No puedo sacarte de mi cabeza.
No puedo olvidar.
El día en que nos conocimos.
Cuando me dijiste por primera vez te amo.
Mucho menos cuando todo aquello duele ahora al recordar, te fuiste sin despedirte.
Ahora pienso.
Ese "para siempre" fue tan obvio.
Fue tan obvio pensar que podías estar aquí para mi en una vida tan corta, donde el "siempre" es pura frase romántica.
Donde se lee como "siempre" pero se siente "hasta donde esto llegue".
Pero en este caso, no fuimos nosotros quien acabó por decir que ese para siempre acababa aquí.
Fue tu débil corazón, que poco a poco dejaba de latir.
Recuerdo que me decías; "Te amo tanto tanto, que mi corazón no puede aguantarlo"
Y de alguna manera me lo creía, tu manera de demostrarme el amor más puro y hermoso que pude conocer me lo demostró, deseando absurdamente que dejes de amarme si aquella era la única forma en que tu corazón no se detenga.
El verte cada día en la sala de hospital, temiendo que sea tu último día conmigo, hizo que aprecie aún más cada segundo a tu lado.
Pero el destino es tan cruel que aveces me hace dudar quien es el diablo en realidad.
Cuando busque los documentos donde decía que ambos estamos enlazados, de manera que seamos esposos, suena mi telefono, dando por hecho.
Dando por hecho que el amor de mi vida se había ido.
Que mi ahora esposo, no logro saber que lo era.
Ni que tampoco tenía una sorpresa.
Todo se derrumbó.
Todo se marchito.
Mi alma, mi corazón, mi amor y mi luz.
Por eso cada hora, espero volver a verte, volver a encontrarnos.
Viviré mi vida como tu lo dijiste en tu testamento.
Viviré por los tres.
Hasta que el momento de verte llegue.
Y te dire todo aquello que tenía que decirte y no pude en el día de tu partida.
Esperando que me ames como lo hiciste en esta vida y que tengamos un corazón que pueda soportarlo.
Por qué se que nos amaremos locamente y romperemos aquel "para siempre" estando juntos en esta vida y en la otra, cambiando ese "para siempre" por un "eternamente".
