king cross

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A la mañana siguiente, Harry se despertó a las cinco, tan emocionado e

ilusionado que no pudo volver a dormir. Se levantó y se puso los tejanos: no

quería andar por la estación con su túnica de mago, ya se cambiaría en el tren.

Miró otra vez su lista de Hogwarts para estar seguro de que tenía todo lo

necesario, se ocupó de meter a Hedwig en su jaula y luego se paseó por la

habitación, esperando que los Dursley se levantaran. Dos horas más tarde, el

pesado baúl de Harry estaba cargado en el coche de los Dursley y tía Petunia había hecho que Dudley se sentara con Harry, para poder marcharse.


Llegaron a King Cross a las diez y media. Tío Vernon cargó el baúl de


Harry en un carrito y lo llevó por la estación. Harry pensó que era una rara amabilidad, hasta que tío Vernon se detuvo, mirando los andenes con una

sonrisa perversa.


-Bueno, aquí estás, muchacho. Andén nueve, andén diez... Tú andén

debería estar en el medio, pero parece que aún no lo han construido, ¿no?


Tenía razón, por supuesto. Había un gran número nueve, de plástico,


sobre un andén, un número diez sobre el otro y, en el medio, nada.


-Que tengas un buen curso -dijo tío Vernon con una sonrisa aún más

torva. Se marchó sin decir una palabra más. Harry se volvió y vio que los

Dursley se alejaban. Los tres se reían. Harry sintió la boca seca. ¿Qué haría?

Estaba llamando la atención, a causa de Hedwig. Tendría que preguntarle a


alguien.

Detuvo a un guarda que pasaba, pero no se atrevió a mencionar el andén

nueve y tres cuartos. El guarda nunca había oído hablar de Hogwarts, y cuando

Harry no pudo decirle en qué parte del país quedaba, comenzó a molestarse,

como si pensara que Harry se hacía el tonto a propósito. Sin saber qué hacer,

Harry le preguntó por el tren que salía a las once, pero el guarda le dijo que no


había ninguno. Al final, el guarda se alejó, murmurando algo sobre la gente que

hacía perder el tiempo. Según el gran reloj que había sobre la tabla de horarios

de llegada, tenía diez minutos para coger el tren a Hogwarts y no tenía idea de


qué podía hacer. Estaba en medio de la estación con un baúl que casi no podía

transportar, un bolsillo lleno de monedas de mago y una jaula con una lechuza.


Hagrid debió de olvidar decirle algo que tenía que hacer, como dar un


golpe al tercer ladrillo de la izquierda para entrar en el callejón Diagon. Se

preguntó si debería sacar su varita y comenzar a golpear la taquilla, entre los


andenes nueve y diez.


En aquel momento, un grupo de gente pasó por su lado y captó unas

pocas palabras.

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora