La nieve caía fuerte, y mis pies se enterraban en ella haciéndome caminar forzosamente hacia la entrada de mi casa. Levante la mirada y ella estaba de pie inclinada en el marco del porche con las piernas cruzadas y un abrigo rosa caía hasta sus rodillas, su cabello dorado estaba suelto y un gorro cubría la superficie de su cabeza. Encontré la agonía en sus ojos azules y me detuve en un escalón mirándola fijamente mientras sentía como el frio entraba por todo mi cuerpo.
Me aclaré la garganta y tragué grueso para pronunciar las siguientes palabras:
-¿Por qué estás aquí? -dije metiendo las manos en mis bolsillos.
Ella dio un paso hacia mi y soplo sus manos con guantes para calentarse un poco, levanto la mirada y noté como las lágrimas se asomaban en ellos.
-Supongo que en los días malos es donde más te necesito. Hay momentos en donde tu compañía es mi refugio y tus palaras me calman.
Mis labios se abrieron levemente para hablar, pero apreté mi mandíbula y cerré los ojos para decirle a mi yo interno:
Hay que ser muy tonto para no darse cuenta que siempre hay reparo en aquellos que han vivido con grietas toda la vida.
Nosotros somos unas de esas personas. Su dolor es improbable y escurridizo, pero el mío estaba ahí constantemente, moldeador y quejoso dolor que ambos hemos experimentado y nos ha llevado a lo que somos hoy en día.
Dos jóvenes con traumas que residen en nuestro interior pero que eso no nos impide amar.
Aquel dolor ocasionado solo nos ha llevado a formar paredes y convertirnos es escudos para así no llegar a ser lastimados, nunca pude comprobar si ese escudo me protegió, pero se que aquella chica de flequillo me hizo derrumbarla para poder dar el paso y dejar de mentir acerca de mis sentimientos.
Abrí mis ojos y la observé apretar su mandíbula. Sus pómulos están rosados debido a la repentina tormenta de nieve que azotó la cuidad esta mañana
-Taylor -dijo tomando mi mano.
Su respiración es pesada y su mano tiembla en mi agarré, pero aun así está frente a mi mostrando firmeza. Aquella que saca a flote para confrontarse a sí misma.
-Madison -murmuré.
Para ella no era fácil. Sea cual sea lo que le suceda le esta tomando tiempo para pronunciarlo, y a menudo ella siempre me bombardea con palabras sin sentido. Inhalo y exhalo rápidamente. Sus labios empiezan abrirse y una lagrima rueda por su mejilla.
-Te necesito Taylor te necesito -me dijo envolviendo sus brazos alrededor de mi abdomen y apoyando su cabeza en mi pecho.
La abracé fuerte y al instante me arrepentí de hacerlo, porque prometí nunca más tocarla de esta manera. Ella siempre está sacando la mejor parte de mí, está borrando al chico detestable y sin emociones dejando a su vez al chico que le dijo mientras abrazaba una tarde.
Ningún lazo puede ser tan fuerte como aquel que no intenta soltarse en la debilidad del otro.
Siempre tuve la razón, porque yo nunca me solté cuando creí perderla ella se ató a mi cuando creyó haberme perdido sin saber que ambos estuvimos entrelazados a ciegas.
-Necesito saberlo Madison, dilo -dije separándola de mi un segundo para verla a los ojos.
Levanto su mentón y me mira directamente a los ojos apretando sus labios para luego abrirlos y decir lo que siempre quise escucharla decir, esas palabras que necesité desde hace tiempo. Porque ella solo de ella era posible creer que un corazón roto tiene arregló.
Te tengo Madison y no voy a soltarte nunca más.
Nota para el lector:
Por favor NO digas que me amas es una historia en la que llevo trabajando hace un tiempo, he disfrutado escribirla, soñarla, afrontar inseguridades e incrementar ideas... espero que así como yo queden atrapados en este pequeño mundo ficticio donde las historias viven.
¡Desliza!
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Por favor NO digas que me amas
RomanceTaylor es un joven de 20 años que vive con su madre en Asheville, california y Madison es su vecina que acaba de mudarse con su madre y hermano al lado de su casa. El empieza a interesarse por ella cuando empieza a causarle problemas y sin darse cue...