Capítulo 1: La tumba bajo el árbol

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Disclaimer: Los personajes que aparecen en está historia, así como el universo donde se desarrolla la trama no son creaciones mías ni me pertenecen, todo es obra de Hajime Isayama.

Disclaimer II: La ilustración utilizada en la portada no me pertenece y tampoco es creación mía, sino de la maravillosa artista Alysiusart.

Advertencias: Spoilers del manga.

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La vida de Mikasa posterior a la guerra se transformó en una rutina casi religiosa.

En contraste a sus días como cadete, la última descendiente de los Ackerman disfrutaba de la paz que tanto habían anhelado.

Hacía tres años que su existencia dio un rotundo giro; tres largos años desde que la tierra tembló y agonizó bajo los firmes pasos de la horda de titanes proveniente de las murallas. Tres años desde que las heridas en su interior parecían no sanar.

Luego de regresar a su hogar, optó por enterrar su carrera militar en la parte trasera de la casa, cerca del jardín. Cavó un profundo hoyo en la tierra fresca y lanzó su uniforme y equipo de maniobras al vacío. En el sitio brotaron hermosos crisantemos blancos.

En algún momento de su viaje, levantó la cabeza y, mirando a su alrededor, vio el hermoso firmamento. Mikasa no era el tipo de persona que se enfrascara en el pasado. No. Era una mujer practica. No pensaba mucho en el porvenir; lo único que ocupaba su mente era el presente, aquella basta incertidumbre de sobrevivir un día más. Salvo por los últimos años en los que no podía alejar de sus recuerdos lo ocurrido en la Batalla del Cielo y la Tierra.

Mikasa Ackerman, que había sido una mujer fuerte e ilusionada, era nuevamente una joven fría y solitaria, con una vida anodina y un futuro desolado.

Se decía a si misma que no había ningún cambio evidente en su persona. Nada la había golpeado, ni dañado, ni mutilado. Sin embargo, ¿dónde estaba la Mikasa de ayer? ¿dónde estaba su vida? ¿dónde estaba su futuro?

Cerró los ojos en remolinos de penumbra que parecía flotar alrededor, sus reflexiones acudían negras y confusas. Todos esos años en constante batalla, aquellos planes y las promesas rotas, las consecuencias de sus actos la dejaron desalentada, abatida y sin fuerzas, tenía la impresión de haberse tumbado en el lecho seco de un gran rio.

El recuerdo de los días posteriores a la muerte de Eren acudió a su mente de manera trepidante. Aquella noche escuchó a lo lejos el estruendo de las montañas y sintió la llegada de la avalancha; era incapaz de levantarse para huir. Se quedó desfallecida en el suelo, deseando la muerte. Una solo idea latía con vida dentro de ella a la par que las palabras vagaban por su mente tenebrosa, queriendo ser pronunciadas en voz alta.

«Nadie me puede ayudar».

La conciencia de su vida desamparada, el amor perdido, las esperanzas ahogadas, se cernió poderosa sobre ella en una bruma sombría.

El sonido de las ruedas traquetear acabó con sus pensamientos. Al abrir los ojos, se percató que había arribado a su destino. Sin más demora, tomó la canasta con las compras y descendió grácilmente de la carreta plantando los pies en el barro.

—Gracias por el viaje— dijo Mikasa con una sonrisa perfectamente ensayada.

—No tienes que agradecer, siempre es un placer contar con tu compañía— respondió el hombre sonriendo y meneando la cabeza.

—Debe ser extenuante vivir cerca del risco— comentó la afable mujer con expresión consternada.

Motivada por el egoísta deseo de alejarse de la humanidad, Mikasa se instaló en una pequeña casa en la cumbre del risco.

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2022 ⏰

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