Los Espíritus Hablan

54 6 4
                                    

“Ellos cayeron y trastocaron a la humanidad con el pecado, pero también recuerden que por ellos existíais. Seres mágicos de Luz y Sombra.

Azkeel, Ramiel, Kasyade, Gadreel, Shamsiel, Azazel, Kesabel, Yekun, Semyassa y Luzbel…Como un himno elevéis sus nombres en cada ecuenio. Que ninguna criatura nacida de su infortunio se atreva a blasfemar contra ellos. Creadores de lo oculto.

Señor Araziel, ante ti venimos las hijas de la Diosa Ningyo. Tú, enviado de Azazel, hacedor de los brujos y perpetuador de nuestra especie…

Ayori se interrumpió con un resoplido ante su lectura de aquel fragmento. Levantó su enorme cola tornasolada y golpeó las aguas, produciendo un chapoteo que impregno de gotículas la túnica de su acompañante.

―No pienso decir esta sarta de tonterías. Me niego rotundamente ―dijo frustrada, deshaciéndose de su elaborado peinado.

Como descendiente directa de la diosa, Ayori a diferencia de las demás sirenas japonesas era igual de hermosa que cualquiera de sus homólogas occidentales. De pálida piel y negros cabellos estilizados.

Aquel ecuenio, la deidad de las mareas, había enfermado gravemente y en su lugar fue enviada como embajadora a ese horrible ritual pagano disfrazado de fiesta.

―Tranquilícese alteza ―medió Cleo, la amiga hechicera de su madre, proveniente de tierras griegas―. Hay muchas criaturas de buen oído y fieles a él―le recordó, echando un vistazo alrededor.

Ayori le dio la razón, pero aun así continuó quejándose sentada en ese trozo de hielo flotante. Odiando que aquel concilio se llevará a cabo en tan frígido lugar, territorio de Araziel.

―Cleo ¿Como madre a podido recitar ese pasaje durante tanto tiempo? En cada palabra esos bastardos se glorifican. Que cinismo. Por causa suya los seres de luz somos temidos injustamente. Y eso de “perpetuadores de especie” ―Ayori trato de imitar una voz grave, demoniaca―. Todas estas criaturas son…¿tontas o ciegas? ―alzó la vista para recibir su respuesta. Cleo hizo una mueca y continúo probando peinados con uso de su magia―. Si la mayoría disfrutan de belleza eterna, es solo porque nuestra carne ―se tocó la piel y las escamas― es ofrecida en banquete a esos aborrecibles príncipes del infierno. Desearía que este castillo se viniera abajo y que con ello murieran todos los que se benefician de nuestra desgracia.

―Cuidado con lo que deseáis, hermosa criatura de voz encantadora cual melodía de flauta ―Una barítona voz emergió desde alguna gruta del laberintico castillo, aumentando su volumen conforme se acercaba―. Si no conocéis vuestro origen, no blasfeméis contra mi especie, porque si alguien se benefició de desgracia ajena, sois todos ustedes reunidos aquí.

Allí, al filo de la circunferencia del castillo, Araziel la observaba con expresión indescifrable.

―Acaso busca ofender a los míos ―replico Ayori, reprimiendose―. Como osa el señor que junto a un aquelarre conjuro el hechizo que nos condena. Debería estar avergonzado por vuestra vanidad.

El demonio avanzo entre un camino de trozos de hielo, e inclinándose a su altura le dijo:

―Hoy es solsticio de invierno. Espíritus demoniacos hablan sin nuestro permiso y revelan secretos impensables. Asistid al gran banquete del que renegáis y abriros a la verdad. Si como sospecho, encontráis reprobable el origen de vuestra maldición, deberéis concederme una petición. Por el contrario, si de algún modo los caídos tuvimos la culpa, las ningyo serán eximidas del sacrificio.

― ¿Y confiar en un demonio? Jamás.

―Tus pensamientos serán el juez. Y para que veáis que no siempre los demonios somos manipuladores de la verdad, aquí tu amiga ser de luz, será la que revele el veredicto.

Sin más, silencioso e imperturbable Araziel se alejó por el mismo camino del que apareciera.

☼☼☼☼☼☼☼

―Imposible ―Esa palabra era articulada por Ayori, una y otra vez como un disco rayado, mientras en una mágica ostra era escoltada por brujos ante la presencia de Araziel.

Siendo la curiosidad su mayor debilidad, ella fue a presenciar el espectáculo de los espíritus. Danzas antiguas que, mediante fulgores de luz, retrataban enigmáticamente historias nunca contadas. Aquella noche, las traidoras ningyo fueron las protagonistas.

Avecinándose el gran diluvio, y temerosas de la ira de Dios por haber encubierto a los guardianes celestiales cuando estos pecaron, hicieron un trato. Dejarían su condición de humanas, para transformarse en híbridos. Mujeres pez que habitarían en lo más profundo de los océanos y mares, cuya única función sería el custodiar las entradas acuáticas a las cavernas subterráneas donde fueron confinados los caídos. Aventajadas sobre los seres de sombra, conservarían su belleza física, pero en cambio tendrían prohibido emerger a la superficie. Deberían evitar el contacto con los humanos.

Claramente algunas no pudieron tolerar su remota vida y desobedecieron. Estas serían las primeras en ser horriblemente transformadas, condenando a su venidera estirpe.

La Diosa Ningyo implorando perdón para su casta original, había aceptado el castigo para sus insubordinadas parientes. Sin falta, cada ecuenio una docena de ningyos convertidas serían sacrificadas como alimento a los 10 caídos que traicionaron. Su escamosa piel ―desde el cuello a la cola― los mantendría vivos en su exilio, mientras que los creados por ellos que desearan degustar, se verían provistos de lo que se les quitó a ellas. Y finalmente, sus cabezas humanoides, serían exhibidas como trofeos en los palacios de los infernos.

―Ayori, princesa del mar de Japón, guardiana del Torii de Yonaguni. Voluntariamente acepta vivir con nuestro señor Araziel, confinada por la eternidad en el palacio de hielo. Renunciando así a sus deberes y privilegios como ningyo original― Enuncio dictatorial un brujo de aspecto tan viejo como el mundo mismo.

―No os ocurra llorar ―dijo Araziel cuando de reojo vio temblar su pequeña mandíbula. Ella apretaba sus labios en una fina línea―. Las lágrimas de una ningyo son mal augurio en mis tierras. Ahora este es su hogar, absténgase de hacer algo perjudicial.

― ¿Como podría no llorar? Me he condenado y he denigrado aún más a los míos ―contestó Ayori mirando las cristalinas aguas.

―Hay una manera…de eximirlas ―arguyó Araziel. Con sus gráciles dedos le elevó el mentón y discretamente dijo:― Engendra conmigo una nueva especie…mi querida Ayori.

|||||||||||||||||||||

📍Sirena+Demonio+Un palacio subterráneo oculto bajo una montaña de hielo.

Verdades de los Ocultos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora