Capítulo 8

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El inicio del juego.

¿Qué cagada estoy apunto de cometer?. No sé cómo nació esta inseguridad en mí, pero ahora lo que tengo es miedo, y la razón de eso es el ministro. Lo conozco, sé que no está seguro de lo que va a hacer, y eso puede llevarse la vida de varios si no se hacen las cosas bien.

Este tipo de misiones no se pueden tomar a la ligera, y por el bien de todos, más vale seguir las órdenes al pie de la letra, porque no tengo planeado perder a gente en esta misión. Ya lo hice una vez, y me salió caro. No pienso pisar la misma mierda dos veces. Pero tampoco voy a ser la guardaespaldas del resto.

Aquí cada uno se salva como puede, cómo le dije al soldado, en las batallas estás solo, y no habrá nadie que te pueda cuidar en ese momento. Todos van por algo, pero cuando las cosas no salen como quieren toca salvarse el pellejo, así tengas que pasar por encima del resto.

Se escucha un poco egoísta, pero es la verdad. Desde pequeña me tocó aprender que primero soy yo, segundo yo, y tercero yo. No puedo permitir arriesgar mi vida por otras personas, a la mala, aprendí que nadie va a estar para ti en tus peores momentos. Todos suelen estarlo cuando estás arriba, triunfando, queriendo utilizarte para sú benefició.

—¡Capitana, Diez minutos para la salida!—toca la puerta de mi habitación el teniente.

Es entonces, cuando bajo la mirada al collar de perlas rojas de mi madre. Notando el detallado que el ministro le mandó a hacer para el día de su cumpleaños, mostrando en una de las perlas, el nombre de la mujer que lo debería estar luciendo.

Pero a diferencia, se encuentra cuatro metros bajo tierra con gusanos comiendo sus sobras. Recordándome que no todas las batallas se ganan, y que a veces, aunque nos cueste, es mejor rendirse.

Bueno, esa sería una de las frases que diría si estuviera viva. Pero como no es el caso, mis oídos se ahorran la idea de tener que escuchar tal estupidez.

Nunca es mejor rendirse. Por más que tú enemigo haya ganado una batalla, no quiere decir que ganó la guerra. De los errores se aprende, y te permiten conocer los movimientos y debilidades del rival. Demostrando que no eres débil. A diferencia, eres estratega e inteligente.

Termino guardando el collar en la gaveta de mi mesita de noche.

Mientras pienso en la gran responsabilidad que tengo al estar liderando está misión. Nos estamos arriesgando demasiado, pero como dijo el ministro, somos pocos, y aunque me cueste admitir, en cierta parte tiene razón.

Los que estamos, hacemos bien nuestro trabajo, somos los mejores al momento de hacer este tipo de misiones. Y hasta ahora, ninguna ha salido mal, cómo tampoco está en mis planes que todo se vaya a la mierda mientras yo esté bajo el mando.

—Capitana...

Escucho una voz diferente a la de hace unos segundos detrás de la puerta. Esta es más aguada, y se encuentra nerviosa.

Dimitri.

Abro la puerta cuando me aseguro por el ojo mágico quién es la persona que me espera afuera. Notando entonces al chico que estará al mando de la tropa mientras yo me encuentre ausente por la central.

—¿Si?—pregunto cuando lo noto nervioso. El pobre está sudando.

—Capitana, sucede que q-queria hablar con usted.

Observo el sudor caer por su frente, mientras este mismo se limpia las manos bañadas en sudor con la tela de su pantalón de entrenamiento.

—Te escucho.

—¿Está bien?—pregunta—,¿Está segura que dejarme a cargo de una tropa es lo correcto?, Porque…

—¿Crees que fue un error?—frunzo el ceño cruzando ambos brazos aún bajo el marco de la puerta.

Evil Force [En Actualización]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora