̶ Cuéntalo de nuevo –rogó la pequeña Sue.- Sí, otra vez, de nuevo –clamaron los demás niños, ojos abiertos hacia el mayor de todos ellos.
Alen sonrió. El resplandor de las llamas le coloreaba el rostro. Allí estaban, sentados sobre la
alfombra, cobijados por el calor del fuego.
El Cuarto de Historias yacía a oscuras a excepción
de la lumbrera sobre la chimenea. El más grande de los niños carraspeó para luego empezar:- Cuando Daena hizo el mundo, dos de sus obras destacaron sobre el resto: los hombres y los
dragones. Los primeros representaban la sabiduría de la diosa; los segundos,su fuerza. La
diosa, consciente de la diferencia entre estas criaturas, creó un vínculo. Sopló aliento sobre
ellas. ¡El viento recio de su respiración inundó todo! Entonces nació...- La magia –susurró Sue. El chico asintió.
- "La magia sería el vínculo entre ambas razas, la promesa original. Llenad la tierra y convivid-
les bendijo la diosa y desapareció. Algunos dicen que se disolvió entre sus dos creaciones más
importantes y que por eso tanto dragones como hombres llevan parte de Daena en ellos."
"Lo importante es que la paz reinó sobre la tierra: la edad de oro de los dragones.
Las bestias aladas sirvieron al hombre y este se dedicó a entenderlas. La magia se preservó hasta el día en
queelhombrematóalprimerdragón"
Alen hizo una pausa solemne.
El chisporrotear del fuego se hizo sentir. Los oyentes contenían
larespiración.¿Cuántas veces había contado aquella historia?¿Decenas?¿Cientos?
Sin embargo, los pequeños parecían escucharla como la primera vez.- "Entonces comenzó la guerra. Vidas perdidas, venganza, odio. La tierra se embriagó de la
sangre de los caídos. Los dragones odiaban a los hombres y estos a su vez a ellos. La guerra
seextendióunsigloyfueconocidacomo LarebelióndeAnnalogia.- ¿Qué ese no era el Gran Dragón? –mencionó un chiquillo de tez oscura
- El dios dragón. Haz tus deberes, Tomas –le reprochó con una sonrisa.
El niño inclinó la
cabeza algo avergonzado. Alen le acarició antes de continuar.- "Por fortuna, el Portador de la llama apareció. Alguien cuyo poder traía el equilibrio al mundo.
Hombres y bestias volvieron a reconciliarse. El Portador murió, pero sus ideales permanecieron
durantemuchotiempo.- Se dice que, cuando el Portador desapareció, un niño nació con su espíritu para guardar la
paz –añadió una vocecilla- El Portador no murió. Vivía en el espíritu de sus sucesores. –continuó otra.
- Ajá. Y el último de ellos fue Albus.
- Dumbledore – corearon todos
- El Mago Áureo–dijo el chico. Una estela de tristeza pasó por sus ojos. –Ya conocen el resto
de la historia.El silencio volvió a reinar.
- Ahí estás –irrumpió una voz.
La araña de cristal sobre el techo parpadeó una vez para luego encenderse hasta irradiar con
su luz. Los farolillos en las paredes despertaron al unísono. El local se iluminó por completo. El
rostro de un joven asomó.- ¡Albert! – exclamó el mayor de los niños, levantándose rápido.
Te estábamos buscando. Ya es hora -el joven posó una mano sobre su cabeza.
Alen observó su rostro: la incipiente barba, los lentes negros a través del cual asomaban unos ojos color ámbar. Eran tan parecidos y a la vez no.
Detrás de su hermano asomó una chica más joven. De rostro ruborizado, ella le miró. Un pequeño dejó escapar un suspiro ante el rojo intenso de su larga y rizada cabellera. El mismo color de pelo que Albert y los ojos ambarinos: la marca inequívoca del clan Dracarys.
- ¿Nos vamos? – Albert lo miró, cariñoso. Gwyneth seguía con la mirada clavada en él.
El chico asintió. Los tres se volvieron a la puerta.
- Hermano mayor –que era como Sue y el resto le decían al más joven de los tres Dracarys –...
hoy recibirás tu dragón ¿cierto?
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Cuentos de Rocadragón
FantasyEn su décimo tercer cumpleaños, Alen Dracarys recibe la carta del colegio de magia Rocadragón. Sin embargo, el niño no lo toma muy alegre: es el único de su familia cuyo dragón es prácticamente un inútil.