Capítulo 10 | Jordan

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Estoy abrochándole el cinturón a June cuando mi teléfono comienza a sonar. No tomo la llamada si no hasta que estoy sentada en mi asiento y con mi cinturón puesto en su lugar.

—¿Hola?

—Cariño, soy yo.

—Ah. Hola, papá —miro por el retrovisor a June. Me está mirando con atención—. ¿Sucede algo?

—Nada, quería saber como están. ¿Cómo lo llevas con tu hermano?

—Todo está en orden —enciendo el coche y lo pongo en marcha—. Lo he inscrito en una guardería y hemos hecho compras. Justo ahora lo estoy recogiendo. Se porta muy bien, casi no habla, tampoco.

Escucho la risa de mi padre del otro lado.

—Es un poco retraído, conmigo tampoco habla. No te lo tomes personal —me pide—. ¿Me dejas saludarlo?

Bajo la velocidad y le paso el teléfono a June. No es una mentira de mi padre, June sólo asiente y murmura “Mm-jum” para contestarle, pero no habla, no dice nada. Me regresa el teléfono unos segundos después.

—¿Jordan?

—¿Sí? —respondo de manera vaga.

—Muchas gracias por haberme ayudado con June. Sé… sé que he sido un padre terrible para ti y he pensado mucho en lo que me dijiste. No había pensado en lo decepcionada que tu madre estaría de mí si supiera que te abandoné luego de que ella se fuera.

Tengo que concentrarme en el camino y abstenerme a no parar, pero sólo porque estamos en media ciudad y es imposible que pueda detenerme ahora. Asiento en silencio, aguantándome la ola de emociones que siento ahora mismo.

—Lo dije sin pensar, papá.

—No, pero tienes razón. Glenn debe estar odiándome y tú debiste echarme de tu casa y no lo hiciste.

—No quiero hacerte sentir mal, pero parte de mi decisión fue por June. Si te echaba, debía echarlo a él y June no tiene la culpa de tus errores —digo, procurando usar un tono que sólo podamos escuchar Dixon y yo—. Estoy haciendo esto por él. Sigo molesta contigo, papá.

—Lo sé. Pero prometo que voy a ganarme tu perdón, Jordan. Voy a solucionar lo que he hecho.

Se oye seguro de sí y sonrío, porque fue él quien me enseñó a ser segura de mí misma de tanta seguridad que él irradia. Asiento en silencio.

—Tengo que colgar, papá. Estoy manejando —lo escucho suspirar.

—De acuerdo —dice—. Cuídense mucho. Los amo.

—Tú igual, papá.

Estamos cenando en la mesa June y yo

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Estamos cenando en la mesa June y yo. Desde que me mudé, es la primera vez que no se siente tan deprimente el comer aquí, en una cocina tan grande, triste y silenciosa.

Hay partes de la casa que no había usado hasta que llegó June, como el segundo cuarto al lado del mío y la cocina. Llevaba días sin comer, o al menos sin hacerlo bien. Lo hacía en mi habitación o en alguna cafetería para que la soledad de la casa no me pesara en la espalda.

He hecho el puré de papa que le gusta a June. Yo nunca lo había comido. No hemos cruzado palabras, sólo comemos; concentrados y en silencio. Lo único que se escuchan son nuestros cubiertos impactando contra el plato. Aunque creo que soy sólo yo porque June hasta en eso hace el menor ruido.

—¿Te gusta? —pregunto con curiosidad y con intenciones de romper el silencio. June asiente con una sonrisa— ¿Qué otra cosa te gusta comer?

June sólo encoje los hombros y vuelve a su puré.

Pienso en las probabilidades que tengo sobre él. Puede que no hable mucho porque se siente incómodo en la casa nueva, que, de hecho, es un sentimiento que compartimos porque yo tampoco me siento a gusto siendo mi propia casa. También me estoy acoplando. Y, otra probabilidad podría ser el hecho de que extrañe a papá.

Pensar en eso me cierra el estómago y me aflige. Tiene sólo cinco, no sé qué puede estar pasando por su cabeza. Son muchas cosas ocurriendo en su vida, todo al mismo tiempo; una hermana que no conocía y ahora es su nueva tutora temporal, su padre ya no está hasta nuevo aviso, su madre desapareció y ha sido inscrito a una guardería, con gente que no conoce, que jamás había visto.

Me gana el sentimiento y pienso en lo que haría mi madre en mi lugar, en una situación así. Ella solía tener la maternidad tan natural; supongo que no lo pude heredar de ella. Estiro la mano hasta que queda a sólo centímetros de la de June y me gano su atención.

—June, sé que estás un poco asustado de estar aquí conmigo. Tienes sólo cinco, hay cosas que no comprendes y que no sé cómo explicarte porque no sé lidiar con bebés, pero prometo que lo voy a intentar, ¿Sí? —fuerzo una sonrisa para disimular el sentimiento que me embarga—. No debes temerme. Soy tu hermana y te quiero y haré lo mejor que pueda mientras estés aquí conmigo, ¿De acuerdo?

June asiente y permanece mirando mis dedos un segundo hasta que finalmente estira la mano y deja sus dedos pequeños y sudorosos sobre lo míos. La barbilla me tiembla cuando sonrío.

—Para hacer las cosas bien necesito que me ayudes, June. Debes hablar conmigo. Yo también estoy intentando acoplarme a esta casa, ¿Sabes? Estamos pasando por cosas similares —no puedo comparar sus cambios con un divorcio, pero él no debe saber eso. Sólo debe saber que ambos estamos acoplándonos a una vida nueva y que lo entiendo—. Si ambos nos ayudamos, pronto vas a sentirte a gusto conmigo.

—Me gusta estar aquí —su voz, al igual que sus palabras son tan inesperadas, que me echo un poco hacia atrás y me quedo en silencio—. Pero extraño a papi.

Asiento, regalándole una sonrisa. Vuelco mi mano para apretar la suya y me inclino sobre la mesa.

Si tan sólo supiera que realmente lo entiendo.

—Te prometo que haremos tantas cosas divertidas que cuando Dixon regrese olvidarás que le echabas de menos —mi promesa le hace sonreír y arrugar la nariz. Mi padre hace eso cuando se ríe también—. Buscaremos algo extra que te guste, algún deporte, ¿No te gustaría?

June asiente frenéticamente. Sigue sin apartar la mano de la mía.

—De acuerdo. Algún deporte será —nos miramos unos segundos y aprovechando la emoción que yo he conseguido plasmar en su rostro, aprieto su mano ligeramente, me levanto de la mesa y tomo mi teléfono—. Oye, June, ¿Pedimos pizza?

Ni siquiera tengo que preguntarlo dos veces.

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