prólogo

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Era el centro de la ciudad, casi atardecia, aun así estaba presente el ruido de los autos y personas que caminaban a sus hogares después del trabajo o la escuela. Aunque no era el caso de una joven.

Una joven con cabellos tan amarillos como el sol, ojos tan azules como zafiros y piel parecida al marfil, caminaba despreocupadamente en dirección a uno de los edificios más grandes y antiguo de la ciudad, la Santa Iglesia de Katrein.

La joven se detuvo a unos metros de la enorme estructura. Era mucho más grande de lo que creía.

La Santa Iglesia de Katrein se ubicaba en la zona centro de la ciudad, la estructura estaba rodeada de una especie de pequeño parque con una gran reja rodeando todo el lugar; aunque la joven estaba más impresionada por la apariencia que ese templo religioso le brindaba. Casi toda la iglesia era gris, de no ser por el gran vitral de varias rosas con petalos rojos, blancos y negros, el vitral estaba ubicado convenientemente arriba de la puerta de la iglesia donde habían cuatro pilares perfectamente cuidados, a excepción de uno que presentaba unas grietas causadas por lo que parecía -según ella- el paso de los años... por más que lo viera como una simple Iglesia la rubia sentía algo extraño al estar tan cerca de aquel edificio.

Mientras dentro de la Iglesia un considerable grupo de ancianos oraba en unísono un cántico que resonaba hasta lo mas profundo del lugar...

Pater noster, qui es in caelis vocatur paradisus
vos, protegas nobis decadentiam et orate pro peccato
praeterita peccata nostra quid inoboedientiae suppliciis subiacere vobis

Precor, miserere nobis!
Paenitet nos servi diis placet, nos paenitet!*

Aquel cántico era todo lo que se escuchaba dentro del templo. Hasta que alguien hablo:

-La maldicion nunca terminara- era un hombre pelinegro vestido con una túnica blanca era el que estaba hablando -aún cuando se creía que terminaría para este día... ¡La realidad es que nunca acabara! ¡Estamos condenados a sufrir el eterno castigo por la desobediencia hacia nuestro padre!-

Estaba parado frente a los ancianos detrás de lo que parecía una pequeña mesa, todos lo escuchaban hablar de esa maldición...

-¿saben por que la maldición sigue?... ¿lo saben?... ¡por supuesto que no! ¡la maldición y el castigo serán eternos! La actual prueba de eso aún respira y camina... ¡roguemos a nuestro padre por su  perdón! ¡Roguemos por su perdón!-

-"¡Roguemos por su perdón!"- fue el grito en conjunto de los presentes lo último que se escuchó antes de que aquel hombre diera por terminada la reunión.

Una mujer de pelo negro y varios mechones grises, salió de la Iglesia con el ceño claramente fruncido en su cara, a pesar de que está ya tenía bastantes arrugas, aunque iba sumida en sus pensamientos logró notar una inconfundible, al menos para ella, cabellera rubia...

-Rin... ¿que haces por aquí?- la mujer le hablo a la pequeña rubia sentada en una pequeña banca hallada bajo un frondoso arbol

-¡Abuela!- la joven apenas escucho a la mujer fue corriendo hasta abrazarla -¡Vine a buscarte! No quería que volvieras a casa sola...-

-Rin...- la anciana suspiro y después sonrió -esta bien... volvamos a casa-

Rin y la mujer caminaron en dirección al portón hasta que tres figuras aparecieron de la nada. Sonreían sadicamente mientras las saludaron con la mano, después de unos minutos se fueron. La mujer tuvo en todo momento la mano frente a su nieta de modo protector mientras observaba entre aterrada y furiosa a esas personas, aunque la rubia no entendía que pasaba; algunas personas que aún se ubicaban en el parque se acercaron a Rin y su abuela apenas se fueron aquellas personas.

- Miku... ¿se encuentran bien tu y tu nieta?- les pregunto un hombre que ya casi no tenía cabello.

-¿los demonios te hicieron algo a ti o a ella?- les hablo esta vez una mujer de pelo ya totalmente blanco

Muchos más se acercaron haciendo preguntas parecidas, aunque sólo la rubia respondía, su abuela solamente miraba el portón con algo de ira sin decir nada. Cuando el hombre de pelo negro apareció entre la multitud, se acercó de inmediato a la mujer mayor.

- ¡Señorita Zatsune Miku! me imagino que usted y...- habia clara preocupaciónen su voz y cara, aunque esta desapareció para dar paso a la incertidumbre al ver una cabellera rubia abrazando a la mujer

-Mi nieta, padre Soujiro, se llama Rin- Miku por fin dejo de mirar el portón, y comenzó a mirar al hombre al lado suyo - Y si... estamos bien, por favor déjenos irnos ahora, ver a esos demonios... me pone los nervios de punta...-

El hombre asintió y le pidio a la multitud comenzar a dispersarse para dejar pasar a Miku y su nieta. Y así lo hicieron todos; en cuanto todos se fueron Rin y su abuela salieron de aquel terreno en dirección a su casa.

Después de un rato Rin por fin volteo a ver a su abuela...

-abuela... ¿quienes eran esas personas? Y no hablo de esos adultos, hablo de...-

-hablas de esos tres jóvenes... ¿verdad?- la voz de la pelinegra estaba algo rasposa, pero sabía que tenía razón cuando Rin no le repondio -...supongo que ya es hora de que te cuente una historia... una historia sobre una princesa que se volvió demonio...-

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Kagami: Hola~! Me extrañaron~?

*cri, cri, cri... cri, cri, cri...*

Kagami:.... pues yo si lo hice~ *le cae una lagrima mientras se tira al suelo a llorar*

Yūki: que esperabas? *la consuela* desaparecimos de esta app y de todos lados... ahora parate y presenta a mi hijo! *agarra a Kagami de un brazo y la para bruscamente*

Tisk y Tami: *mirando horrorizados a Yūki* tuviste un hijo?!

Yūki: *mira al dúo aún sosteniendo a Kagami* si... no lo sabían?...

Kagami: *mirando a la nada mientras es sujetada por Yūki* sólo tu y yo lo sabíamos Yūki... que se presente solo~ estoy muy depre para hacerlo yo~ *comienza a llorar*

Karma: este... *mira a Kagami llorar y se aleja un poco* bueno, soy Karma Sayaka... creo que después les hablo de mi, de momento disfruten de este capítulo editado y algo extendido~ se hará lo mismo con los demás, incluyendo epílogo~, nos vemos~ *voltea a ver como los demás consuelan a Kagami y se acerca a ayudarlos*


(Editada: el 31-03-2017)

Genealogía roja, blanca y negra (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora