas habían sido las palabras de el último chico con el que había intentado tener una relación.
—¿De verdad lo crees? —le preguntó a su amiga.
—¡Por supuesto que sí, pero es que tú no te das cuenta de lo atractiva que eres! —regañó.
—No me siento yo misma vestida así —respondió mirándose al espejo por enésima vez, seguía muy insegura.
—Te ves preciosa, amiga, tienes un cuerpo muy bonito, ya te lo dijimos muchas veces, eres pequeña, pero con un cuerpo bien formado, ¿a caso no te das cuenta de cómo te miran los chicos en la universidad? —sí, lo notaba, pero no le tomaba la importancia que sus amigas sí.

A pesar de que el teléfono de Sango sonaba insistentemente ella no desistió en su idea de salir a divertirse esa noche. Su chófer ya las esperaba abajo.
—¿A dónde las llevaré, Sango-sama? —preguntó el hombre.
—Al bar Shikon, por favor Hachi —el hombre asintió y colocó la ubicación en el GPS.

El departamento de Rin quedaba algo lejos del bar, pero gracias a que no había tráfico lograron llegar en menos de veinte minutos.
En el sitio no había muchas personas, probablemente porque aún era temprano, pero eso estaba bien pues encontraron lugar en la barra, así tendrían más oportunidad de pasarla bien, con suerte lograrían con algunos chicos.
El bar tender se acercó para tomar su orden…
—Yo quiero un Pepper Mint —dijo Sango.
—Y yo… hmmm… un Bandy Alexander, por favor —respondió Rin mirando la carta atentamente.

Mientras las chicas degustaban sus tragos, dos hombres entraban al mismo bar atrayendo todas las miradas, no solo de las mujeres presentes sino también de algunos hombres.
—Mira nada más cuánta carne fresca hay aquí, Sesshōmaru —Kirinmaru no perdía el tiempo en cuanto a mujeres se trataba, desde que llegaba a algún lugar su mirada comenzaba a buscar prospectos hasta dar con la chica que sería la afortunada de pasar la noche con él.
—Eres de lo peor —se quejó el peliblanco. Pero entonces alguien llamó su atención; esa pequeña figura en la barra le parecía conocida.
—¡No me lo puedo creer!, pero si es la chica Satō, es tu día de suerte, amigo —“y también el mío”, dijo para sus adentros el pelirrojo.
—Me voy… —el peliblanco no quería quedarse en el mismo lugar que la muchacha, era una tentación muy grande para él hacerlo, dentro de la universidad él podía frenarse, respetarla y respetar su empleo y su profesión, pero en el bar era otra historia, sus instintos de inmediato quisieron apoderarse de él, ir a la barra, llevarse a esa pequeña chica al baño y follársela duro y sin piedad.
—¡No seas ridículo, Sesshōmaru! es tu oportunidad  de comerte a ese corderito, mírala nada más… ufff ese vestido se le ve precioso, imagínatela sin él —las palabras del pelirrojo no hacían más que ofender al peliblanco, él no tenía derecho de expresarse así de Rin ni mucho menos de pretender ponerle sus asquerosas manos encima.
—¡Qué ni se te ocurra acercarte a ella! —advirtió ferozmente.
—¡Ja!, los celos te pueden mucho, amigo, si no quieres que esa encantadora jovencita termine con mi polla adentro, entonces aprovecha está oportunidad y ve por ella, ahora que también puedo apelar a nuestra amistad y pedirte como un favor muy especial que compartas un poco conmigo de ese delicioso dulce, me conformo con que me dé una buena mamada —el rostro de Sesshōmaru estaba desencajado, sus puños estaban apretados preparados para asestar un buen golpe en la risa sádica de su amigo, pero a quién quería engañar, si Kirinmaru era así con él era porque anteriormente ya se lo había permitido, solo bastó compartir una mujer una sola vez para que el pelirrojo lo convenciera de hacer muchas veces más.
—Ya te dije, Kirinmaru, ni se te ocurra acercarte a ella, busca alguna zorra que te quite las ganas, pero a ella déjala en paz —no estaba dispuesto a dejarlo salirse con la suya.
—Voy a ser muy claro contigo, Sesshōmaru, esa niña me gusta, me la pone dura cuando la veo en la universidad, si no he hecho nada al respecto es porque sé que te gusta a ti también y me atrevería a decir que de una manera diferente a todas las mujeres con las que has tenido algo que ver, pero si esta noche no te la llevas a la cama, entonces créeme, lo voy a hacer yo, ahora que también nos la podemos llevar los dos hoy, ya después te puedes quedar con ella, yo solo la quiero disfrutar una sola vez, luego es toda tuya. Ah, por cierto, si te vas, voy a llamar a tus padres para que organicen una cena con nuestras familias, ya sabes lo que le gustas a mi hermana, se pondría muy contenta de verte, ya ves que la última vez no te dejo ni a sol ni a sombra, tú decides —sentenció divertido.

El peliblanco lo conocía muy bien y sabía que si gran amigo era capaz de todo con tal de salirse con la suya. Muy en el fondo Sesshōmaru estaba deseando quedarse, hablar con la castaña y llevársela de ahí, a su departamento, al de ella o a algún hotel, no importaba a dónde, pero la deseaba; muchas veces tuvo que acariciarse solo para desahogar las ganas que tenía de ella cuando se la imaginaba, incontables veces la pensó arrodillada chupándole su erección o tumbándola sobre su cama, abriéndole las piernas y hundiendo su rostro para comérsela entera, beberse su excitación y hacerla llegar a un orgasmo descomunal.
No iba a permitirle bajo ninguna circunstancia a Kirinmaru hacer lo que él tenía ganas, Rin sería suya, porque, intuía que él también le gustaba a la castaña, se pone nerviosa cada vez que están cerca, en clase no le quita la mirada de encima, le coquetea, disimula y se escuda en su imagen tierna e inocente, pero bajo todo eso sabe perfectamente que es coquetería.

Sango le contaba a Rin la pela que había tenido con Miroku, pelea por la cual ahora estaban ellas dos en ese lugar, bebiendo cócteles e intentando ligar con algún hombre allí, al menos Sango lo hacía, Rin se dedicaba a escucharla y a darle pequeños traguitos a su bebida, no quería embriagarse y terminar haciendo tonterías.
—¡Nuestros profesores vienen hacia la barra! —le dijo Sango de manera bastante efusiva.
—¡¿Cómo?! —preguntó la pequeña castaña, no había comprendido cien por ciento lo que su amiga le dijo a causa del volumen de la música.
—Taishō-sensei y Osamu-sensei —le dijo casi susurrando pues ambos hombres ya estaban más cerca.

Rin se tensó de inmediato, “¡no puede ser, Taishō-sensei está aquí y me va a ver vestida así!”, su mente era un verdadero caos. A partir de ese momento ya no pudo concentrarse en nada más, solo pensaba en que él estaba ahí, no recuerda la música, no recuerda lo que si amiga le contaba, tampoco recuerda el sabor de su bebida, lo único que ocupaba su lente era la presencia de ese hombre.

No había pasado mucho tiempo, y mientras él peliblanco disfrutaba de su tragó no podía evitar vigilar a la castaña, cada vez que algún hombre se acercaba a ella su estómago se contraía, pero en cuanto era despachado por la chica él se relajaba y sonreía triunfante, “¿me rechazaría a mi también”?, se preguntaba a sabiendas que no, ella lo aceptaría sin problema.

—Deja ya de espiarla y háblale, Sesshōmaru —la situación parecía divertirse mucho al pelirrojo, pero también comenzaba a impacientarse.
—¡Cállate! —quería, de verdad deseaba estar con esa chica, pero en su mente pesaba mucho el hecho de ser su profesor, cómo iban a verse después, de qué manera deberían tratarse en la universidad, eran demasiadas cosas en su mente como para concentrarse en sus bajos instintos.

Por su parte, Rin no estaba más tranquila que el peliblanco, logró mirarlo disimuladamente varias veces, aunque en realidad su amiga sabía perfectamente que su actitud había cambiado cuando los profesores habían llegado al lugar.
—Taishō-sensei te gusta, ¿verdad —le pregunta le cayó como balde de agua fría.
—¡Pero que cosas dices, Sango, claro que no! —la sonrisa irónica de su amiga la molestaba un poco, ella siempre fue bastante cuidadosa para que nadie se diera cuenta, ¿o es que era tan obvia?
—No te hagas, al menos yo sí me he dado cuenta, y no te culpo, ese hombre es una verdadera tentación, créeme que si me pidiera sexo por calificaciones yo no lo pensaría ni dos veces, siempre que entramos a su clase tu ánimo cambia completamente, incluso hemos logrado sonsacarte para que no entres a algunas clases, pero la de Taishō-sensei no te la pierdes por nada del mundo —en el fondo la castaña sabía que era cierto, podía faltar a las demás clases, pero  la del peliblanco no se la perdía por nada del mundo.
—Eso es porque me gusta mucho la historia, es mi materia favorita y nada tiene que ver con él —tenía que intentar sonar lo bastante creíble para que su amiga la dejara en paz.
—Aja, si cómo no, ¡eso ni tú te lo crees!, además no tiene nada de malo, eres una mujer adulta, él también lo es, y estoy segura que a él también le gustas porque no te quita la mirada de encima y eres a la única que trata con decencia, a los demás parece que nos odia. Amiga, yo no te juzgaría si tuvieras algo que ver con él, es tu vida y tienes todo el derecho de vivirla como a ti te plazca, lo demás no tenemos porqué decir anda, solo piénsalo y si me permites, iré al tocador, no tardo —Sango se desapareció entre las personas dándole un respiro a la castaña.

Estaba muy nerviosa, nunca creyó que alguien se daría cuenta de sus sentimientos por su profesor, pero en algo tenía razón Sango, era su vida y podía hacer con ella lo que quisiera, eso implicaba meter a su cama a quien ella deseara, pero esto era diferente, él es su profesor, no un compañero de escuela, si algo llegar a pasar entre ellos, cómo sería su relación después de eso.
Kirinmaru notó la esencia de la otra chica y no desaprovechó la oportunidad, sin decirle nada a su amigo se puso de pie y camino en dirección a la pequeña castaña.
—¡¿A dónde diablos vas?! —increpó el peliblanco sin quitarle la mirada de encima.

El pelirrojo se posicionó al lado de Rin y llamó su atención…
—Buenas noches, señorita Satō —la chica dio un pequeño brinco debido a la sorpresa que le causó el repentino acercamiento de uno de los hombres.
—Buenas noches, Osamu-sensei… —Rin se puso de pie de inmediato para saludarlo con una respetuosa reverencia.
—No estamos en la escuela, no necesita tratarme con tanta formalidad aquí —la castaña sonrió levemente, si antes estaba nerviosa ahora sentía que caería al suelo en cualquier momento —¿Se ha ido su amiga?
—No, ella solo fue al tocador —respondió con una pequeña voz que apenas salía de su garganta.

Sesshōmaru conocía muy buena su amigo y si no hacía algo entonces esa chica iba a terminar formando parte de su lista. Decidió acercarse, después de todo él era su profesor y de cierta manera era responsable de su alumna.
—Buenas noches —cuando Rin escuchó esa voz profunda y autoritaria su cuerpo se volvió de gelatina, si corazón latía frenético, las palabras no salían aunque lo intentaba.

De pronto, todos fueron interrumpidos por Sango que volvió del tocador algo molesta.
—Bu… buenas noches, Osamu-sensei, Taishō-sensei —la hermosa joven hizo una reverencia para saludar a sus profesores, estaba sorprendida de verlo ahí al lado de su amiga.
—Rin, perdóname por favor, pero creo que tendré que mandarte de vuelta sola, Hachi te llevará —aquello le pareció muy extraño a la castaña, su amiga parecía estar en problemas.
—¿Qué sucede? —le preguntó tomándola del brazo para después disculparse con los dos hombres y alejarse un poco.
—Miroku fue de chismoso con mi padre y ahora no deja de llamarme, viene para acá, Hachi tuvo que decirle donde estábamos, discúlpame, amiga, de verdad que me da mucha pena, pero no creo que podamos llevarte, ya sabes cómo es mi padre cuando está molesto, incluso me gritó, creo que estoy en problemas, ¿no te importa verdad?, te prometo que voy a recompensarte —Rin sabía que no mentía, varias veces les tocó ver al padre de Sango cuando estaba molesto, el hombre podía convertirse en un verdadero ogro y obviamente no se detendría aunque ella estuviera en medio, así que la mejor opción era irse con el chófer de su amiga.
—Disculpen que me entrometa, pero acabo de escuchar que la señorita Satō será llevada por su chófer, pero nosotros como sus profesores no nos sentiríamos del todo seguros, no es nada en contra del tal Hachi, pero si la señorita acepta, nosotros podemos llevarla, ¿no es así, Sesshōmaru? —todos se quedaron mudos por unos instantes, sobre todo el peliblanco que sabía las intenciones de su amigo.
—¡Yo no sería capaz de ocasionarles esa molestia, Sensei! —se apresuró a decir la castaña.
—No es ninguna molestia, aunque no estemos en la universidad, nosotros somos responsables de ustedes en este momento, así que usted puede irse tranquila, nosotros nos ocuparemos de regresar sana y salva a su amiga —aunque esa no era su intención.

No sabía en qué momento había cambiado todo, de estar en su casa planeando cuál película ver mientras degustaba un rico pedazo de pastel y pollo frito, a irse a un bar con una de sus mejores amigas y, ahora, estar en el asiento trasero del automóvil de uno de sus profesores; Osamu-sensei estaba muy relajado y risueño, como si el alcohol que se tomó estuviera haciendo efecto, pero con Taishō-sensei todo era distinto, él estaba serio, probablemente enojado por haberle arruinado su noche, tal vez tenía planes de irse con alguna de esa sensuales mujeres del bar, solo pensar en eso le provocó un extraño estremecimiento, ¿celos?, por supuesto que no, ese hombre solo es su profesor y su trato solo tiene que ver con las palabras que cruzan clases, no hay nada más que eso.
El camino no le pareció conocido, estaba en una zona con bastantes luces u edificios muy altos, la gente que habita ese lugar seguramente tiene mucho dinero, pensó. De pronto el auto frenó frente a un edificio altísimo, la fachada era completamente de cristal, algunos autos de lujo transitaban por ahí o salían del estacionamiento subterráneo.
—Nos vemos el lunes, Kirinmaru —el pelirrojo abrió los ojos con sorpresa, cuando vio que habían aparcado fuera de su edificio pensó que tal vez llevarían a la castaña allí y harían lo que su mente se había imaginado por tantos días, pero ahora, al escuchar que su amigo lo estaba despachando lo dejo perplejo.
—¿Perdón? —preguntó confundido, tal vez había escuchado mal.
—¿Estás sordo?, te dije que nos veremos el lunes, yo llevaré a la señorita Satō hasta su casa, así que adiós, Kirinmaru —¿Y ahora qué hacía?, ¿molestarse con el peliblanco?, ¿mandarlo al diablo y hacer lo que tanto deseaba?, o tal vez lo mejor era dejarle el camino libre a su mejor amigo, él sabía lo mucho que le gustaba  la chica en el asiento trasero, pero es que a él también le gustaba, para un acostón claro está, pero en ese momento se sentía algo egoísta y no quería privarse del probar a la castaña.
—Bueno es que yo tenía pensado invitarlo a tomarse una copa allá arriba —su mirada esmeralda se clavó en los hermosos y expresivos ojos de Rin, ella se sonrojó notoriamente y sintió un revoltijo en el estómago.
—La señorita ya bebió lo suficiente esta noche, y yo tengo algunas tareas que calificar, nos vemos el lunes —aquello era caso perdido, ya no tenía oportunidad, su mejor amigo había cavado su tumba y muy probablemente nunca tendría a esa chica entre sus sábanas.
—Pero este es mi auto, Sesshōmaru —le dijo cruzándose de brazos.
—Mañana vendrá Jaken a dejártelo, buenas noches —contestó tajante.

Aquella situación tensó un poco el ambiente dentro del auto, Rin seguía sumida en el asiento trasero, tratando de pasar desapercibida de su profesor que claramente estaba molesto, con ella tal vez por tener que molestarse en llevarla hasta si casa que además de todo estaba muy lejos de esa zona.

—Pásese para enfrente y ponga su dirección en el GPS —la castaña estaba tan ensimismada, que al escuchar la voz profunda de su profesor dio un respingo y de puro milagro logró ahogar el gritó que iba a salir de su garganta.
—¡Vo… voy! —a toda velocidad salió de la parte trasera y de la misma manera se metió adelante, se puso el cinturón de seguridad y después puso su dirección en el celular de su profesor.
En efecto, estaban bastante lejos pues el tiempo estimado era de cuarenta y cinco minutos, pero de haber tráfico tal vez tardarían más.
—Taishō-sensei… —llevaban ya bastantes minutos en completo silencio, pero la castaña ya no pido evitar tener que hablarle, estaba muy nerviosa y probablemente está situación podría afectar la relación cordial que el profesor tenía para con ella —aún estamos algo lejos de donde vivo, yo no quiero causarle más molestias, probablemente le he arruinado su noche, así que, si usted gusta puede dejarme por aquí y yo pediré un taxi, de verdad, lo que menos quiero es desviarlo de su casa —Sesshōmaru no respondía, estaba completamente concentrado en no ceder ante sus impulsos; estar a solas con aquella hermosa mujer, tierna, pequeña e inocente no lo estaba dejando pensar con claridad.
—No diga tonterías —respondió parcamente para después sumirse en el mutismo absoluto.

Ambos tenían la mirada fija en el camino, aunque Rin no podía evitar de vez en cuando mirar a su profesor, sobre todo sus hermosa manos; eran muy varoniles y al mismo tiempo delicadas, pálidas y se notaba a leguas que eran suaves, se marcaban sus nudillos y las venas en sus antebrazos; las uñas se veían cuidadas, de dedos delgados… Se regañó a su misma cuando su imaginación voló a tal grado que se vio a si misma siendo acariciada por todos lados por esas manos.
—¿Ha cenado algo, Satō? —tal pregunta logró traerla a la realidad, pero le fue imposible responder con rapidez, antes tuvo que organizar el caos mental que ya tenía.
—N… no, Sensei, pero no tengo hambre —y como si de una broma se tratara, el fuerte rugido en su estómago la puso en una vergonzosa evidencia.
—Su cuerpo opina diferente —a Rin le pareció ver una pequeña sonrisa en los perfectos labios del peliblanco.

Seguramente su rostro estaba irremediablemente sonrojado, podía sentir el calor en sus mejillas, esa sensación no cambió ni siquiera cuando entraron a un restaurante. La mesera los guió hasta una de las mesas vacías, por suerte estaba un poco alejada de las demás, así evitarían el bullicio.
—¿Qué desea de cenar, Satō? —le preguntó sin despegar la vista de la carta.
—Eh… pues la verdad, no sé, Sensei, tal vez pasta —la castaña no podía concentrarse en nada más que en el hecho de estar al lado de su guapo profesor, aquel con el que había fantaseado casi desde que lo conoció.

La mesera escribió su orden retirándose enseguida con dirección a la cocina y mientras tanto, ninguno de los dos sabía ni cómo comenzar la conversación.

—Este lugar es muy agradable… —la chica se atrevió a romper el silencio —…¿Viene muy seguido aquí, Taishō-sensei?
—Es la primera vez que vengo —respondió algo cortante.
—Ya veo… —no sabía qué más decirle, parecía que el peliblanco no quería charlar con ella.
—Sus padres se extrañarán de no verla regresar con su amiga —ahora era él el que decía algo.
—¡Para nada! —contestó a toda velocidad —vivo sola, Sensei, mi familia vive en Niigata, solo yo estoy aquí en Nagoya, por la universidad, ya sabe —se sorprendió un poco aunque disimuló la sorpresa, no tenía conocimiento de que su alumna viviera sola.
—No tenía conocimiento de eso —comentó Sesshōmaru.
—Bueno, es que solo mis amigos lo saben, si yo fuera menor de edad sí tendría que dar conocimiento a las autoridades escolares, pero al ser mayor no tengo que hacerlo —la castaña sonreía levemente, pero en ningún momento se atrevió a mirar a los ojos a su profesor.

Nada más dijeron, la mesera regresó con los platillos, unas copas y una botella de vino.
—¿Quiere un poco? —le preguntó a su alumna, ella estaba entretenida en la canasta de pan.
—Hmmm… solo una copa, Sensei, tome un pequeño cóctel en el bar y no estoy acostumbrada a beber tanto —el peliblanco se aseguró de servirle solo un poco, no quería embriagarse.

La cena transcurrió tranquila, apenas y cruzaban algunas palabras, ninguno de los dos mencionó absolutamente sobre asuntos relacionados con las clases, ¿por qué?, ni ellos mismos lo sabían, pero por alguna razón sintieron que eso rompería el hechizo; cada uno, en su interior sentía las mismas inquietudes.

Retomar el camino fue un poco más liviano, de cierta manera Rin sintió que una pared de hielo entre ellos se estaba derritiendo pues su profesor parecía más relajado. De pronto, a la mente de la castaña vinieron las palabras de su amiga; todo lo que le dijo en el bar era cierto, le gustaba Taishō-sensei, por las noches pensaba mucho en él, se ponía nerviosa cada vez que él entraba al salón de clases, cada vez que lo veía a lo lejos por los pasillos o en la cafetería. Era verdad, lo deseaba como hombre. Miró el GPS, estaban a diez minutos de llegar a su pequeño departamento y su corazón ya parecía el galope de un caballo salvaje corriendo libre los  valles. Tenía que ser valiente porque en su interior sabía que el no intentarlo la haría arrepentirse toda la vida.
El pequeño y sencillo edificio en donde vive apareció frente a ellos, el aparato con la dirección marcó que habían llegado a su destino y entonces Sesshōmaru apagó el vehículo.
Nuevamente silencio absoluto, ya era muy tarde y no había nadie en las calles, apenas se podían ver algunas luces en los edificios aledaños y el único ruido era el que hacían los grillos. No quería irse, no quería dejarla aunque ciertamente era lo que tenía que hacer.
—La veré el lunes, Sa… —se quedó mudo cuando sobre su mano sintió la calidez de la palma pequeña y suave de su alumna. No lo miraba directamente, pero estaba muy rara.
—Yo me preguntaba si… si Taishō-sensei quisiera subir conmigo y tomar una taza de café —por un momento su corazón se detuvo, podría jurarlo, ¿era un sueño acaso?, ¿el alcohol estaba haciendo efectos en su cuerpo y ahora alucinaba que esa chica lo invitaba a estar en su departamento?

Mientras subían las escaleras esas preguntas seguían sin obtener respuesta, pero ahí estaba, siguiendo a la pequeña mujer castaña. Vivía en el quinto piso, según sus propias palabras era un edificio medio nuevo, apenas tenía cinco años de haberse construido y debido a que no era muy céntrico y la estación de autobús quedaba lejos, muchos de los departamentos seguían sin rentarse o ser comprados, ella no tuvo más opciones ya que su presupuesto era bastante limitado.

La puerta de entrada era blanca, afuera, de lado derecho había una maceta con una planta de hojas grandes y un pequeño letrero de madera en donde podía leerse “Bienvenidos”. Al entrar se topó con que no estaba oscuro completamente pues una pequeña luz azul alumbraba una pecera redondez en donde un muy colorido pez betta se escondía dentro de la cuevita.
Rin dejó su bolso y sus tacones en el diminuto genkan, el peliblanco la imitó quitándose sus lustros zapatos de marca.
—Adelante, siéntase cómodo —el calor era insoportable, o al menos la temperatura que ya perciban era algo acalorada, algo extraño considerando que estaba a punto de empezar el invierno.
La intención de Rin era dirigirse a la cocina y encender la cafetera, pero ya estaban allí, ya no había vuelta atrás y él ya no desaprovecharía la oportunidad. Sin más, sorprendiendo a la pequeña chica, Sesshōmaru evitó que se alejara tomándola por la diminuta cintura; Rin cerró los ojos y cuando volvió a abrirlos se encontró con su cuerpo pegado al fuerte y cálido cuerpo de su profesor que tenía sus ojos dorados fijos en los suyos.
—Taishō-sensei… —ni una palabra más, el peliblanco unió sus labios en un beso demandante, ardiente, un beso en el que le dejaba ver el deseo inminente que ella causaba en él.
No se opuso, recibió a su profesor con gran placer, se dejó hacer en su boca, permitió que la invadiera esa lengua perversa que se clavó en su interior probando cada centímetro. El sonido del beso era pecaminoso por sí solo, pervertido, pero delicioso y delirante.
—Tu habitación —dijo de pronto el apuesto hombre, la castaña señaló la puerta a la izquierda del genkan; Sesshōmaru la tomó por las nalgas provocando que ella tuviera que rodearlo con sus piernas y sostenerse de su cuello con sus brazos.
Ambos lo deseaban y lo harían, no iban a arrepentirse, o tal vez sí, pero ahora solo podían pensar en lo exquisito de comerse la boca. La cama era pequeña, no tendrían mucha libertad de movimiento, pero para lo que tenían pensado no necesitaban mucho espacio entre los dos.

Se le antojó acariciarla primero sobre el vestido, parecía otra piel, se amoldaban a sus curvas de una manera tan sensual; no le importaba parecer un pervertido, ansiaba manosear ese cuerpo de la cabeza a los pies, se sentía morboso en ese instante y no le preocupaba. Para Rin era exactamente igual, quería que esas manos la tocaran, quería que esa boca le besara todo el cuerpo, que la lamiera, entre más apasionado mejor.

La tensión sexual que ambos venían sintiendo no solo desde el bar sino desde que se conocieron, era la causante de que no hicieran falta las palabras, los dos sabían que lo querían. Sesshōmaru estaba impaciente, y de esa misma manera comenzó a bajar el cierre del vestido, quería verla desnuda; lo primero con lo que se topó fue con un sostén tipo strapless, de color negro y tela bastante delgada, casi transparente, sus pezones sobresalían y el peliblanco salivó de antojo, una última mirada hacía la chica para asegurarse que no se estaba arrepintiendo lo hizo saber que no, era todo lo contrario, la mirada de la castaña denotaba el fuego que los estaba consumiendo a ambos.
La obligó a tumbarse en la pequeña cama posicionándose él entre sus piernas, Rin se sorprendió al sentir algo muy duro entre ambos, su piel se erizó de tan solo imaginar que eso estaría dentro de ella en pocos minutos. Mientras tanto, Sesshōmaru se dedicó a probar esos pezones que amenazaban con romper el sostén, estaba dejando la tela mojada, lamía un pezón y con su mano masajeaba el otro, lo pellizcaba y lo amasaba, la castaña comenzó a respirar con pesadez, sentía su aliento caliente saliendo de ella.
Estuvo así por varios minutos, deleitándose aún con la tela impidiendo que sintiera su piel, pero ya era hora de desnudarla por completo, deseaba de manera lujuriosa ver el color de esos exquisitos botones, su tamaño y su textura. De un solo tirón rompió el pequeño sostén, ni siquiera se tomó el tiempo de desabrocharlo cómo era debido y a la castaña no le importó a pesar de que era su favorito; Sesshōmaru se lamió los labios, si bajo la tela le resultaron exquisitos, ya sin ella de por medio aquello era una obra de arte, rosaditos, pequeños y completamente erguidos esperando que él los degustara.
—Divinos… —susurró pellizcándoselos, provocando un fuerte gemido por parte de su alumna.
Nuevamente llevó sus labios hasta los de Rin, no quería dejar de probar su boca y mientras sus manos gozaron se sentir aquellas protuberancias suaves, pequeñas, pero que se amoldaban a la perfección . La pequeña castaña jadeaba sin cesar, estaba disfrutando los besos y caricias como nunca se imaginó hacerlo, en su vida solo había estado con otro hombre; un par de años atrás tuvo un novio que, aunque le demostraba que la quería, nunca la hizo sentir como ahora, todo fue hasta cierto grado aburrido y monótono, nada tan mágico como lo estaba siendo ahora.

Sin darse cuánta comenzó a mover sus caderas intentando rozarse con el miembro del peliblanco, él notó que ella estaba buscando sentirlo así que se apresuró a enderezarse un poco y de manera rápida comenzó a quitarse la ropa. Rin estaba embelesada contemplando la escultural figura de su profesor, era obvio que hacía ejercicio y que se cuidaba mucho pues su cuerpo era musculoso, su abdomen parecía estar esculpido como una de esas figuras hechas en mármol, su piel suave y tan pálida que parecía nunca había tomado el sol.
En ese momento se sintió atrevida y sin previo aviso se inclinó hacía adelante para alcanzar aquella piel con sus labios ya sin el brillo color cereza que se había puesto horas antes; el peliblanco se estremeció al sentir los cálidos besos recorrer su pecho y su abdomen.

