Cuando las hojas caen y el amor muere

1. La despedida de un desamor

—­­Admitido.

—¿Ingresaste? —el sonido de su voz era apenas perceptible en medio del inmenso barullo. Honestamente ella habia esperado una pizca más de emoción en la reacción. —¿Desde cuando lo sabes?

—Hace unos días —él sonrió, apenas una ligera sonrisa, y el abrazo y la felicitación vinieron después.

La noche siguió su curso, faltaba apenas una semana para el final de el bachillerato, y todos ya empezaban a caer en cuenta de que muy pronto dejarían de verse. Sin embargo, entre ellos todo se sentía igual, al menos así es como ella lo percibía.El rostro de él se distinguía agitado, tal vez por todas las horas que habia pasado bailando, a veces le resultaba irreconocible, su rostro siempre le seria familiar, pero en medio de su afán por encajar ella podía verlo jugar a ser otra persona, alguien a quien no conocía, al menos por unas horas. Ella sabía que eso le hacia feliz, y no iba a discutírselo, solo esperaba que estuviera feliz por ella, aunque pareciera no importarle que en unos meses dejaría de verla.

Pasó un rato más de su noche mirándolo, de vez en cuando lo encontraba mirando de vuelta, por unos destellos de segundo. Habían pasado unos momentos juntos antes de que él volviera con sus amigos, parecía más cómodo ahí. Para ella no había mucho más que hacer, ya habían pasado largas horas desde que se había dado el inicio de la fiesta de despedida de bachillerato y su paciencia ya había desaparecido, su propio cuerpo estaba cansado, aunque no sabía si era por el propio cansancio de la espera o por usar tacones altos durante tantas horas. Mas no importaba cual era la razón de su fatiga, salió del local sin despedirse y volvió a casa.

Durante la noche recibió audios inteligibles y textos mal escritos, no los recibía tan seguido, pero suponía que era momento de estar a mano. Todo se había vuelto tan confuso, aunque siempre lo había sido, y sentía que era ya inútil seguir cuestionándose. Así que solo se resignaba a sentir lo que era ver al otro exprimirle el jugo a la vida, mientras uno solo daba vueltas en una cama con el corazón apretujado preguntándose si el afecto era unilateral.

Días después la escuela llegó a su fin, y como había esperado por todo un año a ella le tocaba dar el discurso de graduación. Iba a recordar ese día para siempre, los birretes, el diploma, el vestido negro y la silla vacía. Silla que no dejó de ver durante toda la ceremonia, especialmente durante su discurso, esperando que llegase de imprevisto, aunque ya sabía que él no estaría ahí, y aunque estaba bien con eso, la esperanza es algo tan difícil de conseguir como de quitar.

Poco después él escribió "mi amigo me mandó tu discurso, esta mejor que cuando lo escuche, casi lloro :D". Ella sonrió, sabía que era broma, y aunque no era mucho llevaba meses aferrándose a cualquier demostración de interés que pudiese, a veces incluso se preguntaba cómo es que se podía conformar con tan poco, por qué es que no exigía más, y luego recordaba que eran amigos, ella misma lo habia dicho una noche que había salido de fiesta con sus amigas: "no eres nada mío para reclamarme, solo somos amigos".

Estaba enojada, con ella misma, con él, con todo, estaba enojada con su familia, con sus amigos, estaba cansada de el mismo discurso de siempre: "le gustas, solo le da miedo el rechazo", "le gustas, solo que lo tratas mal", "le gustas, pero es muy inseguro". ¿Cómo podía serlo si ella le habia dicho lo que sentía dos veces? Y ambas veces habia recibido la misma respuesta: "Sabes que no siento lo mismo".

Él habia empezado a ver a otra persona, igual ella, pero jamás pasaba de unos días de conversación cuando se alejaba porque él siempre volvía a su mente, ¿por qué es que no lo podía sacar? Siempre era el mismo ciclo:

—Conocí a alguien nuevo.

—¿Otro? Jaja, preséntamelo ­—decía el.

Y así pasaba el tiempo conociendo a otra persona y cuando por fin había aceptado su situación, él de la nada coqueteaba, a veces tan descaradamente que ella le seguía el juego, pero al final él siempre se acobardaba y todo terminaba ahí, con una mezcla de sentimientos inconclusos a media camino.