—Un lote.
El cartucho en el arma.
—Dos lotes.
Ojo en la mirilla.
—Uno y diez centavos.
El dedo presionando del gatillo y derribando al primer objetivo de su noche.
Eran tan sólo ocho palabras las que le bastaban a Frank para cometer los asesinatos más espontáneos y crueles con los que cualquiera podría encontrarse. Las escenas eran siempre las mismas: sangre coloreando las paredes, huesos rotos descansando en el suelo y sesos embarrados por cualquier superficie. Las armas que usaba variaban de ocasión en ocasión: podía destrozar a todo el que se interpusiera en su camino haciendo uso de una sencilla navaja suiza, hasta perforar por completo los cuerpos de todos aquellos que se atrevían a meterse en su camino con el arma de fuego más grande que se haya visto.
En pocas palabras, Frank Castle era nadie más y nadie menos que el mismo Punisher.
Se armó de una reputación en, relativamente, poco tiempo, y con ello salieron a la luz distintas opiniones acerca de lo que hacía y la manera en la que lo llevaba a cabo. Algunos civiles lo consideraban un psicópata, otros tantos lo consideraban el héroe que tanta falta les hacía y quienes lo conocían sabían que era el mejor marine y padre con el que habían convivido. Pero para él las etiquetas no tenían ningún caso, no le importaba en absoluto lo que la gente tuviera que decir de él ni siquiera estando sentado en la silla del acusado en el juzgado. Tenía mucho tiempo desde que gran parte de las cosas dejaron de tener sentido para él. A final de cuentas, las razones que él tenía para terminar con los tipos malos consideraba que eran válidas y nadie iría a quitárselas, no como le quitaron a su familia.
Días antes habían llegado a él las noticias acerca de estos bombardeos pequeños en el barrio de Hell's Kitchen que habían cobrado vidas y, a pesar de que se prometió a sí mismo nunca volver a aquel lugar debido a los roces que tuvo con el mismo vigilante dicha zona, sintió que no tenía otra opción mas que tomar el asunto entre sus manos ante la falta de atención que percibía por todos quienes habitaban en el lugar. Rojo no parecía estar ahí y, al ver el gran alto edificio con paredes de vidrio que se alzaba frente a él, supo que había demasiado dinero involucrado, por lo que la policía no había hecho el esfuerzo de derribar a quienes se encontraran ahí dentro.
Tenía que dejar de estar muerto por una noche.
El guardia de seguridad del edificio dejó de ser un problema, no era que podía hacer demasiado tirado sin vida en el suelo y con cráneo perforado. Dio un paso por encima de su cuerpo sin respeto alguno, una persona que aceptaba billetes a cambio de cuidar a quienes lastimaban a los demás no lo hacía merecedor de éste.
Caminó por el largo pasillo sin inmutarse hasta entrar al ascensor que aguardaba hasta el fondo de éste. Sabía que podía desmantelar a toda una pandilla con mayor velocidad si tan sólo se decidía a hacer uso de las escaleras; pero, sin importar lo sencillo que considerara el trabajo, tenía que tomar un largo respiro antes de tomar acción.
—Tú...
Un hombre tartamudeó al verlo salir del cubículo metálico como si acabara de ver a un fantasma porque, en realidad, fue exactamente lo que hizo. Antes de que lograra alertar a los demás sobre su presencia, Frank sólo alzó el brazo con determinación y apretó del gatillo como si se tratara de lo más cotidiano que haría en su vida.
Se sintió orgulloso de en lo que se había convertido. Se sintió orgulloso de los gestos que sus próximas víctimas hacían una vez que veían acercarse a aquel hombre con el cráneo estampado en su torso y, a pesar de que rogaban por piedad cuando veían el cañón apuntando a su cabeza, Frank tenía en claro el hecho de que ninguno de ellos tenía porqué temerle a menos que los hayan hecho cualquier cosa que los hiciera merecedores de la ira que aguardaba en su ser.
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SHAKEDOWN | frank castle
Fanfiction❝rusting out from all the sweat, but i can myself for the first time so clearly❞ Frank sigue trabajando como justiciero aún después de la muerte, pero Alesta tiene planes para él que van mucho más lejos. ━𝐓al vez la Muerte esté demasiado aterrada...