.Capitulo 25: La suavidad de las telas.

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Se dirigían a su siguiente destino:

—Me hubiese gustado quedarme con Merci para ayudarla a conseguir las frutas —indaga Mike.

—¿Para qué?, ya se comprometió el mandril al que le llamaba "Chong" junto a su tribu —entraña Jonathan.

—Si, pero creo que no hicimos mucho en realidad —dice Mike.

—Claro que hicimos, fuiste muy valiente al pelear con un animal de tal tamaño por las bananas —razona Jonathan.

—Pero si no hubiesen llegado a tiempo quien sabría lo que le pasara a Mike —indica Elmer.

—¡Agradece que por lo menos todo salió bien! —se molesta Mike por ofensa.

—Si-si-sí. Y mientras parloteas ya llegábamos a la siguiente aldea —esmera Elmer.

—¿Enserio? —dice Mike.

Se fija bien. A diferencia de las otras aldeas, esta tenía puestos con grandes sabanas en tendederos estando dobladas:

—¿Cómo se llama esta ladea? —inquiere Mike.

—La aldea de las telas. Es aquí donde se hace la gran mayoría de las telas que se transportan en todos los lugares del país Unido —dice Jonathan.

—Bueno, vamos a buscar un hotel, y luego a explorar el lugar —anima Mike.

Se estaba adelantando dejando a los chicos atrás:

—¡Mike, espera, te quiero preguntar algo! —llama Elmer.

—Si, dime que ocurre.

—¿Cómo se llama tu padre?

—¡Rayos, ¿porque no se lo pregunte antes?! —ratifica Jonathan.

—¿Mi padre?, bueno, se llama Klaus Waller.

—¡Klaus Waller! —conmociona Elmer como si conociera a alguien con ese nombre.

—¿Porque reaccionas aso?, espera... ¿acaso lo conoces? —dice Mike.

—No, no es nada. Fue otra cosa.

—Si no es nada entonces vámonos —dicta Jonathan.

—Sí —dice Elmer.

Se aproximaban hacia el hotel. En el camino Elmer se hallaba atrás en el grupo con una cara preocupada:

—Klaus Waller, debe de ser otro... no creo que sea exactamente el mismo, pero si es así entonces este viaje terminara con un final muy interesante —augura en mentalidad.

Se concentro tanto en sus propios pensamientos que de un golpe Jonathan lo asusta de emoción:

—¡chicos, me acabo de acodar de algo en esta aldea!

—Rayos Jonathan, no vuelvas hacer eso —dilata Elmer.

—¿Acaso te asuste?, como que te siento raro desde que llegamos a la aldea de las telas.

—Estaba un poco pensativo y tu grito me asusto. Al fin y al cabo, que era lo que decías.

—¡Ah verdad!, iba a decir que en esta aldea hay una gran plaza con telas de todo tipo, diseño, variedad y color.

—Tanto entusiasmo para eso —Elmer esperaba más.

—Me suena bien que vayamos —acepta Mike.

—Ver tantas telas me dará sueño. Me recuerda a mi camita —dice Rey.

—Si te cansas recuerda que yo te cargare —ofrece Mike.

—Entonces vayamos —dicta Elmer.

En el camino hacia la plaza de las telas de aquella aldea, Elmer seguía con lo mismo en sus pensamientos. Se convencía el mismo de que el nombre de padre de Mike no fuera la persona que conocía. Estaban en la plaza, en la entrada había 2 grandes fuentes de ángeles:

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