𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐥𝐞𝐠𝐚𝐫𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐫𝐢́𝐧𝐜𝐢𝐩𝐞: bakugō katsuki

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Una fuerte estocada lo despertó del profundo sueño en el que descansaba

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Una fuerte estocada lo despertó del profundo sueño en el que descansaba. El cielo morado, y su cuerpo desnudo siendo reclamado entre medias penumbras del ocaso.

Eso que sentía debía ser tan verdadero y cruel como para inevitablemente hacerlo estremecer y sentirse sin fuerzas pero el corazón le corría acelerado, en compás a las recias embestidas que demolían su interior. Hundió el rostro en la almohada, evitando soltarse en sollozos. Dolía pero le encantaba el atrevimiento de Deku para someterlo, incansablemente, aún en su estado fatigado y somnoliento.

Entonces, ¿sería así su primera vez?

Ser follado por el anciano de su prometido. Era así como fantaseó con el adulto y como este le endulzó el oído durante las citas supervisadas por su apoderado. Desde los quince años había deseado sentir el calor agónico de sus cuerpos desnudos haciendo el amor; a los diecisiete, el sentir amor era insuficiente y quería su primera vez con impúdico desespero, fue cuando Deku le dio una prenda suya impregnada de perfume y sudor. Y con ella, pasó las noches montando su almohada, imaginado que era su prometido el que lo tomaba de las caderas para guiar sus intrépidos sentones sobre el sexo maduro.

Pero toda esa idea se había esfumado. No podía siquiera moverse por una vergüenza nítida de juventud hacia su resistencia. No debió desmayarse en primer lugar. Debería estar disfrutando la dulzura de Deku, cosa que tampoco el mayor estaba cumpliendo.

Rompió su promesa de ser gentil en todo momento. Al inicio tal vez lo fue, ahora lo único que puede pensar era en el dolor de sentirse tan malditamente bien y salió de donde enterró el rostro.

Apretó los dientes, rodó la mirada y suspiró reaccionando al agónico calor que florece en su piel. Jadeó, extasiado del dolor y el placer por la sobre estimulación y la cegadora ilusión.

Estaba hiperventilando, viendo el techo del color pintado de la temprana noche. Voces en el pasillo y suaves golpes llamando a la puerta no detuvo el frenesí de follarlo sin delicadeza.

Apoyó el puño al costado de su rostro, y la frente sobre su hombro. Ardía en calentura, descubriendo porque las personas caen en pecado; razón por la qué Deku abandonó la teología e inmediato reafirmó el compromiso.

─Eres... un... jodido... hijo de...

Deku lo interrumpió, atrapando su boca en un arrebatador beso. Mordiendo y chupando sus labios y ahogando sus gemidos al apretarle el cuello, obstruyendo el paso del aire y callando sus quejidos con su repentina rudeza. Delineó los bordes de su boca y su quijada, acabando con el beso y permitiendo que recupere el aire al suavizar el agarre en su cuello.

─Lo sé... lo siento. ¿Quieres que me detenga?

Se disculpó viendo directo a sus ojos. Parecía sincero y sufrido, tomando un ritmo despacio para dejarlo pensar pero no lo necesitó. Ya no estaba a tiempo para rechazarlo, y se odió por olvidar ser fuerte y no tener la disposición de apartar a Izuku.

Sabía que estaba mal pero no podía evitar que sus dedos paseen solos, sin rumbo consciente en el sombreado muscular del hombre que tenía encima. Se ensañó a su escápula. Lo quería más adentro, completo y que fuera más rudo.

La puerta volvió a ser golpeada y la voz de su apoderado, Hakamada, interrumpió entre ellos pero sin hacer caso a su advertencia, volvieron a tomar un ritmo bastante golpeado y rápido.

La cama se sacudía y rechinaba. Recorrió los costados de su cintura estrecha, sus caderas fértiles, montando su pierna en el hombro. Lo embistió con mucha más fuerza, y le arrebató un sollozo que quiso contener sin éxito.

Izuku lo ve, siempre lo hace, pero lo ve con el deseo desatado en sus ojos. Quiere grabar en la memoria su dulce desnudez y la sensación de sus cuerpos acoplados. Él lo hala para besarlo siendo correspondido por la misma devoción entregada.

Besaba, saboreaba, y moría de placer en esas profundas sacudidas que recibía muy adentro por el constante vaivén, viendo a Deku tensar la mandíbula y él puso la mirada al cielo. ¡Jesús bendito! Quiere todo de Deku sudando versos, tallándolos en su espalda, mientras recitaba el Yo confieso, manteniendo roncos e ininteligibles susurros que desglosó desde el fondo del ser, forzando a su garganta a pronunciar la oración sobre el oído de Deku. Fue acompañado por él, por su voz gruesa y rasposa del esfuerzo. Se vuelven aquellos que ansiaban pecar a ratos entre la oscuridad y el pensamiento.

Estaba mal, era así, pero estaba bien porque lo disfrutaba en nombre de Dios. Ambos podían ser demasiado entregados por su religión y al amor del otro a la misma vez.

Quería pensar que estaba bien. Pecar y pedir perdón pero llegó al punto del delirio y su voz se quebró. Izuku llegaba más adentro de su cálido interior. Nunca pensó que alcanzaría el cielo de la manera más pecaminosa, cansado y sin aliento totalmente deshecho en la cama debajo de Deku, estremecido por un orgasmo y gimiendo sus plegarias con el temor de ser castigado por su lujuria juvenil.

 Nunca pensó que alcanzaría el cielo de la manera más pecaminosa, cansado y sin aliento totalmente deshecho en la cama debajo de Deku, estremecido por un orgasmo y gimiendo sus plegarias con el temor de ser castigado por su lujuria juvenil

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Las plegarias del príncipe | DekuKatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora