Recuerdo perfectamente el primer día que lo vi, era una noche lluviosa en la que había dejado para ultimo momento el proyecto de la universidad. Estresada y con más ganas de morir aquella noche me levanté del escritorio en busca de un respiro.
Recuerdo haber ido a mi habitación por un paraguas y salir en pijama y sandalias al pórtico del edificio.
Estaba prohibido fumar adentro, lo odiaba, era un completo fastidio.– ¿Tienes uno que me regales?
La voz dulce me sacó de mis pensamientos y le miré.
– Sí, claro.
Extendí la cajetilla de cigarros y una mano adornada con diferentes anillos tomó uno de los cilindros del interior. Volví a mirarle con más detalle y me sonrió haciéndome una seña para prestarle fuego.
Sonreí de vuelta.
Estaba atontada, mentiría si digo que no me gustó desde el primer segundo, sus labios eran carnosos, sus ojos mantenían una mirada dulce pero a la vez lograba hacer mis piernas temblar... y su perfume, era dulce pero fresco a la vez.
Dio una calada y volvió a sonreírme.
– Park Jimin.
– ¿Eh?
Se rió.
– Soy Park Jimin.
– Oh, Min-Hye.
Otra vez esa sonrisa.
– ¿Sueles salir a fumar a estas horas de la noche?
– No realmente... necesitaba relajarme, es todo.
Park Jimin asintió como si buscara aprobar mis palabras poco antes de que terminara de un sólo jalón el cigarro.
– ¿Entramos?
– ¿Cómo?
Se rió otra vez, era adictivo oírle.
– Vives aquí ¿no es así?
– Sí, pero...
– Yo también vivo aquí.
Que tonta, no lo pensé.