Xiao Zhan llegó tarde, por decirlo de alguna manera. Tenía 12 años cuando atravesó las puertas que serían su nuevo hogar y su futuro.
Las instalaciones parecían otra escuela más, grandes aulas, espacios verdes, dormitorios. Una escuela de alto prestigio que sólo aceptaba niños prodigio, aunque eso era sólo la fachada para lo que en realidad era esa "escuela", un centro de formación de agentes especiales. Los candidatos para entrar deberían de cubrir alguno de dos o ambos requisitos: No tener familiares y tener alguna habilidad, la que fuera. La Secta Gusu Lan encontraría la forma de sacarle el mejor de los provechos y potenciarla al máximo.
La vida de Xiao Zhan jamás fue fácil. Su madre murió cuando él nació y desde entonces vivió en un orfanato o, mejor dicho: sobrevivió en este, donde los abusos y maltratos eran cosa de todos los días. Su personalidad fría y silenciosa no lograba a atraer a las posibles parejas que podrían adoptarlo. Su estado anímico tampoco ayudaba, era un niño flacucho con semblante enfermizo y rostro serio.
Durante sus cortos doce años en esa institución había intentado escapar más de una docena de veces, en la última logró brincar el muro y correr con toda la fuerza que poseía en sus delgadas piernas, fue entonces que Lan Qiren lo encontró por casualidad, corriendo a más no poder a lado de la carretera, la velocidad del chiquillo dejó impresionado al hombre que sin dudarlo hizo lo necesario para adquirir su custodia e incluirlo en sus filas sin tomar en cuenta su edad, pues normalmente sus reclutas llegaban antes de cumplir los diez años, pero Xiao Zhan valía el romper aquella regla.
Se le asignó un dormitorio, nueva ropa que no era otra cosa que varias mudas del uniforme oficial del colegio y todo lo necesario para su estancia.
"-En mi colegio te formaremos para que en un futuro te conviertas en un agente de primer nivel, te proporcionaremos todas las herramientas necesarias, la educación e instrucción adecuadas, a cambio te pido tu lealtad y obediencia en el cumplimiento de asignaciones, ¿estás de acuerdo?- le había preguntado aquel hombre de porte serio y formal que parecía no hablaba con un niño sino con un adulto debido a su frialdad.
-Sí- contestó escuetamente Zhan quien no había entendido todo lo que el hombre había dicho, sólo comprendió que ya no viviría en aquel orfanato y para él, eso era suficiente"
Desde su llegada se enfrentó a los murmullos a sus espaldas y a los prejuicios y burlas, pues él, un niño de doce años empezó a tomar clases con los menores de siete, debido a que en el orfanato no se preocupaban por el nivel académico de los niños y Xiao Zhan apenas si podía leer un párrafo con mucho esfuerzo.
La Secta Gusu Lan solía manejar una jerarquía según el desempeño de los alumnos, para incentivarlos siempre a superarse y el competir entre ellos era un punto clave para mantenerlos siempre mejorando.
A pesar de sus circunstancias, Zhan sólo se sentía en paz de ya no vivir en aquel orfanato, su intención era sólo seguir viviendo y la mentada jerarquía le importaba bien poco, se conformaba con tener comida frente a él y una cama en dónde dormir... o eso fue hasta que en su primer día, a la hora del almuerzo y tratando de evitar cualquier trato escogió el lugar más alejado de todos dispuesto a disfrutar de aquellos alimentos que, por primera vez en su vida, parecían poder saciar su hambre cuando sus ojos se cruzaron con los de un niño que parecía de su edad, caminaba acompañado de dos niños más y no supo exactamente qué fue lo que realmente llamó su atención, pero por algún motivo no pudo despegar sus ojos de él, tal vez fue su forma altanera de caminar, moverse como si el lugar le perteneciera; tal vez su piel pálida, pero bonita y no enfermiza como la suya, el color castaño claro de su cabello tan diferente al azabache que él poseía, el color claro de sus ojos o la sonrisa sincera en su rostro, algo que Zhan no estaba acostumbrado a ver en los niños con los que normalmente convivía, sólo supo que algo en ese niño le incomodaba. Cuando el de ojos claros se percató de su escrutinio al que estaba siendo sometido, le sostuvo la mirada y aquella sonrisa desinhibida que antes adornaba su rostro desapareció dejando una mueca difícil de interpretar.
Para Zhan, aquel sutil cambio en la expresión de ese niño le molestó como nunca le había molestado nada. Como si le hubiera ofendido, como si le hubiera lanzado un puñetazo en la cara y su mirada se oscureció. Ambos jóvenes se miraron hasta que les fue imposible.
-Él es Wang Yibo- dijo un niño de cara redonda que había ocupado un lugar en su mesa sin que se diera cuenta – es el hijo menor del directo Qiren y el Número Uno – Mi nombre es Yubin. Tú eres el nuevo, ¿no?
-¿Número Uno?- preguntó Zhan ignorando la presentación de aquel nuevo compañero.
-Sí- suspiró Yubin jugando con los vegetales en su plato – No hay nada que Wang Yibo no pueda hacer de excelente manera. Todos estamos sometidos a medirnos bajo su desempeño. No ha llegado alguien que pueda superarlo, no importa si es mayor que él. Wang Yibo simplemente les gana a todos.
Zhan lo miraba a lo lejos, de vez en cuando sus miradas se cruzaban y el castaño desviaba sus ojos rápidamente como si le molestara verlo.
-Bueno, pues yo lo voy a superar- afirmó Xiao Zhan metiendo un brócoli en su boca – Yo seré el número uno.
-Pero si tú ni puedes leer, por lo que sé eres el ultimo de todos- dijo Yubin, no con el propósito de ofenderlo, sino con la inocencia de su edad.
-Por ahora- afirmó Zhan sin poder despegar la vista de aquel castañito que hacía todo por ignorar su presencia.
Con ese objetivo en la mira, Xiao Zhan se esforzó hasta donde sus fuerzas le permitían por ser el mejor en todo, tanto académica como físicamente. Sus avances fueron notorios desde los primeros meses ganándose la simpatía de todos sus profesores. Un año después fue nombrado El Número Uno ante la mirada airada del castaño que nunca pudo recuperar su trono.