REENCUENTRO

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En tierras desconocidas, lejos de cualquier rastro de civilización, Ekko avanzaba sin detenerse. A pesar de estar seguro de que le habían mentido, su determinación era inquebrantable. Con el ceño fruncido y su gran espada en mano, buscaba alguna señal que lo guiara al lugar donde, supuestamente, se encontraba su antigua mejor amiga: Jinx.

Ekko detuvo su marcha al divisar a lo lejos una cantina. A primera vista, parecía estar repleta de mujeres. Con cautela, se colocó su máscara para evitar ser reconocido y decidió acercarse, esperanzado en encontrar algún indicio de la peliazul. Sin embargo, al mirar a través de una ventana trasera, se percató de que no se trataba de una cantina, sino de un burdel.

En el interior, no había hombres. Solo mujeres de distintas apariencias, todas consumiendo *Brillo*, ese líquido gaseoso de un intenso rosa fosforescente que había transformado la vida de Jinx... o, mejor dicho, su ex mejor amiga. 

Temiendo lo peor, Ekko decidió entrar de una vez por todas. Su presencia inesperada sorprendió a las mujeres, quienes no tardaron en intentar iniciar su negocio. Comenzaron a rodearlo, acariciándolo y tratando de seducirlo. Molesto, Ekko las apartaba con firmeza, hasta que frente a él se posicionó una mujer que parecía ser la encargada de aquel lugar. 

Ella lo observó con una sonrisa intrigante, recorriéndolo de pies a cabeza. 

—¿Buscas algo en especial? —preguntó. 

Ekko no respondió. 

—Veo que no hablas mucho... Bueno. ¡Minbra! —gritó, llamando a alguien. 

De entre las sombras apareció una joven de piel morena y cabello oscuro. Ekko no pudo evitar suspirar ante la "atractiva" elección. No era la primera vez que lo molestaban por su color de piel, pero le parecía absurdo que incluso en un lugar como aquel sucediera. 

Sí, Ekko tenía la piel oscura, al igual que su cabello, pero aquello nunca había sido un impedimento en su vida. Muchas chicas lo consideraban un verdadero príncipe, no solo por su apariencia, sino también por su corazón puro y bondadoso. 

—Estoy buscando a alguien —dijo con voz firme. 

—Me temo que no podemos ayudarte. Aquí no devolvemos a nuestras trabajadoras —respondió la mujer con tono sarcástico, girándose para marcharse. 

—Se llama Jinx —soltó Ekko, su voz cortando el aire como una daga. 

El ambiente cambió de inmediato. La habitación quedó sumida en un tenso silencio. La mujer se detuvo y lo miró de nuevo, para luego retirarse apresuradamente. 

Ekko, confundido, permaneció en su lugar. Minutos después, la misma mujer regresó, pidiéndole que lo acompañara a una habitación en la parte superior del establecimiento. 

Una vez dentro, Ekko quedó solo. El lugar, que parecía una oficina, le puso en alerta. Frente a él se encontraba un escritorio y una silla giratoria. Sus instintos le hicieron aferrar su arma con más fuerza, preparado para cualquier eventualidad. 

De repente, la silla comenzó a moverse lentamente...

Ekko fruncía el ceño cada vez más, su desconfianza era evidente, hasta que quedó completamente atónito al ver la figura frente a él.

Aquella mujer, aunque conocida, parecía diferente. Sin duda era Jinx, pero algo en ella había cambiado. Su característica trenza, que solía medir casi dos metros, había desaparecido. En su lugar, su cabello lucía un corte descuidado que apenas llegaba a la altura de sus orejas.

Jinx lo observó detenidamente, y en su rostro se formó esa sonrisa lunática que a muchos les resultaba desesperante, incluido Ekko. Sin embargo, esta vez, para su propia sorpresa, la sonrisa le transmitió una extraña sensación de tranquilidad.

NOCHES             HUMEDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora