Kaeya se encontraba acomodando los últimos libros que le quedaban por guardar en sus respectivas estanterías. Estrategias de pelea, suministros para campamentos, geografía de Espinadragón... De vez en cuando leía algún libro sobre aquellos temas, entre otros, cuando pasaba por la biblioteca a retirar ciertos documentos que Lisa le proporcionaba. No es que su oficina se encontrara muy lejos de la biblioteca, pero aquella inmensa habitación repleta de diversos conocimientos le transmitía una sensación de tranquilidad inexplicable. Además de la taberna, pasaba la mayoría de su tiempo libre allí, leyendo y pensando. O más bien se podría decir que soñaba despierto. Se imaginaba a Albedo tocando desprevenidamente su hombro cuando miraba, ensimismado, la lejanía a través de la ventana de su oficina y que por ende le diera la sorpresa de volver de su exploración en la fría Espinadragón. Él se contendría de sonreír de oreja a oreja para preguntarle cómo le habría ido con sus experimentos, y el alquimista le habría respondido que todo iba bien, que podría tomarse unas vacaciones en Mondstadt por un tiempo hasta necesitar volver a la helada montaña nuevamente. Suspiró. Tanto le gustaba pensar que algo así fuera posible, y tan irreal se sentía, que nunca pensó en ello como una posibilidad futura. Lo que no sabía es que ello, en cierta medida, sucedería dentro de unos días.
La realidad era que Albedo le gustaba como persona. Siempre se sintió cómodo al compartir momentos con él, de los pocos que había compartido, claro está. No solían coincidir mucho, en el sentido de que Kaeya pasaba su tiempo con asuntos de la caballería, mayoritariamente en la ciudad de Mondstadt, y el alquimista rebosaba de proyectos llevados a cabo en Espinadragón, lo cual los mantenía diariamente distanciados por cientos de kilómetros. Los momentos en los que coincidieron, como es de esperarse, se dieron debido a motivos de trabajo: tuvieron que crear planes y mapas para la disposición de soldados de guardia en la montaña. Ambos sentían que trabajaban en un ambiente ameno. Se llevaban bien, cuando tenían tiempo libre hablaban de cosas triviales, sobre la ciudad, sobre cómo se sentían... Formaron un vínculo muy fuerte a pesar de no verse demasiado. Cada vez que se veían irían a la taberna por un trago y luego ambos tomarían rumbo a sus propios hogares. Nada más que eso, y Kaeya sentía que se le agotaba el tiempo, además de dolerle el corazón por no poder tomar a Albedo en brazos cada vez que se despedían.
Mirando la tapa de un libro, sentado sobre la silla de su escritorio, Kaeya escucha unos golpes sordos sobre la puerta de su despacho. Toc, toc, toc... Y al girarse la puerta estaba cerrada, Albedo dentro de la habitación. Lo había tomado por sorpresa, como tanto había imaginado anteriormente, pero la sonrisa de oreja a oreja que tanto había pensado en retener no pudo más que plasmarse en su rostro. Intentaba no sonreír demasiado, pero no podía ocultar la felicidad de ver a alguien a quien apreciaba tanto.
—¡Albedo! ¿Qué te trae por acá? ¿Trasladaron alguno de tus proyectos a la ciudad? —Albedo rió ante la ternura que le generaba la actitud del capitán de caballería.
—No, no... Terminé uno de ellos y decidí pasarme un tiempo por Mondstadt, tomarme un pequeño descanso antes de volver a trabajar. ¿Qué hacías? Te veías muy concentrado, tanto que no escuchaste cuando entré. —Kaeya dejó el libro sobre unos documentos dispersados a lo ancho de su escritorio.
—Oh no, nada en realidad. Estaba perdido en mis pensamientos. Pero eso no es lo importante ahora, tenemos que salir a tomar algo por tu regreso. Hace mucho tiempo que no te veía, veo que habrás estado muy ocupado. Por eso, ¿qué mejor que relajarse en la taberna con un viejo amigo? —Kaeya rió bajito y Albedo lo imitó.
—Precisamente, eso es a lo que venía. Quería invitar a este viejo amigo a unos tragos. ¿Me harías el honor de acompañarme? —Esbozó una sonrisa ladina. Kaeya no tenía forma de negarse, y tampoco es que quisiera hacerlo.
—Por supuesto, ¿cómo negarse al príncipe alquimista?
—Dije que no me llamaras así... —Albedo se avergonzó. No le gustaba que le llamaran príncipe, aunque alegando su apellido, eso era cierto. Pero cuando Kaeya lo decía se sentía distinto: Le gustaba. Y eso le daba miedo, por eso le pedía que no le llamara así.
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Genshin Impact - One Shots
FanfictionHistorias únicas de amor, dolor y nostalgia. Habrá fluff, angst, escritos NSFW/+18, AUs, etc. Selección de géneros varios. Se podrán hacer peticiones de segundas o terceras partes si es que gustan. Las correcciones y críticas constructivas son siemp...