Esconderse...

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La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del


desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.


-No hay correo los domingos -les recordó alegremente, mientras ponía

mermelada en su periódico-. Hoy no llegarán las malditas cartas...


Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le

golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas


cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry

saltó en el aire, tratando de atrapar una.


-¡Fuera! ¡FUERA!


Tío Vernon cogió a Harry por la cintura y lo arrojó al recibidor. Cuando tía

Petunia y Dudley salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío

Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que


seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.


-Ya está -dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero


arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote-. Quiero que estéis aquí

dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin


discutir!


Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se

atrevió a contradecirlo.
Los señores sheffield observaban a aquella familia desde las persianas de su casa, creían que en cualquier momento el señor dursley entraría en pánico y haría alguna cosa torpe, fue entonces cuando los gemelos llegaron y hicieron lo mismo que sus padres, observar con cara burlona a los Dursley, y ala vez con cara de tristeza a harry potter.
Los dursley Diez minutos después se habían abierto camino a

través de las puertas tapiadas y estaban en el coche, avanzando velozmente

Hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le

había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el

vídeo y el ordenador en la bolsa.


Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Petunia se atrevía a

preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y

conducía un rato en sentido contrario.


-Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... -murmuraba cada vez

que lo hacía.


No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche

Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía

hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca

había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de


ordenador.


Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las

afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con

camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba, pero Harry


permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las


luces de los coches que pasaban y deseando saber...

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora