2. Castigo

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Will

Desperté con bastante molestia por culpa de las enfermeras, que me tenían que dar medicamentos, y no pude volverme a dormir. Joder.

Como a las 7 llegó el desayuno. Una asquerosidad por cierto. Eran unos cereales de avena con leche, una rebanada de pan con mermelada y una manzana. Apenas comí, sinceramente la avena no me disgusta, pero no se que carajo le echaron, porque tenía un sabor muy malo. Después de que me retiraran la bandeja y me regañaran por no comer, subí nuevamente a mi silla de ruedas y salí de mi cuarto. Pero justo me detuvo el doctor Dagger. Mierda...

—¿A dónde crees que vas?— Dijo con una mirada muy seria.

—Iba a... tomar un poco el aire— Respondí algo nervioso, la verdad es que con ese aspecto y esa cara daba bastante miedo. Él me miró como si yo estuviera loco.

—¿Después de lo de ayer? Oh no, te quedarás en el cuarto hasta que hables con el psicólogo— Habló con un tonito muy irritante.

No pensé que se fuera a enfadar tanto por eso la verdad. Le miré con mala cara y di marcha atrás y entré a mi cuarto. Suspiré frustrado.

Flashback de anoche

Con mucho esfuerzo y arrastrándome por el suelo, llegué a la silla de ruedas. Al sentarme suspiré de dolor y cansancio. Si que pesan los yesos, joder. Saqué de una bolsa de al lado de la camilla mi mochila y la puse en mi regazo. Entonces comencé a moverme. No sabía cuánto costaba moverse en silla de ruedas, y con sólo salir de mi cuarto ya me dolían los putos brazos. Seguí moviéndome por el largo pasillo, pero de repente oí como alguien gritaba "¡gol!" a lo loco. ¿Estaría en el área psiquiátrica y no me dí cuenta? Lo comprobé unas tres veces mirando unos carteles que indicaban en qué piso estaba. Cuando estaba a punto de seguir con mi camino, el loco que estaba gritando antes se echó a correr por el pasillo sin dejar de exclamar lo de gol. De tantas veces que lo oigo en el campo ya no me afecta, pero ahora mismo estoy en un jodido hospital, un poco de control, puñetas. Continué moviéndome. No pude evitar fijarme en la habitación de donde había salido ese idiota gritón. Sólo pude ver que tenía muchas cosas colgadas en las paredes, ya que mi vista se centró más en un chico que seguía dentro. Estaba de espaldas, haciendo quién sabe qué, pero por alguna razón me quedé observándolo por unos segundos más. No perdí más tiempo y volví a lo mío.

Gracias al fantástico ascensor llegué a la azotea. Me acerqué a la barandilla para ver la vista. Wow, sentado en una silla de ruedas no se ve una mierda, apenas veía el cielo, y encima como era de noche estaba todo muy oscuro. Empecé a rebuscar entre los bolsillos de mi mochila. Tiene que estar por aquí... Decía para mí mismo. Mi cara se iluminó cuando sentí la cajita con mis dedos. La saqué rápidamente. Mi cajetilla de cigarros, mi hermosa cajetilla de cigarros. Sonreí mientras la abría y sacaba uno. Lo encendí con el mechero y di una calada profunda y solté el humo. Me quedé un rato más mirando las estrellas. Hasta que empecé a sentir frío, que volví al ascensor. Tiré el cigarrillo por fuera antes de que la puerta se cerrara.

Suspiré ya más relajado. Cuando ya había llegado a la planta en donde se encontraba mi habitación seguí todo recto. Que pereza girar la silla de ruedas, mínimo si me choco logro captar la atención de alguna enfermera me ayudaba. Iba pensando en mis cosas, choqué con alguien, haciendo que cayera al suelo. Era un chico algo pálido de pelo negro.

—Lo siento mucho... ¿Te encuentras bie- —

— ¿Qué mierda? Mira por donde vas, anormal. — Le interrumpí con mala cara. Sus ojos, de un color amarillento, se clavaron en mí por unos segundos.

—He intentado disculparme, pero tú me interrumpiste— Respondió de una manera muy borde, haciendo que me irritara.

—Si claro, como puedes ver yo voy en silla de ruedas, a ver si tienes más cuidado, idiota— Le hablé más cabreado.

[HIATUS INDEFINIDO] Hasta que nos quedemos sin aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora