HELENA ANDERSON
Sus piernas se enrollaron a mi cadera y pude sentir su zona húmeda rozar con mi erección, nuestros gemidos se acompasaban al igual que el vaivén de nuestros cuerpos y cada vez me sentía más ansioso de probar aquello que ocultaba bajo la ropa. Mi nombre salía de sus labios y mis vellos se erizaban cuando el excitante sonido llegaba a mí.
La ropa desapareció de nuestros cuerpos por culpa de nuestras inquietas manos y terminé recargándola en la pared de la oficina guiando mi miembro a su entrada y comencé a.....
Okey...demasiada lectura.
Cerré el libro que sostenía entre las piernas y me dispuse a mirar el camino para verificar que el transporte estuviera tomando la ruta correcta.
Estaba por encontrarme con unos compañeros de la escuela para ir de infiltrados en una fiesta a la que claramente no estábamos invitados. No voy a negar que la situación me entretenía, al igual que muchas otras cosas que solía hacer con los chicos, me divertía con ellos, me hacían salir de mi zona de confort, aunque pusieran mi integridad en riesgo al hacer actividades fuera de lo normal.
La escuela era menos monótona con su presciencia, y realmente nunca sabía que estúpida idea planearían para el fin de semana, pero yo siempre estaba ahí. Intentando vivir una divertida vida adolescente.
Pude distinguir la parada donde bajaría y me concentré para indicarle al chofer que pare. A escasez de responsabilidad, tenía que vivir con la ausencia de un auto propio. El bus no era malo, a excepción de las veces que me llegaba a pasar la parada por ir distraída y tenía que pagar un bus extra de regreso.
Mientras tanto, en cualquier salida tenía que conformarme con la camioneta de Isaac, que, de hecho, en estos momentos me estaba esperando a las afueras del bosque donde se haría la fiesta, él había llegado antes con Luisa y Mario, pero yo llegué tarde por ayudarle a mi padre con algo del trabajo, y solo por no hacer esperar al chico, corrí un par de metros por el borde de la carretera hasta ver su silueta recargada en el vehículo.
Giró hacia mí al escuchar mis pisadas.
-¡Hasta que llegas! - Me exclamó.
-Había un poco de tráfico. - Me excusé abriendo una puerta de la camioneta y dejé el bolso que llevaba con mis cosas, celular, dinero, mi libro, entre otras cosas, no lo necesitaría. - ¿Los chicos no vinieron?
-Entraron antes. -oh, genial. -¿Vamos?
Acepté su invitación y me guío al sendero que nos llevaba a la casa de la persona increíble a la que se le ocurrió hacer una fiesta el viernes por la noche en medio del bosque. Los pinos eran tan grandes y podría decir que también idénticos, lograba distinguir el camino solo por la ligera luz que la luna reflejaba, intentaba memorizar el camino porque en caso de que me vaya sola no quiero perderme. Me conocía lo suficiente para saber de que si era capaz.
El tumulto de personas se veía desde fuera de la casa, donde por rincones había fogatas con personas bebiendo en grupo, también chicas con ropa casi inexistente que bailaban sensual alrededor del fuego, y de algunos chicos.
Aunque el atractivo principal, era la cabaña, donde casi nos impedían pasar por lo lleno que estaba, pero entre empujones logramos llegar a lo que al parecer era la cocina, la cual también estaba a reventar por ser el principal lugar de suministros alcohólicos y quien sabe que más.
-No te alejes mucho, Helena. -Ordenó el chico. Me serví un vaso con un líquido rosado que en mi lógica era sabor fresa.
-¿Y si quiero bailar? -La música fuerte me hacía gritar sobre ella.
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UNA ROSA PARA UNA BESTIA
Teen FictionHelena Anderson termina perdida en el bosque después de una mala decisión, creyendo que estará segura, decide permitirse cinco minutos de descanso quedando a merced y al acecho de la bestia oculta en el bosque. Pero, tal vez, la verdadera bestia de...