Brumo XI

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Dios y el Diablo pueden ser casi idénticos, con una sutil diferencia, setenta veces siete. Dios perdona, el Diablo no.

Jeon sujetaba la moneda pentecostal, de tono envejecido, sintiendo el relieve del diseño, como una distracción.
La noche fue algo divertida, al mismo tiempo que fue muy confusa. Era una mezcla de sentimientos que invadía al Demonio de una forma totalmente inmoral.

Por algunos momentos Jeon observaba el cuerpo bien formado, los glúteos bien dotados y bien marcados en el bóxer negro. El cuerpo un poco delgado, vestía una de sus camisas casuales, era sensual. Jimin le causaba un deseo profundo, una libido inmensa.
Por ratos, se podía ver las marcas y heridas que estaban expuestas y que cambiaban sus pensamientos, trayéndole amargura a sus labios, un rencor.

Anteriormente miraba el rostro delicado, que dormía con tanta tranquilidad. Agarraba su pecho, después rodaba por la cama y abrazaba la almohada, pero al final volvía a abrazarlo y encontraba consuelo en su calor. Totalmente gracioso.
Aunque podía ver los labios gruesos, rosáceos, de un sabor ya conocido, dulce. Tan sexy y desgarrador, pero luego esa imagen era destruida por una micro expresión de dolor, que mantenía recordando al Demonio lo sucedido y la rabia cobraba vida nuevamente, una negación lo dominaba y sus planes se volvían aún más diabólicos.

Definitivamente aquella madrugada estaba siendo difícil.

Algo tocaba en su interior, sentía, pero no lo reconocía, tal vez fuese la última pizca de compasión y bondad que existía en su corazón o cualquier otra cosa que estuviera en el lugar de uno.

La moneda que antes sujetaba fue guardada bruscamente. Jimin se movía vagamente.
Jeon continuó mirando la pared, manteniendo la mirada fija, su rostro emanaba seriedad. Era un hombre muy frio.

-Buen día, Jungkook...-habló con calma, la voz ronca por el sueño, aunque dulce, fue una melodía para Lucifer.

-Buen día, cariño. ¿Cómo estuvo tu sueño?-preguntó sin mucho humor.

La expresión de Jungkook desbordaba insatisfacción, rabia, rectitud. Mientras su cara creó una facción diferente cuando puso los ojos en Jimin. Era una linda criatura, los cabellos enredados, ojos hinchados por el sueño, la cara colorada y pecas claras, libre de cualquier maquillaje, muy tierno.

-Dormí bien-sonrió tímido.-Pero, es que...-tocó su nuca, sintiéndose avergonzado.

Se sentó sobre el suave colchón, su cuerpo entero dolía.

-No tengas vergüenza, no es necesario.

-Tengo hambre.-susurró, jalando la fina camisa y cubriendo sus piernas.

-Oh sí, vamos a la cocina.-lo invitó, poniéndose de pie.

Comenzó a desarrugar su camisa de vestir negra, desabotonando los primeros botones, sintiéndose un poco más cómodo.

Los ojos de Jimin acompañaron cada movimiento hecho por Lucifer.
Apreciaba discretamente la piel que quedó expuesta, maldiciéndose por eso.

El pelirrojito andaba teniendo un enorme deseo por el Diablo, unas ganas intensas de tocarlo, besarlo, verlo completamente desnudo, un perfecto y delicioso anhelo erótico. Se maldecía por tal obscenidad.

Jeon se mostraba atento a todas esas obscenidades y pronto su cara creó una risa descarada lo suficiente para que Jimin desviara la vista y sintiera quemar su cuerpo entero, en una mezcla de calor y deseo.

Con cierta rapidez, en el intento de cambiar el clima creado, se levantó.
Sintió en cada pequeña parte de su cuerpo el dolor, el ardor y luego un mareo se apoderó de su cuerpo, dejándolo con la visión borrosa. Haciéndolo caer hacia atrás, si no fuese por los fuertes brazos del Demonio, quien lo sujetó con firmeza, hubiera empeorado su estado.

Caliente como el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora