confianza

140 12 0
                                        

s e m a n a  c u a t r o. p r i m e r  m e s

Cuando todos se fueron era muy tarde, demasiado que todos estábamos arrastrando las palabras en algún punto. Los niños se habían quedado dormidos en mí cama después de ver una película y Marco cargó a María hasta el coche mientras que Rodrigo caminaba lentamente arrastrando los pies, antes de despedirnos de forma definitiva por un tiempo. Al menos hasta que yo vaya a España en diciembre para pasar las festividades con ellos y que estuvieran diciendo que Rebecca también tenía que ir, porque veían nuestra relación que duraría demasiado.

Rebecca después de un rato se había quedado callada cuando empezaron a hablar de planes a futuro. De planes en los cuales la mencionan acerca de lo que haríamos en España o en cuanto yo le propusiera matrimonio y que sería una boda que todo el mundo envidiaría porque estaban dispuestos a pagar todo y contratar a gente increíble para el evento. Discutiendo también si sería en España o en México.

Se había pasado al sillón para descansar mientras esperaba que todos se fueran viendo el cielo. Jugaba con sus dedos e inclusive siguió en silencio cuando limpiamos la mesa y yo lave los platos mientras ella guardaba todo lo demás en contenedores y tiraba la basura. Era algo extraño en nuestra rutina, me encantaba que hablara, y más ahora que había conocido a mi familia esperaba que dijera algo respecto a cómo son, pero nada, solo me dedicaba una que otra sonrisa.

Eran aproximadamente las 2 de la mañana cuando tomó su maleta y estaba en la puerta tallándose los ojos, con pequeños bostezos que dejaba salir entre palabras.

—Iré a dormir un poco, tenías razón, debí de haber dormido antes, pero quería conocer a tu familia, son increíbles, Dominic.

—Siempre tengo razón.

Me acerqué sonriendo después de secarme las manos y tomé su maleta de su mano mientras ella se aferraba a su mochila. Ella también sonrió negando.

—Te acompaño.

Asintió y en ese momento pensé que la razón por la que estaba tan callada quizá era porque tenía sueño y todo siguió hasta que estábamos enfrente de su puerta y la abrió dejando que entrara primero la maleta antes de despedirse de mí.

—Buenas noches, Rebecca...

Susurré y ella volteó una última vez a verme con una sonrisa triste.

—Buenas noches.

Insistía en la extrañeza con la que hablaba y no solo eso, sus ojos ya no me mostraban un brillo al cual me había acostumbrado. La mirada en la que simplemente estaba perdida o pensaba en otra cosa que la mantenían distante me preocupaban al punto de que quizá pasó algo que yo desconocía, haciéndome sentir inservible para este tipo de situaciones. La tome del brazo enfocándome en sus ojos llenos de miedo y con ganas de llorar. Ella volteó a ver primero mí mano y luego me vio a mí.

—¿Que ha pasado?

—¿De qué hablas?

Hablábamos en susurros y moví mi cuerpo un poco paranoico.

—No lo sé y quizá será tonto que diga que tengo este presentimiento que algo malo te paso en el viaje o que algo pasó esta noche.

Ella suspiró viendo a todos lados menos a mis ojos.

—Estoy cansada, Dominic, quiero descansar no es nada más que eso. No he parado desde que llegué a Italia.

Mi mano lentamente bajó a sus dedos para intercalar nuestros meñiques, buscando en ello alguna señal de que no estaba enojada conmigo.

—¿Podemos hablar de esto después? Mañana en el desayuno si quieres, puedo pedir chilaquiles, lo que gustes.

Dudó un poco, pero después forzó una sonrisa y asintió.

Déjame cuidarte. EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora