✏ Capítulo 42 ✉

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Me presenté en casa de SeokJin media hora después.

Me había puesto una camiseta negra en señal de no sabía muy bien qué.

Sin embargo, cuando SeokJin abrió la puerta, su expresión mostraba algo que no entendí:

Culpabilidad mezclada con tristeza, mezclada con algo que parecía esperanza.

— Lo siento —dijo.

— ¿Cómo? ¿Por qué?

Estaba empezando a darme un tic en el ojo derecho.

¿Qué me iba a confesar ahora?

— Las he leído. No debería haberlo hecho. Eran algo privado. Pero lo he hecho.

Exhalé.

— Jinnie, no sabía que era él cuando las escribí.

— Lo sé.

Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto, donde había apilado ordenadamente mis cartas sobre su escritorio.

— No podemos quemarlas.

— ¿Qué? Pero si voy de negro.

Se rió.

— Estas cartas, Kookie... No me sorprende que te hayas colado por él.

— No me he... —empecé a protestar, pero no podía mentirle— Ya.

— ¿Él no sabe que te estaba escribiendo a ti?

— No.

— ¿Creía que ése era Mingyu? —dijo señalando las cartas.

— Estoy casi seguro.

— Entonces es que es idiota. No suenan nada a Mingyu. Esas cartas son muy tú. Él se ha colado por ti.

Se me hizo un nudo en la garganta.

— No se ha colado por mí.

— Pues a mí me parece que sí.

— Aunque eso fuera verdad, que no lo es, no importa. Te elijo a ti. Nos elijo a
nosotros. Me he vestido de negro.

Él sonrió y me abrazó.

— ¿Puedo contarte una cosa?

—Claro.

— Siempre me dieron envidia Tae y tú.

Me aparté de ella para poder verle la cara.

— ¿Envidia? ¿De nuestras peleas?

— Sí. Siempre ponía más pasión a la hora de hablar de algo que hubieras hecho tú que de cualquier otra cosa que hubiéramos hecho o dicho nosotros. Nunca te he contado que siempre pensé que tenían una especie de conexión que ambos se negaban a reconocer.

— Jinnie...

Sabía lo que estaba haciendo y no quería que sintiera que era su obligación.

— Escúchame —apiló las cartas y me las puso en las manos con suavidad—
Quiero que te las quedes.

Sonreí.

— Y yo te quiero por ello, pero él no quiere estar conmigo, sino con él. El chico de aquí —levanté las cartas—  O, al menos, antes lo quería. Ha dejado de escribirme y no tengo ni idea de por qué. A lo mejor porque pensaba que era Mingyu. No lo sé.

— ¡Entonces dile que eres tú!

— Me da miedo.

— Si no lo intentas, nunca lo sabrás.

— Jin...

— Por favor, Kookie —me miró a los ojos— He sido un egoísta. Nunca fue mío. En ningún momento. Intenté echarte la culpa a ti, pero no eras tú. Éramos nosotros. Tae y yo. No éramos adecuados el uno para el otro. Pero ustedes...

Colocó sus manos sobre las mías, que seguían sosteniendo las cartas.

— Ustedes podrían... ¿Cómo lo dijo él en una de las cartas? ¿Equilibrarse a la perfección? ¿Algo así? En fin, estoy de acuerdo con él. Lo harías. Lo haces. Kookie, dale una oportunidad.

Aquella súplica fue tan sincera, tan sentida, que lo único que pude decir fue:

— Lo pensaré

Y también:

— Gracias.

[🥀]

Cuando entré en mi habitación aquella noche, había algo sobre mi almohada.

Lo primero que pensé fue que Yugyeom había vuelto a entrar y a toquetear mis cosas, pero no era eso.

Sobre mi almohada estaba el recorte de periódico del concurso de canciones.

Lo habían alisado todo lo posible.

— No te rindas —dijo Jimin a mi espalda— Siento haber sido tan duro contigo.

Me volví y vi a mi hermano en la puerta y las cabezas de mis demás hermanos asomándose detrás de él.

— ¿Han sido ustedes? —pregunté.

— Eres bueno, Koo —dijo Jimin— Puedes hacerlo. Solo tienes que creer en ti mismo.

Agarré el recorte de periódico para releer la fecha límite de inscripción y un destello plateado me hizo volver a mirar.

Debajo del recorte, en medio de la almohada, había dinero:

Un fajo de billetes y algunas monedas sueltas.

— Sé que no es bastante para cubrir todo el coste de una guitarra nueva —dijo Jimin— pero es un comienzo.

— Yo he puesto las monedas —dijo Yugyeom con orgullo.

No podía hablar.

Se me escapó un cálido reguero de lágrimas de los ojos.

Mis hermanos entraron en la habitación y me rodearon en un abrazo grupal.

— Los quiero, chicos —dije entre sollozos— Gracias.

— Hemos echado de menos la música por aquí —dijo Jimin.

— Son los mejores.

— Lo sabemos —dijo SooBin.

— ¿Qué es ese olor? —dijo Jimin.

Yugyeom se rió por lo bajo.

— ¡Qué asco!

Jimin se separó, nos dispersó a todos y salió corriendo detrás de Yugyeom, pegando agudos chillidos.

Tenía la mejor familia del universo.

[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

✔ ✏ 𝓟𝓓. 𝙼𝚎 𝙶𝚞𝚜𝚝𝚊𝚜 「TK」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora