Luego de debatir largas horas temas de vasta ilustración, los próceres Rodriguez, Carrera y O'Higgins manifestaron de manera pulcra y marcial su opinión, ¿cómo no aplaudirlos? pensé, pero armándome de valor y asumiendo las posibles consecuencias decidí hacerlos callar, ¿la razón? Un obrero que parecía corriente se aprontaba a dar su opinión. Transcurridos unos minutos de pronunciarse acelerado y enfadado, luego de fingidamente escucharlo, los héroes de la patria tuvieron una actitud cómplice, se miraron unos a otros y en frente del humilde interlocutor se rieron a carcajadas. Acto seguido, Carrera se dispuso a hablarme al oído, me comentó respecto al horrible léxico del obrero, lo cual no permitía entenderlo al hablar. Posteriormente, me obligaron a sacar al obrero de la sala, ya que temas tan importantes para la patria debían ser resueltos por hombres capacitados para ello, con pena, rabia y frustración me dirigí al trabajador y lo eché "calidamente" de la sala.
De aquel entonces han pasado más de 200 años y aún trabajo para los gobernantes de mi país. Dicen que el tiempo es el mejor remedio ante cualquier inconveniente, mo obstante me sigue aquejando la misma pena, rabia y frustración. Es una verdadera lástima darme cuenta que en nuestra patria aún los mandatarios no entienden Mapudungun.