- vino y pastillas para cenar, a ver si tenemos suerte y mañana no despertamos - le dije con sarcasmo al chico tan familiar que estaba en la acera de enfrente.
- la muerte acecha, y cuando menos te lo esperes va a estar llamando a la ventana de tu habitación, y no vas a tener más opción que irte con ella. Pero aquí entre nosotros, te doy mi palabra de que la muerte no es lo que parece, estuve con ella 24 segundos y de lo único que me arrepiento es de haber vuelto a respirar - me respondió tranquilamente.
- y supongo que por eso estás en medio de la acera, a las 4:27 de la madrugada, con un frasco de lorazepam y una botella medio vacía de vino, narrando tu historia.
- la idea de la muerte no suena tan mal, pero el hecho de morir es tan discutible, el futuro es tan incierto, tan esperanzador, que ahora mismo me estoy arrepintiendo de mi intento de huir de aquí... ayudame a vivir, Ginebra - me dijo el chico que estaba intentando levantarse con dificultad.
al escucharlo hablar otra vez reconocí su voz, era Mikel Aznar, conocido en el pueblo como el flaco, todo el mundo lo conocía ya que su madre tenía antecedentes muy cargados. llevaba ya un par de años en la cárcel, por proxenetismo. el flaco fue de casa en casa de acogida hasta que cumplió 18 años y pudo volver a casa de su abuela, donde vivía actualmente, claramente esto le causó muchos problemas en su vida, en el instituto, y demás.
hace aproximadamente unos 4 meses sufrió un coma etílico, dejó de respirar 24 segundos, pero volvió a la vida. y nadie sabe si se enorgullece o se arrepiente de eso.
me levanté de donde estaba y fui a ayudarlo a levantarse y vomitar toda la mierda que llevaba dentro, tiré las pastillas y el vino por una alcantarilla que teníamos al lado y lo acompañe a casa.
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- gracias por ayudarme, si no hubiera sido por ti no se que hubiera hecho ahí - me dijo con dificultad y voz ronca
- no es nada, yo tampoco se que hacía ahí, supongo que era el destino salvarte de la muerte una vez más
- si, aún no es mi momento de morir - respondió pensativo - ya estamos llegando a casa, puedes quedarte a dormir si quieres, y mañana te acompaño al instituto.
llegamos a su casa y estaba como siempre, una pequeña pero acogedora casita, un poco desordenada, llena de cd's y vinilos de punk en el suelo y sofá, pero siempre tan familiar, había venido un par de veces de pequeña, su abuela nos invitaba siempre a pasar cuando hacía galletas o algún postre y nos daba un poco para luego volver a jugar al cementerio de enfrente.
al entrar me ofreció sobras de pizza y una cerveza, comimos mientras conversábamos, aunque el aún no se podía mantener en pie y se notaba su malestar.- que vas a hacer mañana? - me preguntó con la boca llena.
- no lo sé, supongo que mis padres me castigarán por salir de casa a las 4 de la mañana y no volver, les diré que fui a ayudarte y que era urgente y se me hizo de día entre tantas cosas.
- bueno, te lo digo porque mañana he quedado con Tristán y Aura, vamos a ir a nuestro sitio del cementerio, sabes dónde no?
claro que lo sabía, habíamos estado muchas veces ahí de pequeños, apreciaba mucho ese lugar por todo el tiempo que pasamos allí en nuestra infancia, mientras todos los niños iban al parque del centro, nosotros teníamos nuestra guarida en el cementerio.
- claro, si puedo ir te aviso, me gustaría ir.
fuimos al salón, recogió sus cosas del sofá y me trajo una manta, haciéndome señas para que no hiciera ruido y se despertara su abuela.
- buenas noches Ginebra, gracias por acompañarme esta noche y perdón por lo que ha pasado - me dijo susurrando
- no es nada, gracias a ti por traerme aquí.
mañana será otro día