Capítulo 30.

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— En tu lista de mejores ideas, esto no entra — murmullo cubierta por una capucha y unas gafas de sol.

— Cállate, tonta — resoplo cruzando delante suya, escucho una risa detrás.

— Cómo no me dejen entrar te juro que te atropello.

— Con tu super coche — ruedo los ojos escuchando una risa.

— Ríete de mi coche, pero por lo menos no tiene una puerta aboyada, estupido — le doy un toque en la nuca estirándome lo máximo posible.

— Eres enana — se ríe.

— Cállate, pesado.

— Cállate tú, que no puedes entrar aquí— ruedo los ojos a pesar de que no me los ve, pasa una mano por mis hombros y tira de mi dentro de las verjas por las que siempre veo salir a mi novio.

Cruzo en silencio, observando a cada lado lo grandes que son estas instalaciones. Resoplo al ver un guardia que se acerca a Nico, quién me agarra la mano. Muerdo el interior de mi mejilla mientras escucho cómo él justifica de alguna manera que esté aquí.

Veo cómo el guardia se va, trago saliva llevando la mirada hacia Nico, que se agacha un poco.

— Ves esas escaleras — asiento—, cuando te apriete la mano, sales corriendo, ¿me escuchas? — asiento de nuevo— Arriba debe estar Ilias.

— Qué bien os coordináis cuando queréis— le reprocho en un susurro.

— Mira, que tu novio esté en este plan no es culpa de nadie — susurra mirándome a los ojos—. No entiendo por qué no te coge el teléfono, no hace nada más que entrenar e ir a jugar.

— Bueno pues yo tampoco — le replico molesta—. Entiendo que necesite su espacio pero que me lo diga, Nico — gestualizo sintiéndome bastante extraña.

— Es que es extraño, porque siempre que quiere estar solo se va contigo — me dice, siento que me quedo sin aire y trago saliva—. Por eso esto, Oli, está pasando algo que no quiere contar.

— Joder... — miro hacia el hombre que viene hacia nosotros—. Voy a subir ya.

— No.

— Adiós.

Salgo corriendo hacia las escaleras, que subo de dos en dos sorteando a alguna gente que baja. Busco con la mirada al amigo de Gavi, y lo veo mirarme con el ceño fruncido.

— ¡Vuelva aquí! — lo miro asustada, me hace un gesto para que corra detrás suya.

No sé cuantos pasillos recorro corriendo detrás de Ilias, escuchando detrás de mi los gritos del segurata. Abre una puerta y entro casi sin pensar, cerrando a mi espalda. Observo el cuarto, un aroma familiar me inunda las fosas nasales.

Observo las paredes blancas, a mi derecha hay una cama vacía y algunas fotos del amigo de Pablo. Camino despacio, evitando arrastrar los pies, un suspiro suave capta toda mi atención, miro hacia abajo hasta verlo tapado hasta las orejas y con los ojos cerrados.

Aún durmiendo parece estar cansado, no tan tranquilo como cuando duerme conmigo. Me agacho a su lado, arrodillándome. Meto una mano en su pelo, escucho como hace un pequeño sonido y se remueve un poco. Suspiro sonriendo levemente.

— Pablo — susurro acariciando su mejilla, él gruñe sacudiendo la cabeza levemente—. Amor — dejo un beso en su nariz—, Pablo — le doy otro beso en la frente —, cielo — ahora en su mejilla—. Pablo — susurro en su oreja, sus brazos me rodean repentinamente.

— Hola — murmura en mi oreja, deja ahí un beso y sigue por mi mejilla—, Oli — me aprieta con fuerza, tirando de mi hasta que caigo sobre su cama.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora