La noche era una de las más frías en años, los animales hibernaban, tan solo se oían las alas de los murciélagos batir, que se podían observar desde el porche de la humilde casa de la familia Siena. Todo el pueblo dormía, se encontraba en el calor de sus hogares junto a su familia, excepto algún inconsciente dispuesto a salir a la taberna, donde allí olvidaría el frío invernal.
Ariadna había decidido salir a tomar el aire, observaba el bonito paisaje desde el árbol más grande de la propiedad de la casa familiar. Era el lugar ideal para pensar y respirar sin necesidad de dar ninguna explicación. Desde allí se veía toda la pequeña ciudad, los días sin niebla podía ver el mar. En un silencio absoluto se podía intuir el vaivén de las olas, como rompían sobre las rocas. Gran parte de las noches decidía sentarse allí a reconectar con sus raíces, pronto aquellas escapadas nocturnas acabarían y no podría volver a casa. Necesitaba aprovechar las últimas noches antes de su partida hacia una nueva vida impuesta. Lo que menos soportaba de la situación es que no había podido decidir, únicamente debía hacerlo, sin ningún por qué. Era su obligación y debía cumplirla.
Suspiró y saltó de aquel árbol, posó sus pies descalzos sobre el césped. El camisón ondeaba al compás del suave viento y su larga melena pelirroja lo acompañaba. Se dirigió hacia la puerta trasera de la casa, iluminada por una suave luz. Puso su mano sobre la manivela cuando escuchó los pasos de alguien llegar rápidamente. Movió su cabeza para ver qué ocurría, tal vez fuera su hermano que había decidido dar un paseo nocturno al igual que ella.
Su sorpresa fue amarga al descubrir que se trataba del señor Smith. Sabía que debía afrontar la situación y espero a que llegara mientras corría con sus cortas piernas.
一Niña, ¿te has pensado mejor lo que te dije el otro día en la tienda?
一Buenas noches, señor Smith. Yo también me alegro de verle一 sonrió Ariadna一. Le dije ese mismo día que no iba a acostarme con su hijo. No necesito pensar nada, Pablo me da casi tanto asco como usted. Así que si es tan amable, me gustaría que se fuera de mi casa porque no quiero que mis padres se despierten con sus gritos.
La cara del señor Smith se enrojeció por segundos mientras escuchaba las palabras de la joven. Agarró la cabeza de la joven mientras ella se giraba para entrar a la casa. En el rostro de Ariadna se dibujó una sonrisa tras sentir como su cabeza había impactado sobre la pared de la casa.
一No estás pensando esto bien, niña. Allí van a comerte en dos días e incluso puede que no sea una exageración. Las personas del otro lado del río están muertas de hambre一 río el hombre.
一Cruzaría antes el río nadando que pasar un solo minuto con su familia.
Smith agarró fuerte el brazo de la joven y empezó a espetar una serie de insultos hacia la muchacha. Las venas de la cara y el cuello se le habían hinchado mientras parecía que se le iban a saltar los ojos de las cuencas. Ariadna tan solo pensaba en el descanso de sus padres y cómo quería que acabara rápidamente aquel alarde de masculinidad violenta.
Pudo ver detrás de aquel hombre a su hermano, Paris, por fin aquello acabaría pronto.
一Buenas noches, señor Smith. ¿Sería tan amable de soltar el brazo de mi hermana?
一Pues ya estamos todos, faltaba el mocoso imbécil. Le soltaré el brazo a tu hermana cuando acepte lo que he venido a proponerle. Me da igual si ella quiere o no quiere hacerlo, pero esta zorra me va a ayudar.
一Por favor, deje de gritar que nuestros padres duermen. Yo que usted no insultaría a mi hermana. No es tan inofensiva como parece一 dijo Paris mientras le sonreía a su melliza.
El hombre miró confuso a los mellizos una y otra vez, con los ojos inyectados en rabia y a punto de estallar sujetó a Ariadna con las dos manos y se acercó a su oído para susurrarle algo que Paris no pudo escuchar. La joven cerró los ojos y sonrió sin que su rival pudiera verla. Giró rápidamente su muñeca y soltó uno de sus brazos, que rodeó la extremidad del señor Smith. Aquel pequeño pero corpulento hombre empezó a gritar de dolor sin ningún control. Paris observaba la escena con sus ojos grises, iluminado con un brillo especial, posados en este y sin poder evitar que una sonrisa malévola se dibujara en su cara. Ariadna siguió apretando todo lo fuerte que podía y cuando parecía que su presa se iba a desmayar, soltó su mano del brazo y la dirigió hacia los genitales. El alarido ensordecedor despertó a los padres de aquella peculiar pareja de hermanos y al escuchar un portazo proveniente de la casa, dejaron a aquel hombre en la puerta de la casa sollozando mientras corrían escaleras arriba hacia su habitación.
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Immanea
Teen FictionCinco adolescentes deben que huir de sus respectivos lugares de nacimiento, que sin saber cómo, se unen para luchar contra una fuerza que desconocen. Una aventura donde Ariadna, Paris, Eros, Daphne y Gaia tendrán tiempo para conocerse en profundid...