Desnudos completamente ya y sin que nada les estorbara, se dedicaron a proporcionarse besos y caricias, manosearon sus cuerpos como si cada uno quisiera grabarse cada curva de sus cuerpos. Sesshōmaru volvió a entretenerse con los pequeños senos de la castaña, la sensación en su cuerpo era extremadamente placentera y entre sus piernas sentía emanar su excitación.
Los besos del peliblanco fueron recorriendo cada centímetro de su cuerpo de manera descendente, no dejo ninguna zona libre de sus labios; los nervios de Rin aumentaron cuando lentamente se fue acercando a su intimidad, la vergüenza se apoderó de ella cuando él depositó algunos besos en su monte de Venus.
—Sensei… —quería detenerlo, sabía perfectamente lo que él iba a hacer, esto era nuevo para ella y no se atrevía a permitírselo —Sensei… yo no… —el peliblanco subió rápidamente para callar sus quejar con un beso, quería relajarla y al mismo tiempo hacerla desear mucho más.
—Silencio, Satō, tu Sensei va a hacerte disfrutar mucho esta noche —Rin no podía creer que ese hombre le dijera esas cosas, pero ciertamente la excitó mucho más.

De nueva cuenta el peliblanco viajó hasta aquella zona que hasta hace un día había estado prohibida para él. Sin perder más tiempo u para evitar que ella volviera a ponerse nerviosa, Sesshōmaru comenzó a besar los muslos de la chica, los recorrió de igual manera con su lengua, se tomó su tiempo en cada uno; la piel de Rin era demasiado tersa y olía delicioso, seguramente utilizaba aceites para cuidarla.
Antes se había negado a proporcionarle tal placer a otras mujeres, en sus encuentros, casuales todos, era él quien recibía tal favor, pero nunca se le antojó meter la cabeza entre las piernas de ninguna, en cambio esa noche la zona íntima de esa chica lo atraía como si de un imán se tratara.
Probar esa zona fue por demás erótico, su miembro se sintió más duro y ávido de atención que nunca; el aroma y el sabor de la castaña lo estaba convirtiendo en un verdadero animal. Mientras tanto, Rin apenas podía respirar, si cerebro trataba de procesar todo lo que estaba sucediendo, pero en lo único que podía concentrarse era en lo maravilloso que se sentía ser lamida de tal forma por su profesor, estaba como posesa, deseando más.

El peliblanco le mantenía las piernas bien abiertas, con el trasero un poco elevado sostenido por sus fuertes manos que no desaprovecharon la oportunidad para hundirse en la piel suave de sus nalgas firmes. Los gemidos de su alumna lo estaban volviendo loco, ella lo estaba gozando y su ego se elevó hasta el cielo, pero lo más importante era hacerla disfrutar del sexo. Las otras mujeres no se mojaban tanto como ella, las otras mujeres no gemían como ella, las otras mujeres no olían ni sabían cómo ella; ella es única.
El momento para utilizar sus dedos había llegado, sin dejar de jugar con su hinchado clítoris comenzó a acariciar los pliegues de Rin con el pulgar, despacio, de arriba para abajo y viceversa, llenándose las falanges con los profusos fluidos.
—Es usted una delicia, señorita Satō —para Sesshōmaru también era una sorpresa comportarse así; el sexo para él era solo un acto que le ayudaba con el estrés acumulado, iba a un bar, observaba a las mujeres, elegía a la que le parecía más atractiva y acto seguido la follaba en algún cuarto de hotel; después de liberarse salía de la cama, se colocaba su ropa y salía sin decir absolutamente nada, ni siquiera se tomaba la molestia de bañarse, eso lo hacía en su departamento.
Esa noche Sesshōmaru se sintió diferente, deseaba que ella lo disfrutara incluso más que él, quería tomarse su tiempo , no importaba lo doloroso que le estaba resultando no darle la atención debida a su pene. Los dedos del peliblanco invadieron la húmeda cavidad, se sentía apretada, le provocaron algo de dolor, pero este fue reemplazado por un placer indescriptible; la castaña no paraba de gemir, se cubría el rostro apenada, es que todo era tan nuevo para ella, ese goce nunca lo había experimentado parecía un sueño, o tal vez sí estaba flotando de verdad, quién sabe, porque ella creía estar levitando, la cama bajo ella había desaparecido.
La mano y la lengua de Sesshōmaru la estaban llevando directo al paraíso.
—Está a punto de correrse, Satō, quiero escucharla gritar —las paredes vaginales de la castaña le estaban comprimiendo los dedos, la lengua le dolía, pero no pensaba detenerse de lamerla hasta que ella llegara a su orgasmo, la siguió embistiendo con tres de sus dedos; ella no hacía más que gritar, ya no podía callar su voz ni cubriéndose la boca con ambas manos, sintió algunas lágrimas recorrer sus mejillas, todo su cuerpo estaba caliente y entonces, el estallido en sus entrañas la dejó completamente temblorosa, su cuerpo se sacudió apretando entre sus piernas la cabeza de su profesor. Instantes después los estragos del clímax la dejaron completamente lánguida sobre el colchón, apenas podía respirar con tranquilidad, su corazón latía estrepitosamente y su vista nublada apenas le permitía ver la sonrisa en los labios de su Sensei.

El sueño comenzó a vencerla, pero el peliblanco no tenía planeado darle tregua y antes de que ella sucumbiera al cansancio, Sesshōmaru se colocó en medio de sus piernas, después buscó en su billetera y sacó un paquetito color negro. Rin apenas y se daba cuenta de lo que estaba pasando, pero de pronto, su Sensei la elevó hasta dejarla sentada sobre sus piernas; volvió a besarla, está vez de una manera mucho más demandante que las anteriores, su lengua recorría los lugares más recónditos, aún tenía el sabor impregnado de su humedad.
—Espero que esté lista… —acto seguido, la castaña fue recostada sobre el colchón, Sesshōmaru se colocó a toda prisa el preservativo. Con mucho cuidado comenzó por acariciar con su erección la entrada de su alumna, estaba tan mojada que resbalaba tan fácilmente y tan delicioso.

Los senos de la castaña volvieron a captar toda su atención, se los estrujaba y mordía. Estaban ya en el punto sin retorno, su unión cambiaría muchas cosas, ya nada sería lo mismo entre profesor y alumna, pero siendo realistas a ni hubo de los dos le preocupaba aquello. La intromisión comenzó de a poco, el peliblanco estaba siendo lo más cuidadoso posible; la castaña lo recibió entre sollozos y quejidos de dolor, pero a sabiendas que pronto daría paso a gran placer

—¿Me detengo? —le preguntó Sesshōmaru observando la mueve de dolor en la chica.
—Mmm… No… No se detenga, Sensei, quiero tenerlo dentro —era el permiso que necesitaba, justo en ese momento se adentró en ella de una sola estocada.
Fue doloroso, pero nada que ver con aquella primera vez con ese chico aburrido que nunca la hizo sentir que la vida era una maravilla. El ritmo era lento, tratando que ella se acostumbrara, sin embargo el dolor no desaparecía por completo aunque de a poco las sensaciones le gustaban mucho más.
Se movía sensualmente dentro de su alumna, las estocadas llegaban profundas, el grosor de su pene rozaba sin dificultad las partes más sensibles de su vagina y ella sentía que todo su ser le pertenecía a esa hombre. No importaba si después de esa noche esto no volvía a ocurrir, solo podía pensar en el aquí y ahora, lo disfrutaría al máximo sin arrepentimiento.
Era una suerte que viviera sola y que su departamento no estuviera cerca de los ya habitados, su gritos quedarían sellados tras sus paredes, no habría testigos de esos dos amantes entregándose a sus instintos. La velocidad iba en aumento, en cuando se dio cuenta que su alumna empezaba a gozar, el peliblanco arremetió con más rudeza.
—¡No pare, Sensei!... —le suplicaba la castaña aferrándose a su espalda.
—¿Le gusta así, Satō? —el hombre se desconocía a sí mismo; odiaba las palabras durante el sexo, aunque por alguna razón le gustaba escuchar la dulce vocecilla de Rin.
—Aaahhhh... ¡Si!, ¡no se detenga, deme más fuerte! —la penetraba bestialmente, el sonido de sus testículos chocando con el cuerpo de su alumna lo llevaron a un nuevo nivel de lujuria. De algo estaba completamente seguro, desearía repetir esta noche las veces que fuera necesario, enseñarla a la chica nuevas formar de placer, posiciones y juegos, uno más perverso que el otro… Quería hacer de todo con ella y lo haría.

De repente Rin vio girar todo frente a sus ojos, su rostro enrojecido, ahora estaba sobre la almohada. Otra vez, de una estocada se adentró en su intimidad dilatada, la humedad en ella comenzó a escurrir en sus muslos, la cama misma estaba mojada, era morboso, pero le estaba encantado.
Uno, dos, tres azotes en sus nalgas, dolieron, probablemente su piel estaría muy roja, pero esperaba que esas fuertes manos se quedarán marcadas.
Sesshōmaru se inclinó hacía adelante pegando su torso a la espalda de la castaña, una de sus manos viajó hasta tocar los senos de la pequeña chica mientras la otra se dirigió hasta el clítoris; jugueteó con él pues sentía que su orgasmo estaba pronto a llegar, lo mismo sentía Rin, cada vez estaba más cerca de llegar por segunda vez a su clímax. Las estocadas fueron más rápidas y profundas, ya no salía por completo de ella. No pasó mucho tiempo hasta que ambos se corrieron gimiendo de placer. No salió abandonó su interior hasta que se vacío por completo en el preservativo.
Por su parte, Rin respiraba agitadamente, todavía temblaba, los estragos de su orgasmo la tenían sumida en su propio mundo.

Esa noche fue bastante larga, no pararon hasta que el peliblanco se terminó todos los condones que llevaba; se entregaron hasta muy entrada la madrugada.
Sesshōmaru supo que era hora de irse, tenía muchas cosas en la mente y prefería poner sus ideas en orden sin tenerla cerca. Simplemente salió de la cama, tomó su ropa y antes de salir de la habitación le dirigió algunas palabras a la castaña:
—No olvide que tiene que entregar un ensayo, la veré en la escuela —acto seguido, Taishō-sensei salió de la habitación.

Rin estaba exhausta, aún así pudo ponerse a pensar en que probablemente su profesor se había arrepentido, ella no lo estaba, no lo estaría nunca.



El día lunes fue diferente a todos los demás, la castaña no dejaba de pensar en lo sucedido, cada que miraba su reloj sentía el estómago más y más revuelto pues se acercaba la hora en la que tomaba clase con Taishō-sensei.
Sus amigas la notaron rara, aunque le insistieron para que les dijera qué era lo que tenía, Rin se negó a contarles algo inventando cómo excusa que tenía algunos problemas en su trabajo, solo así pudo dejarlas conformes.

Cuando entró al aula, el peliblanco ya los esperaba sentado en su escritorio, tenía la vista puesta sobre las libretas que sus alumnos le habían dejado para calificar el fin de semana.
Dos horas de clase sin siquiera mirarla a la cara, antes lo hacía, sin embargo ahora lo sentía distante, pensó que probablemente se había decepcionado de ella al serle tan fácil llevársela a la cama y lo peor era que había sido ella quien lo atrajo a su departamento. Su corazón se rompió en mil pedazos.
Esa tarde de regreso en su casa, no soportó ni un minuto más y rompió a llorar, se había enamorado de ese hombre prácticamente desde que lo conoció y ahora se daba cuenta que lo mejor era conservarlo como el amor platónico que era.
—No seas tonta, Rin, sabías que esto podía pasar, así que, límpiate las lágrimas y enfócate en lo que de verdad importa —la castaña respiró muy hondo, sintió que sus pulmones iban a estallar y así, tratando de dejar de lado sus sentimientos comenzó a sacar las libretas de su mochila.
Para colmo el peliblanco les había dejado algunos deberes y recordó entonces que ni siquiera había revisado las notas de la libreta, siempre lo hacía.
Sus enormes ojos cafés se hicieron más grandes todavía cuando leyó la pequeña nota de color amarillo pegada la última hoja utilizada…

“Lamento haberme ido de su departamento de esa forma, tenía que pensar en muchas cosas y sé que usted también. Aún no sé lo que quiero, pero si de algo estoy seguro es que quiero descubrirlo con usted. Acepte mis disculpas y permítame visitarla esta noche en su departamento, tenemos que hablar.

Taishō Sesshōmaru"


Su corazón le latía con fuerza, su emoción era absoluta, tanto así que se olvidó de todas las tareas que debía entregar al día siguiente. Su departamento estaba limpio, pero ella aún tenía puesta la ropa que llevó ese día a la universidad. A toda prisa se levantó de la silla de su escritorio, se desvistió aventando las prendas en el cesto de ropa sucia y entró al baño empujando la puerta que se estrelló contra la pared; se dio una ducha en tiempo récord, salió con la toalla envuelta, secó su larga cabellera, corrió al armario y eligió el atuendo más bonito que tenía.
—¿Preparo algo de cenar? —se cuestionó caminado rápidamente al refrigerador, por suerte había hecho las compras unos días antes.
Organizó todo perfectamente, quería verse linda, pero tampoco planeaba que él se diera cuenta que estaba emocionada, prefería que todo pareciera natural.

Eran pasadas las siete de la noche cuando sonó el timbre de su puerta, dejó caer sobre su escritorio el bolígrafo con la graciosa figura de una rana. Después terminaría sus tareas, la visita era más importante.
Cuando abrió se quedó embobada con la alta figura de su profesor, vestía un traje gris, no era el mismo que llevaba puesto en la universidad.
—Buenas noches, Taishō-sensei —le dijo la castaña con esa hermosa sonrisa resplandeciente —adelante —el peliblanco entró dejando sus zapatos en el genkan como esa noche.
Estaba serio como de costumbre, con ese hermoso porte varonil y estoico que lo caracterizaba. Rin lo invitó a la mesa, Sesshōmaru aceptó cortésmente, probablemente ella había cocinado para él después de leer su nota, no tenía intenciones de desairarla.

La cena transcurrió silenciosa como cuando estuvieron en el restaurante, es que ninguno de los dos sabía por dónde empezar, pero su profesor quería o más bien necesitaba hablar cuánto antes.
—Señorita Satō… —comenzó —sepa usted que yo no acostumbro a acostarme con mis alumnas, he sido irresponsable al hacerlo con usted —el pecho de la castaña comenzó a desinflarse nuevamente —soy su profesor, soy responsable de usted y lo que hice fue poco profesional…
—¡Por favor, Sensei, no tiene que decir nada más!, yo lo entiendo, hicimos mal, así que hagamos como si nada de esto pasara, y pierda cuidado, nadie va a enterarse —sería muy complicado verlo todos los días en la escuela, pero su mundo no se iba a derrumbar.
—Déjeme hablar, Satō. Quiero que sepa que yo no me arrepiento de lo que pasó, jamás lo haré, pero no niego que hubiera preferido que las circunstancias fueran distintas, todo sería más fácil para ambos, sin embargo, no quiero que las cosas se queden así. Rin… —era la primera vez que le hablaba sin formalidades —probablemente esto no sea correcto, tal vez las cosas no funcionen, pero quiero intentarlo, quiero hacerle el amor cada vez que tú lo desees, quiero verte todos los días, cenar contigo, platicar, reírnos… No hay garantía de que sea una relación duradera, no la hay con ninguna relación, pero puedo esforzarme por que valga la pena, es por eso que he decidido dejar mi puesto en la universidad y aceptar el trabajo en la empresa familiar, soy el hijo mayor y mi padre me ha suplicado por muchos años que me haga cargo de su puesto en la compañía, considero que esa es la mejor opción para que, si tú me aceptas, las cosas marchen bien y podamos tener una relación libremente, ¿qué me dices?





Los meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos, los amigos de la castaña tuvieron que acostumbrarse al poco tiempo que podía compartir con ellos pues, su amado novio demandaba todo su tiempo. Rin y Sesshōmaru decidieron vivir juntos después de cuatro meses de noviazgo, su relación funcionaba perfectamente para sorpresa de todos los que los conocían, siempre se preguntaban cómo era que un ser tan lleno de luz y alegría soportara ese carácter de los mil demonios del peliblanco; la realidad era que los dos se complementaban, la castaña era todo lo que él necesitaba y viceversa.
Todo lo que ellos pensaron que tenían en contra quedó relegado dando paso a algo sólido que juntos fueron construyendo día con día. La pasión que desbordaba entre ellos los dejaba exhaustos todas las noches, no se daban tregua a excepción de esos días en los que Rin estaba indispuesta, aunque la verdad en alguna de esas ocasiones eso no fue un impedimento para dejarse llevar con sus instintos.

La familia Taishō acogió a Rin con cariño, todos estaban felices pues notaron el cambio en Sesshōmaru. La familia de la castaña aceptó al peliblanco sabiendo que era un hombre serio y responsable, de un apellido respetable y que trataba a su hija como una verdadera reina.
La felicidad les mostraba su mejor cara, todo comenzó desde aquella mañana en la que Sesshōmaru la vio entrar al salón; la brisa que se colocó por la ventana meció su cabellera castaña, su perfume viajó como un hechizo hasta su nariz. La bella sonrisa de su alumna lo cautivó derritiendo la gruesa capa de hielo que cubría su corazón. Ella fue suya desde ese momento y así sería por el resto de sus vidas.


Fin.

















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⏰ Última actualización: Feb 23, 2022 ⏰

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