Chapter 1: Mom is pregnant.

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En la noche de navidad de mil novecientos setenta y seis, mamá nos reunió en el salón para decirnos que tenía que anunciar algo realmente importante. No sólo estábamos nosotros, sino también las hermanas de mi madre, y un amigo de mi padre que se había presentado ahí para ayudarlo a escapar de esa reunión familiar para ir al pub de la esquina. Paul y yo estábamos sentados en el sofá, hinchados de pavo relleno con patatas mientras Liam jugaba con su camión de bomberos en el suelo. Recuerdo bastante humo de tabaco negro, que era lo que por aquel entonces fumaba nuestro padre, en el ambiente y toser de vez en cuando, esperando que mamá soltara lo que tuviera que decir para meterme en la cama. Recuerdo la forma en la que sonrió cuando se puso frente a nosotros. Fue una sonrisa ilusionada, pero también algo temerosa, como si tuviera miedo de algo que yo no comprendería hasta muchos años después. Íbamos a tener un hermanito. O una hermanita, con suerte. Al parecer, mamá llevaba un mes embarazada y el nuevo bebé nacería para verano. Los chillidos de las hermanas de mi madre llenaron la habitación, mientras Paul y yo compartíamos una mirada significativa. Otro mocoso en la familia. Si no era suficiente con Liam, ahora venía Liam dos. Éste, que no comprendía lo que pasaba, siguió jugando con su camión de bomberos, algo más pensativo que antes, y papá se quedó mirando como las tías abrazaban a mamá. Se quedó un momento en silencio, luego se levantó de la silla, y con un movimiento de cabeza tanto él como su amigo abandonaron la casa. Cuando estaba en la puerta, aquel hombre felicitó a mi madre a modo de despedida. No me sorprendió que papá se fuera. Al menos no se había puesto a gritar.

Como recompensa por ser unos "buenos chicos", mamá nos preparó chocolate antes de ir a dormir, el cual devoramos aunque estuviéramos a reventar. Por supuesto, Liam recibió la taza más grande. Me pregunté en aquel momento, mirando con los ojos achinados a mi hermano si cuando el nuevo llegara, mi madre sería así de permisiva con él. ¿Sería el bebé el nuevo favorito de mamá? Esperé que sí, simplemente para ver la cara que se le quedaba a Liam cuando le negara sus caprichos y se tuviera que llevar al pequeño a todas partes. Entonces sabría lo que es ser un hermano mayor. Después de acabar el chocolate, mamá nos mandó a dormir. Cuando Paul y yo nos metimos en nuestras respectivas camas, empezamos a hablar de todo aquel asunto. No de cómo nos sentíamos, si no de las consecuencias que pensábamos que podría llegar a tener. La casa sólo tenía tres habitaciones, así que cuando llegara el bebé ¿compartiría cuarto con Liam? ¿O meterían a Liam en el suyo para que el bebé tuviera su propia habitación? No, estábamos determinados a que aquello no podía ser. Estábamos seguros de que el nuevo sólo traería problemas. Más tarde, cuando estábamos hablando sobre fútbol medio somnolientos, la puerta se abrió para dejar pasar al enano de Liam, con su camión de bomberos atado con una cuerda, como su fuera una mascota. Cerró la puerta tras de él y se acercó a nosotros.

- ¿Qué es embarazada?

Paul y yo nos miramos, confusos. El enano era demasiado pequeño para saber formular bien una pregunta, por lo que le preguntamos que qué quería decir. Como si estuviera haciendo un esfuerzo inmenso, puso cara de concentración y volvió a preguntar.

- ¿Qué pasa si mamá está embarazada?

- Que vamos a tener otro hermano, mocoso - respondí - vas a tener un hermano pequeño. Felicidades. - solté cargado de sarcasmo.

Algo en el rostro de Liam se iluminó tras unos instantes de confusión, como si estuviera asimilando todo lo que le decía poco a poco. Nos sorprendió que pareciera tan contento, siendo que era el más egoísta de los tres, y pensamos que quizá su mente de niño pequeño no asimilaría todas las consecuencias, tal y como nosotros hacíamos. Liam abandonó nuestra habitación con una sonrisa enorme y Paul se quedó dormido casi enseguida. Sin embargo yo me quedé un rato preguntándome si las cosas cambiarían mucho en casa. Al día siguiente Paul y yo le dijimos a mamá que no podía tener el niño, que traería demasiadas complicaciones y ni él ni yo estábamos de acuerdo. Esa fue la primera vez que mi madre nos dio una colleja y no nos compró merienda después de misa. Lo siguiente que recuerdo es ver a mamá con una tripa enorme, cosiendo unos calcetines pequeños y ridículos llamados patucos. Y los estaba tejiendo de color rosa. Yo le pregunté por qué los hacía en ese color y ella respondió que tenía la certitud total de que sería una niña. O al menos eso esperaba. Bueno, al menos mamá estaba de acuerdo en que no querían otro chaval. Mi padre decía que eran tonterías, que probablemente acabarían teniendo otro desgraciado que acabaría como mucho de fontanero en Burnage, pero mi madre intentaba ignorarlo. Pasaron los meses y la tripa de mi madre seguía creciendo y creciendo, y con ella nuestra preocupación por la llegada del nuevo. Más que preocupación era ansiedad. Una vez Paul y yo estuvimos despiertos toda la noche, cuando mi madre dijo que sentía una contracción en el estómago. Una falsa alarma. Siempre podríamos ir al hospital y decir que el bebé se había perdido y dárselo a otra familia que lo necesitara. Papá nos escuchó y nos dio varios golpes a cada uno.

Llegó julio, el olor a calor y con él, algo que ninguno esperábamos. Liam comenzó a hacer sitio en su propio cuarto para compartirlo con el bebé sin que nadie se lo hubiera dicho. Mi madre lo atribuía a un rayo de compasión que le había inculcado el ir a misa, pero yo sospechaba que mi hermano pequeño creía que el bebé sería para él, como un juguete más como su camión de bomberos, que había acabado abandonado en algún rincón del jardín. Paul se había dado un poco por vencido, pero yo lo convencí para trazar planes malvados contra el nuevo. Podríamos hacerle el vacío, raparle el pelo, ponerle un cartel de "se vende" en el jardín o algo por el estilo. En agosto llegaron los días de excursiones al río y largas tardes de fútbol con los amigos. Paul seguía tocando la guitarra en el jardín y verlo hacía que me entraran unas ganas tremendas de probarlo. No podíamos tocar la de papá, así que tendría que cogérsela cuando él no se diera cuenta.

La noche del día siete nos pusimos a cazar luciérnagas con tarros de cristal. Era una noche con muchísimas estrellas y habíamos convencido a Liam de que las luciérnagas eran estrellas bebé que flotaban cerca del suelo. Recuerdo que bebíamos limonada con hielo. Una noche perfecta, porque además papá no estaba en casa, pero si nuestras tías, que habían decidido pasar unos días con mamá. Y entonces lo escuchamos, el ruido de un vaso de cristal estrellarse contra el suelo. El bebé estaba llegando. Se llevaron a mamá al hospital y nos quedamos con nuestra tía Maggie, que nos mandó casi enseguida a la cama. Paul y yo estábamos como si nos hubieran arrancado la alegría del cuerpo de un zarpazo y nos fuimos a la cama a seguir trazando planes contra el nuevo. Liam también vino a nuestra habitación, pero se quedó dormido en mi cama en menos de un minuto con una sonrisa en la cara. No dormimos nada aquella noche, ni Paul ni yo. Fue muy larga, aunque la aprovechamos para jugar con los caballitos de plomo y leer comics. Finalmente, a las siete y media de la mañana, nuestra tía subió para decirnos que el bebé ya había nacido. Como si nos preparáramos para un funeral, Paul y yo nos vestimos despacio mientras tía Maggie preparaba a Liam.

Cuando llegamos al hospital, todo el mundo se arremolinaba frente a la habitación de mi madre, con montones de rosas y cajas de bombones. Y globos, muchos globos. En la distancia escuché reír a mi padre como no lo había escuchado reír antes. Recuerdo fruncir el ceño y sentirme totalmente confuso. Entramos en la habitación, donde estaban mis tías, mi madre tumbada en la cama, y mi padre. Ella parecía muy cansada, pero tenía una sonrisa enorme en la boca. Tenía un bulto entre los brazos. Ahí estaba nuestra pesadilla, el nuevo, al que tendríamos que cargar y que heredaría toda nuestra ropa. Mamá nos pidió que nos acercáramos y casi con desconfianza, avanzamos hacia ella. Ya no había vuelta atrás, tendría que soportar a aquel saco de mocos por una eternidad. Retiró la mantita del bebé para que pudiéramos verlo mejor. Creo que si guardo un recuerdo en mi memoria completamente nítido, sería el momento en que conocí a mi hermana. Era un bebé gordito, con una mata de pelo castaño y la piel más blanca y delicada que hubiera visto jamás. Era lo más bonito que había visto nunca, y al parecer, Paul pensaba lo mismo, ya que había abierto la boca en una perfecta "O" y todavía no la había cerrado. "Se llama Rose" nos había dicho mi madre "Rose Isobel Gallagher". Ningún otro nombre podría haberle ido mejor, porque con el tiempo ella fue mi rosa joven y salvaje, la criatura más bella a mis ojos, y desde luego, la persona que me hizo conocer lo que era sentir absoluta adoración por alguien.

(What's the Story) Morning Rose?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora