Chapter 2: A rose in a garden of hawthorns

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Creo que ni siquiera mi padre se llegaba a imaginar cuánto le iba afectar tener una hija. Desde que Rose, o Rosie como la llamaba él, llegó a casa pasaba mucho menos tiempo en el pub, los gritos se habían reducido, y ni Paul, ni mi madre ni yo habíamos recibido golpe alguno. No es que cambiara su comportamiento hacia nosotros, es que para él únicamente existía Rosie, una niña a la que mimar, su pequeña princesa. Si antes llegaba oliendo a pis o a whiskey, ahora traía regalos para la niña, ya fueran pequeñas memeces que siempre la hacían sonreír. Eso era otra cosa, ella parecía ser el bebé más tranquilo del mundo. Recuerdo que cuando Liam era un bebé se pegaba toda la noche berreando, y el día siguiente también, era como una tortura continua que parecía volver loco a nuestro padre. Pero Rose era todo sonrisas, algo sobrenatural para todas las señoras que venían a ver a mi madre. Los Gallagher habían tenido una niña preciosa, una niña que no parecía una Gallagher. Cuando mamá la sacaba a pasear, la gente, curiosa, se asomaba al carrito para quedarse contemplando aquel pequeño milagro de piel rosada y ojos azul cielo que las dejaba embobadas durante minutos enteros. La verdad es que era algo pesado salir a pasear para pararse cada cien metros, pero no podíamos culparlas.

Nosotros, y me refiero a mis hermanos y a mí, habíamos desarrollado cierta fascinación por nuestra hermana. La mirábamos con extrañeza cuando mi madre le cambiaba el pañal, o cuando la bañaba. Supongo que se nos seguía haciendo raro ver que había una chica entre nosotros. De todas formas, nos gustaba estar en su presencia. Parecía irradiar un aire de tranquilidad y alegría allá a donde iba. Me pregunto si yo era así, debería preguntarle a Paul. Desde luego, Liam no lo era. Cuando empezó a andar nadie podía evitar que correteara por toda la casa, y aunque cuando se caía nosotros entrábamos en pánico, ella se quedaba algo sorprendida y luego soltaba una risa musical. El pelo le creció enseguida, y a los pocos meses mi madre ya le hacía coletas y le ponía pinzas de colores que a ella le gustaba quitarse y tirar por la ventana. Debía pensar que Paul era una especie de peluche gigante, porque le gustaba pasarse ratos y ratos abrazada a él. Con Liam le gustaba jugar a todo, podían pegarse horas enteras correteando por la casa, riendo sin parar y jugando a juegos que sólo entendían ellos dos. Siempre tuvieron una conexión muy fuerte, algo invisible que los unía y hacía hacer hasta gestos similares a la vez. Conmigo...bueno. Yo fui su primera palabra. Le gustaba quedarse mirando mis cejas, hecho que me hubiera irritado si lo hubiera hecho alguien que no fuera ella. A veces, sin ton ni son, venía a abrazarme, me sonreía y me decía que me quería mucho. Al menos lo balbuceaba. Creo que disfrutaba de mi silencio porque ambos somos personas muy tranquilas. Pero nuestra relación en la infancia no fue tan intensa como lo llegaría a ser en su adolescencia.

Cuando cumplió cinco años era como una muñeca de porcelana, pero en versión salvaje. Aunque mi madre la vestía con vestiditos, y le ponía pendientes de pequeñas perlas falsas, siempre llegaba embadurnada de barro y con el pelo enmarañado. Yo por aquel entonces tenía quince y frecuentaba a grupos de hooligans que siempre que venían a verme se quedaban mirando a mi hermana, o incluso jugando con ella a las barbies en lo que yo tardaba en vestirme. Supongo que siempre tuvo cierto magnetismo con la gente, sobretodo con los que la veían por primera vez, tal y como nos pasó a nosotros en el hospital. Seguía siendo la niña mimada de papá, aunque al cabo de un tiempo él se volvió a acordar de Paul y de mí, y de vez en cuando nos daba una buena, hasta que fuimos lo suficientemente fuertes para devolverle los golpes. De vez en cuando, le soltaba algún grito a Rose, y ésta, que no conocía ni un atisbo de la auténtica personalidad de mi padre se horrorizaba y se metía en nuestros cuartos, aterrorizada. Creo que mi hermana era por aquel entonces un ser incapaz de comprender maldad alguna, era como un duendecillo para el que todo eran sonrisas y juegos. Sólo bondad. Recuerdo una noche en la que mi padre le gritó y ella se fue pronto a la cama. Al cabo de un rato vino a nuestra habitación, en la que dormíamos Liam, Paul y yo, y se quedó al lado de la mía con los ojos llorosos. Me preguntó si podía dormir conmigo, que tenía miedo. En aquel momento, en el que algo dentro de mí pareció romperse, entendí que ver así a mi hermana era como si me dieran una patada en los huevos. Una patada en los huevos del corazón. Le hice hueco y ella se acurrucó contra mí, casi como necesitara sentir mi respiración. Rose era mi persona favorita en el mundo, y presentía que yo para ella era algo parecido. Aunque debe ser más difícil tener un favorito cuando son tantas las personas que te quieren y te adoran. Me pedía que le contara historias y yo le contaba anécdotas, a veces incluso inventadas sobre cosas divertidas que había oído por la calle. Verla reír, y achinar los ojos exactamente igual que yo cuando me río hacía que los golpes, el colegio, el poco dinero que entraba en casa, todo fuera un poco más fácil. Creo que Rose siempre me vio como su protector, tal y como veía a Liam como un compañero de juegos, o a Paul como el hermano mayor que no paraba demasiado por casa.

Por aquella época, muchas chicas se arremolinaban frente a nuestra casa simplemente para esperar a que Liam saliera, o a que se asomara a la ventana, como si fuera una puta estrella de rock. Muchas veces, cuando veían a Rose la rodeaban y empezaban a decirle cosas bonitas sólo para ver si Liam las veía con ella. Lo cierto era que Liam la quería muchísimo. Ya no sólo era su juguete, sino que parecía que era una extensión de él mismo. Puede que él fuera el que más la mimara de nosotros, lo que ya es decir. De hecho, cuando a veces venía a mi cama, Liam siempre estaba seco conmigo al día siguiente. Lo cierto era que aquella manera de hacer rabiar a Liam era una de mis preferidas. Él y yo solíamos pelearnos por su afecto, él de una forma mucho más descarada, por supuesto. Unos años después nos daríamos cuenta de que Rose nos quería a ambos de una forma muy similar. Aunque no pudiera sospechar el tipo de cariño que más tarde le uniría a Liam.

(What's the Story) Morning Rose?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora