«Necesitamos hablar»
Dos palabras.
Dos simples palabras sonaban en mi cabeza como cien y es que el eco dentro de mí parecía un jingle publicitario:
«Necesitamos hablar»
«Necesitamos hablar»
«Necesitamos hablar»
«¿Hablar de qué?», me pregunté incontables veces con cada repetición. «Oh, no, ¡ni creas que me comeré el cuento del bebé!», pensé en aquel momento mientras intentaba salir del shock.
-¿Hablar? -le dije y aunque traté de conservar la compostura, una risa nerviosa acompañó mis palabras- Lo siento. Bueno, tú dirás, voy de salida.
La mujer delante de mí liberó aire con pesadez y de repente todo se tornó en cámara lenta, me sentí en medio de una película de guerra: un soldado que contempla su inminente muerte ante la bomba que se acerca.
-Tobias, él es Tadeo, tu hijo.
No dije nada.
La bomba estalló sobre mí, de hecho, podía ver los pedazos de mi cuerpo, segregados por toda la sala desde un plano astral. De repente, como si el trozo de mi cara ligado a la boca que estaba tirado en algún lugar decidiera moverse por sí solo, le dio una respuesta que por un momento me devolvió del shock:
-¡Eso es imposible! Me hice la vasectomía.
¡Victoria!
Dentro de mí sonó el allegro con brio de Heróica.
Sí, mi autómata boca había resuelto el problema y comencé a calmarme, me llegó un segundo aire, así mis pedazos comenzaron a juntarse al estilo del T-1000.
-Si lo que buscas es dinero, no te preocupes, pero... -continué hablando mientras caminaba hacia la oficina que tengo en casa para buscar una chequera-. Jessica, si es que ese es tu nombre; créeme que tú y ese pequeño acabarán en líos un día por cosas como estas.
Había decidido escribir una cantidad considerable para que la desconocida mujer que decía tener un hijo mío desapareciera, pero guardé silencio al escuchar la puerta de mi casa cerrarse y el siguiente sonido fue el arranque de un vehículo. Juro que sentí un mini infarto, es que, una extraña apareció en mi casa y yo la dejaba a solas, pudo robar cualquier cosa. Confundido, corrí a la salida y vi desde el pórtico cómo se alejaba ese taxi en el cual llegó.
«Quizás pensó que la denunciaría por intento de estafa y bien merecido lo tendría», pensé. Luego recordé mi cita con Katrina y sonreí, así que llevé la mano derecha al bolsillo para sacar las llaves del auto, presioné un botón y al instante se abrió la puerta; estaba a punto de subir cuando recordé que dejé el teléfono en la oficina por eso regresé a casa.
Sentí palidecer al ver a ese pequeño que anteriormente estuvo en brazos de Jessica, caminar por doquier mientras mordía el control de la TV, misma que no paraba de apagar y prender.
-Pero qué ca... -murmuré nervioso, no, aterrado más bien y a poco estuve de desplomarme en la entrada, pero no lo hice.
Sacudí la cabeza y corrí hasta el comunicador, necesitaba la ayuda de portería con urgencia.
-¡Joaquín, dime que el taxi de la chica que vino a verme no ha salido!
-Uuuf, señor Wolf, hace como 5 minutos...
Colgué el auricular sin decir otra palabra y cargué al pequeño como pude, lloró cuando intenté quitarle el control remoto, así que lo dejé y decidí que compraría otro, ahora solo importaba conseguir a esa desquiciada mujer que tuvo la desfachatez de dejarme un niño.
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No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO!
HumorEl señor Wolf no cree en el amor. Eso es para pobres diablos, suele decir. El señor Wolf solo ama el dinero y fraterniza con el trabajo. A sus treinta y cinco años está a punto de convertirse en socio de la segunda constructora más importante en el...