María y Juan llevaban siendo pareja más de dos años. La confianza lo era todo en su relación, por eso María no se preocupó cuando su novio le dijo que pasaría unos días con sus amigos en Mallorca.
"Estarán todo el día de fiesta, y en las fiestas ocurren cosas",
le repetían una y otra vez sus amigas.
Eso María lo sabía perfectamente, ella misma estuvo en Mallorca celebrando el fin de curso y conocía de sobra la noche en la isla, pero no le preocupaba en absoluto. María decidió no hacer caso a sus amigas y seguir confiando en la fidelidad de su novio.
Juan se reunió con sus amigos al día siguiente, ya en la T2 del aeropuerto madrileño. Había sido un poco difícil llegar, ya que tuvo que hacer muchos cambios de línea en el metro, pero finalmente estaba ahí, dispuesto a pasar los mejores tres días de su vida. Llegaron con el tiempo justo para realizar los controles necesarios y subirse en el avión, donde decidieron dormir para acumular horas de sueño y poder aguantar con energía toda la noche. Justo antes de que tuviera que poner el móvil en modo avión, Juan envió un mensaje a María.
"Ya vamos a despegar"
fue el mensaje que leyó María en voz alta a sus amigas que la acompañaban.
Todas ellas volvieron a advertirla sobre Juan, sobre que estuviera atenta y no confiara tan ciegamente en él. De tanta repetición, María empezó a dudar y empezó a crecer en ella una nueva inseguridad, un miedo totalmente desconocido. Estaba empezando a sentir celos. No sabía cómo afrontar esa nueva situación, no sabía si lo correcto era ignorar esos miedos o afrontarlos y hablar con Juan en cuanto aterrizara en la isla. En cualquier caso, tendría que esperar más de una hora hasta que Juan llegara a tierra.
Juan y sus amigos habían llegado a Mallorca después de un largo vuelo donde un bebé insoportable no les había permitido llevar a cabo su plan de dormir. Se encontraban más irritados que nunca, y no podían esperar a bajar a la playa para relajarse de nuevo. No duró mucho su satisfacción, pues nada más bajar del avión se encontraron con la enorme tormenta que estaba cayendo sobre la isla. En un bar de la terminal estaba el televisor encendido, con el canal de noticias puesto. En ese momento pudieron escuchar la fatídica noticia: la tormenta duraría toda la semana. De la decepción, a Juan se le olvidó por completo volver a conectar los datos del móvil.
María decidió que lo mejor era hablar de lo que estaba sintiendo con Juan, aunque fuera por un mísero mensaje. Pasaron dos horas desde que recibió su mensaje avisando de que salían y pensó que ya había pasado el tiempo suficiente. Tampoco podía aguantar mucho más sin escribirle. Le dolió que Juan no hubiera mandado otro mensaje avisando de que había aterrizado, o diciendo cualquier tontería de las suyas, lo que acabó por convencerla para enviar:
"Me alegro. Espero que lo pases bien",
seguido de múltiples emoticonos cargados de ironía.
Quizás no era la manera más madura de afrontar el asunto, pero María solo esperaba que el viaje se acabase y que todos sus nuevos miedos fueran solo ideas absurdas.
Juan y sus amigos seguían en el aeropuerto, esperando poder llegar a su hotel sin empaparse de cabeza a pies. Desde el interior veían la lluvia caer. Por sus mentes solo pasaba una idea
"¿Desde cuándo llueve en Mallorca?"
No entendían el porqué de su mala suerte y estaban tan cabreados con el mundo que ni siquiera se dirigían la palabra entre ellos. Desanimados, compraron en el mismo aeropuerto un billete para un autobús turístico que pasaba por enfrente de su hotel. Juan conectó por fin su móvil y vio el mensaje de María. No quería mentir, pero tampoco quería que su novia se sintiera mal por él, así que se limitó a contestar.
"Gracias"
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Habían pasado ya tres días y María y Juan no habían compartido mucho más de dos palabras. María sabía por qué no le hablaba, no sabía cómo decirle que tenía celos, pero no podía entender por qué Juan no le había siquiera preguntado cómo se encontraba. Eso solo hacía que María se convenciera más de que le estaba engañando y de que no era importante para él. Mientras tanto, Juan se encontraba tumbado en la cama de su habitación de hotel, como había estado haciendo el resto de días. La tele no mentía: la tormenta no había parado desde que él y sus amigos llegaron, y no parecía que fuera a hacerlo. No habían podido hacer nada de lo que querían hacer, se habían dedicado a jugar a la consola que uno de ellos trajo y a comer en el restaurante del hotel un día sí y otro también. Tanto María como Juan se encontraban molestos.
Esa misma tarde Juan volvía a Madrid. María no fue a recogerle al aeropuerto, pero estuvo dando vueltas en casa esperando a que él llegara. Al bajarse del avión, a Juan le llego una agradable brisa primaveral. Se enfadó aún más al pensar que en Madrid había hecho mejor tiempo que en Mallorca. Se despidió de sus amigos, con cierta pena al no haber podido disfrutar juntos de ese puente, y se dirigió al metro de vuelta a casa. En el trayecto, Juan se acordó de María y de que no habían hablado en mucho tiempo. Cuando por fin se encontraron en casa, Juan miró a María, María miró a Juan, se saludaron y cada uno se fue por su lado. Juan se fue a la cama, más enfadado aún al ver que su novia no le había echado de menos, y María se fue al baño, convencida de que su novio le había traicionado. Ambos sabían que ese viaje a Mallorca había cambiado algo en su relación, aunque cada uno desde su punto de vista.
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Mallorca
Short StoryLa isla española, Mallorca, es conocida por su noche y sus fiestas. María y Juan son la pareja perfecta, basada en comunicación y confianza, pero todo esto cambia cuando Juan decide hacer un viaje a la isla.