✏ Capítulo 14 ✉

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Lo de escribir una canción inspirada en la vida de mi amigo por correspondencia no iba en serio.

Se suponía que era como las bromas que hacía siempre con SeokJin sobre escribir un libro basado en las cosas que sucedían en sus citas, pero no fue eso lo que pasó.

Lo que pasó fue que aquel título, "Abandonado", junto con sus palabras, me trajo tantas imágenes a la cabeza que aquella noche acabé escribiendo con el cuaderno sobre las rodillas.

Primero llené los márgenes de notas sobre lo que había dicho acerca de su vida.

Luego dejé que las palabras inspiraran la letra de una canción.

He hecho de la espera un arte.
Reconstruí mi corazón y uní sus dos partes,
porque siempre pensé que volverías.

La puerta se abrió.

Jimin entró y se dejó caer sobre su cama con un fuerte suspiro.

— ¿Qué te pasa?

— Acabo de hacer el peor y más completo de los ridículos delante del chico que me gusta en el trabajo.

— ¿Cómo?

Me enseñó los dientes.

— ¿Lo ves?

— No.

— Exacto. Antes tenía un trozo gigante de comida justo aquí.

Se señaló el incisivo.

— Y nadie me lo ha dicho. Nadie. Bueno, espera. Me lo ha dicho HoSeok después de cinco minutos de conversación.

Me reí.

— Tú me lo habrías dicho, ¿verdad? Lisa tendría que haberme avisado. Son las normas entre los amigos. Creo que a Lisa también le gusta HoSeok. Ese es el problema.

— A lo mejor no lo ha visto.

— Koo, lo ha visto la gente de la estación espacial. Era gigantesco. Y estaba justo en el frente.

— Pues qué feo por parte de la gente de la estación espacial, que no te han dicho nada.

— Ja. Ja.

— A lo mejor le hizo gracia.

Jimin gimoteó.

— Exacto. Por eso esto es una pesadilla. Si quieres tener una relación seria con un chico, primero tiene que encontrarte misterioso. Luego fascinante. Luego gracioso. Por ese orden. Si sucede un orden distinto, te quedas para siempre con la etiqueta de amigo.

Fruncí el ceño.

— Es una teoría interesante.

— La he probado y confirmado. Y lo de ser gracioso tiene que ser adrede, siempre hay que evitar quedar como un estúpido.

Ajá.

Quizá por eso yo no había tenido ninguna relación de pareja; siempre estaba quedando como un estúpido.

Jimin se bajó rodando de la cama, gateó hacia delante y se sentó en el suelo dándome la espalda.

— Hazme unas trenzas. Quiero que mañana se me quede el pelo ondulado. Y así eso me hará sentir mejor.

— Hay que ver cómo pides las cosas.

A veces, Jimin parecía el hermano pequeño.

— ¿Por favor? Luego te lo aliso yo.

— Tráeme un cepillo.

Se levantó de un salto y salió de la habitación.

Miré el cuaderno.

— Nunca vamos a tener bastante tiempo para nosotros solos, ¿verdad? —pregunté con un suspiro— Parece que la gente está intentando separarnos.

Mi hermano volvió a entrar balanceando el cepillo como un péndulo entre los dedos índice y pulgar.

Llevaba la plancha de pelo bajo el otro brazo.

— ¿Con quién hablas?

— Conmigo mismo.

— Lo haces mucho.

— Lo sé. Soy la única persona que me entiende.

Jimin me tiró el cepillo y casi me dio en la pierna, enchufó la plancha y luego se colocó en el suelo junto a mi cama.

Yo cerré el cuaderno a regañadientes.

Mi hermano tenía el pelo largo hasta el cuello y precioso.

Era del mismo color que el mío, pero, en vez de tener unas ondas locas como yo, era completamente liso.

— La gente se tira horas para tener el pelo exactamente igual que tú —dije mientras le pasaba el cepillo.

— Y la gente se tira las mismas horas para tenerlo exactamente igual que tú.

— Supongo que todos queremos lo que no tenemos.

Y como si yo hubiera expresado mi opinión sobre su vida amorosa, Jimin dijo:

— Los chicos son un asco.

— Amén —dije yo.

Él echó la cabeza hacia atrás.

— ¿Cómo? ¿Estás de acuerdo conmigo? Desembucha.

— ¿Quieres sentirte mejor por esa anécdota que supuestamente da vergüenza pero que en realidad le pasa a todo el mundo? —pregunté.

— A todo el mundo, no.

— A todo el mundo se le ha quedado comida entre los dientes alguna vez, pero seguro que el conejo que tienes de mascota no se ha hecho pis en el pie del chico con quien tienes una cita.

Jimin se rio.

— Sí... Exactamente —dije.

Él no paraba de reírse.

Apoyó la frente en las rodillas y me hizo soltar la diminuta trenza.

— Tú sigue riéndote.

— Vale, perdona. Lo siento.

Se incorporó.

Yo volví a separarle el pelo, empecé de nuevo a hacer la trenza y estalló en carcajadas otra vez.

— Ya no te trenzo el pelo —declaré, inclinándome hacia atrás.

— No, no, no. Perdona.

Le recogí el pelo.

Cuando pasaron dos minutos, dijo:

— ¿Ahora lo llamas Pies de Pis?

Y rompió en carcajadas.

Le solté el pelo y lo empujé.

— Eres un idiota.

Se levantó y suspiró alegremente.

— Tus historias son las mejores, Koo. Tu vida social es graciosísima. Gracias por hacerme sentir mejor.

Y con eso, salió de la habitación.

— Sí, ese soy yo. La persona cuya vida social hace que los demás se sientan mejor con la suya —dije a nadie en particular.

Arranqué el cable de la plancha de la pared, se apagó y agarré el cuaderno.

Fui a la última página y la titulé «Sospechosos».

Mi vida social no era tan triste:

Tenía una relación perfectamente normal con un amigo por correspondencia anónimo.

Vale, puede que un amigo por correspondencia anónimo no sonase normal, pero prefería ignorar ese detalle.

A lo mejor ya iba siendo hora de averiguar quién era.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

✔ ✏ 𝓟𝓓. 𝙼𝚎 𝙶𝚞𝚜𝚝𝚊𝚜 「TK」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora