XIX.

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La tercera semana había llegado.

El club de economía doméstica había cumplido con lo establecido, dejando huella de calidad y eficiencia en cada bordado y remallado hecho. Las personas de los diferentes clubes recibieron sus uniformes entre actitudes bastante contradictorias. Mientras algunos clubes estaban agradecidos con el esfuerzo hecho para con sus polos o chaquetas, otros no lo fueron tanto. Es por ese motivo que en plena hora del almuerzo ambos representantes del club se encontraban en la oficina del director de su institución con un semblante serio e intimidante.

Mitsuya, como la persona racional que era y reconocido por su temple y liderazgo, quería agarrar al primer miembro del club de karate que le hablase y romperle la cara de una patada. Furioso era poco para describir lo que el pelilia sentía en esos momentos. Ken, quien se encontraba a su costado, evitaba con las justas que su mejor amigo cometiera homicidio en primer grado.

—Señor director —volvió a quejarse el capitán del club de Karate—, se nota las preferencias que tienen los del club de costura en el trabajo que han entregado. Usted mismo puede observar —señaló la chaqueta que traía en sus manos, dejando su piel expuesta cincelada de tatuajes a vista y paciencia de todos los presentes.

—Por enésima vez, hemos hecho el trabajo tal y como se nos especificó —aclaró el pelilila, suspirando y teniendo que voltear la mirada ante tal crimen visual—, que tus miembros se estén quejando por "el color esto, que el lugar no era como lo quería y bla bla bla" no es nuestro problema. Dejamos precisando los detalles de los uniformes y no hubieron quejas —les recordó, ya cansado y queriendo lanzarles una silla mientras hablaba.

—Y somos el "Club de Economía Doméstica" maldito imbécil —agregó Ryuguji con irritación.

—Joven Ryuguji, controle su vocabulario por favor —advirtió la máxima autoridad frente a ellos, preocupado por las constantes quejas que recibía sobre el club de economía doméstica.

—Lo lamento señor director —se disculpó el rubio, aguantado por poco soltar otra grosería.

Las quejas siguieron por unos cuantos minutos más, ambos clubes debatiendo lo que para el director eran claras quejas infantiles por parte de los muchachos inmaduros del club de karate. Cansado del teatro que estaban armando decidió dar por terminado la reunión, mostrándose a favor de Mitsuya y Ken al no encontrar razones justas para desestimar su trabajo realizado.

—Y acomódese el uniforme de su club antes de salir por esa puerta joven Soyama —advirtió el director.

El joven pelirosa gruñó en respuesta, devolviendo la chaqueta al lugar que pertenecía y recibiendo una sonrisa altanera de ambos mejores amigos. Ambos representantes de los clubes salieron en orden y con actitud conciliadora, la cual se rompió a solo segundos de atravesar la puerta de la oficina del director.

—Esta vez se salvaron, pero ni crean que les daremos las gracias por estos estúpidos uniformes —amenazó el capital del club contrario, queriendo iniciar una nueva pelea con el pelilila.

—Entonces no lo uses imbécil, pelea desnudo y rómpete un brazo mientras vas perdiendo —Mitsuya estaba cansado, quería solo regresar a su aburrido horario de clases para no verle la cara a los miembros del club de karate.

—Me gusta cuando sacas ese lado oscuro y desafiante —mencionó Soyama, acercando de manera peligrosa su puño hasta la mejilla izquierda de Takashi, pero siendo interrumpido por un sonoro golpe es los nudillos contrarios.

—No te atrevas a ponerle siquiera uno de tus asquerosos dedos maldito demonio de las peleas —amenazó Ken queriendo romperle la cara en pleno pasillo—, si vuelves a provocar pelea entre nuestros clubes por cosas sin sentido te las verás...

AP CHAGUI... Puntadas directo al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora