He recorrido Durham como jamás, durante mis veintisiete años viviendo aquí, lo había hecho. He entrado a ocho lugares diferentes preguntando si necesitan personal y en cinco de ellos me han cerrado casi la puerta en mi cara y ni siquiera se han dignado en recibir mi currículum. Sólo han dicho “Lo siento, ahorita no estamos contratando” y han vuelto a sus quehaceres ignorando mi presencia.
Es inútil.
Ha transcurrido una semana desde mi despido y puede que me haya demorado en hacer esto, pero no me arrepiento de tomar siete días bien merecidos para mí y para June. Ahora su habitación parece una de niños y es la parte más alegre de toda la casa. Gracias a ello, hemos casi construido un vínculo.
Comienzo a creer que no es tan malo como lo pensé en un inicio. Es incluso aliviante tener a alguien más en casa, y que ese alguien sea un niño que lleva tus genes y te aligera el día. Imaginaba que tener a June iba a ser un desastre, pero irónicamente es como si, en lugar de cuidarle yo, él se estuviera haciendo cargo de mí.
No hay detalle que no se le pase.
Ahora estoy sentada en una de las banquetas de un parque. Tengo los currículums que he alistado hoy, completos conmigo. Están en mi regazo. Pienso en la idea de retomar la carrera que no concluí o en simplemente vivir a costa del dinero que tengo. Dinero que podría darme una vida sin trabajo por un par de años.
Pensar en ello hace que mi madre se me venga a la cabeza. Recuerdo lo mucho que le molestó la idea de que dejara la universidad y me pusiera a trabajar, pero también recuerdo la culpa que sentía por estar aliviada de que yo le ayudara con las cuentas con las que ella ya no estaba consiguiendo hacerse cargo sola. Luego vino el cáncer, los gastos aumentaron y mi madre dejó de trabajar.
Debía dejar la universidad en cualquier momento, antes o después del cáncer, pero tenía que dejarla de todos modos para pagar los medicamentos y todo lo demás. La casa, la comida, las cosas personales. Éramos sólo mamá y yo.
Siempre fuimos mi madre y yo hasta que murió. Claro que hubo un tiempo donde fuimos tres; papá, mamá y yo. Pero fue tan malo el tiempo que pasamos sin él que me fue más fácil acostumbrarme a que siempre fuimos nosotras dos solas y olvidar que mi padre en algún momento fue bueno.
Quizás estuvo mal, pero cada quien lleva su duelo de la manera que mejor le convenga. Supongo que esa fue la mía.
Saco de mi cartera el brochure de la guardería y lo comienzo a leer. Pude haberlo hecho en el transcurso de la semana, pero justo ahora me parece la única cosa para pasar el tiempo que puedo hacer.
Horario de Escuela infantil & Guardería Mimos.
8:00 – 9:00 Entrada a la escuela/Desayuno
9:00 – 12:00 Actividades programadas en el día. Juego libre en el patio.
12:00 – 13:00 Comida. Momento educativo con las cocineras.
13:00 – 15:00 Descanso y siesta.
15:00 – 16:00 Actividades de música, plástica e inglés.
16:00 – 16:30 Merienda.
16:30 – 18:00 Juego libre.
Sorprendentemente, al terminar de leer el papel, siento alivio de haber elegido sin querer la mejor escuela infantil con rutina para June.
Tomo mis cosas, meto el papel en mi bolsillo y me guindo el bolso para seguir caminando por la ciudad.
Estoy con June en el McDonald’s cuando se me ocurre sacar mi móvil, tomarle una foto y enviársela a mi padre. No recuerdo tener su número agendado, y cuando voy al registro me doy cuenta de que es así. Lo agrego a mis contactos y se la envío.
—Hoy estuve leyendo el horario de la guardería. Se ve entretenido. Quiero decir, es imposible que te aburras en ese lugar.
—Hoy conocí a una niña —me dice June, de la nada. Tiene papas fritas en la boca y se da cuenta. Termina de masticar y tragar y vuelve a hablar—. Se llama… creo que empezaba con B —tuerce la boca pensativo— ¿Britney? Jugamos en el recreo.
No puedo evitar sonreír porque es la primera vez que June es quien da inicio a una conversación. Además de la del primer día.
—¿Ah sí? Eso es bueno, June —le da un sorbo a su coca-cola—. ¿Sabes? Deberíamos comenzar a buscar alguna actividad extra para ti, como lo hablamos la otra vez.
—¿Me sacarás de la guardería?
Me encojo de hombros. —Todavía no lo sé. No creo conseguir trabajo por ahora y en todo caso de que lo consiguiera, estaba pensando en la idea de pagarte una niñera. Todo depende del horario de trabajo que me toque —suspiro—. El de mi antiguo trabajo encajaba perfecto con el horario de la guardería.
Me es un poco incómodo admitirlo, pero extraño trabajar para Malorie. Odiaba su trabajo como artista, pero me gustaba trabajar en su galería, ¿Eso tiene algún sentido? Supongo que no.
Me doy cuenta, hasta varios segundos después de que June lleva observándome largo rato. Me cubro el rostro con las manos con frustración cuando caigo en cuenta de que tiene cinco y estoy hablándole de mis problemas como si pudiera entenderme.
Finalmente los ojos de June se desvían y señala eufórico hacia la entrada. No había visto esa emoción en él hasta ahora.
—¡Es ella, Jordan! —me dice—. Es mi amiga.
Cuando giro hacia la entrada siento que me hundo en el asiento cuando miro a Kurt entrar de la mano con su hija y un señor de aproximadamente cincuenta y tantos años. Los tres vienen vestidos con ropa de un equipo de béisbol.
¿Es entrenador infantil? ¡Jesús!
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Mitades del corazón
Storie d'amoreJordan, divorciada a sus veintisiete, siente el peso de no haber hecho funcionar su matrimonio aún sabiendo que no fue su culpa. Y para rematar, en menos de seis meses lo pierde todo y su vida da un giro de 180 cuando aparece un niño frente a su pue...