Sesenta y ocho;

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Miriam

No tenía ni idea de cómo lo había hecho, pero el caso era que sí, que lo había conseguido: había superado aquella semana, y había salido de cada examen con la sensación de haberlo dado todo, a pesar de las mil cosas que se habían derrumbado a mi alrededor.

En realidad no se habían derrumbado mil cosas: se había derrumbado una, que no era otra que mi relación con las Doblas; pero me había dado cuenta de que aquello tenía el peso emocional suficiente como para ser considerado una completa demolición. 

Las horas de estudio no me habían consolado tanto como en otras ocasiones, pero a pesar de eso, me habían mantenido ocupada y con la mente centrada en algo que no fuera rubio y tuviera los ojos verdes.

Veía a Carol delante de mí, hablando y contándonos como iban a ser las siguientes semanas antes de las pruebas selectivas por enésima vez, pero la verdad era que me sabía todas las fechas de memoria y que no alcanzaba a prestarle atención. La semana siguiente, las clases iban a ser muy light. Ya no entraba materia para más exámenes, ya que los finales estaban acabados; todo lo que se diera iría enfocado a la selectividad, así que solo tendríamos que ir a las asignaturas de las cuáles íbamos a presentarnos. Después, tendríamos diez días libres, antes de empezar las clases preparatorias. 

—¿Alguna pregunta? —hizo Carol, pasando sus ojos por cada uno de nosotros. Enseguida hizo una mueca. —A ver, Ruth. Dime.

Mi espalda se tensó, no podía evitarlo. Me seguían poniendo nerviosa sus intervenciones en clase, porque sabía que pocas veces eran agradables.

—¿Si la semana que viene todo es materia enfocada a la sele, no es lo mismo que el curso preparatorio que empieza el veintiocho?

—No Ruth, no es lo mismo.

—¿Y por qué no? 

—Pues porque las clases no acaban oficialmente hasta el día diecisiete, el calendario escolar lo marca así.

—Vamos, que tanto correr tanto correr, para que al final nos sobre una semana —intervino Mimi, la que faltaba.

—Es que esa semana no nos sobra, Doblas —contestó Carol, llevándose dos dedos a sus sienes. —Vamos a dar materia igual, solo que únicamente tienes que ir a las clases de las cuales te vas a examinar en la selectividad.

—Pero es que a ver, si ya no tenemos que dar materia para examen, me parece una tontería tener que venir la semana que viene —volvió Ruth, a lo mismo.

—Bueno, chorrada o no, Ruth, tienes que venir, porque la asistencia sigue siendo obligatoria hasta el diecisiete.

—Madre mía, y luego nos decís a nosotros que nos organizamos mal —soltó Mimi, provocando las risas de su grupito de amigos y de buena parte de la clase.

Yo ya me estaba poniendo enferma y preferí no hacer contacto visual con Mireya, que resoplaba a mi lado y que estaba convencida que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no explotar. Y sabía perfectamente que lo hacía por mí, para no incomodarme ni meterme en una situación peor de la que ya de por si, me encontraba.

—Ya veo que ni el último día de tutoría me vais a dejar tener una clase tranquila. En fin. Una impertinencia más y os vais fuera.

—Casi que lo prefiero —habló Ruth, alto y claro.

Apreté los ojos y me mordí la lengua. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Y por que a mí me seguía afectando tanto lo mal que se portaran? La clase quedó en silencio, conteniendo la respiración, aunque de fondo se escuchó un "tía..." de Ana y un "veeenga" ahogado de Ricky. Yo abrí los ojos despacito, ante el silencio de Carol, que miraba a Ruth fijamente, pero con menos enfado del que esperaba.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora