Siento que estoy en una montaña rusa de emociones. He pasado de estar terriblemente preocupada a sentir enfado, de enfado a sentirme culpable y de la culpabilidad a sentirme insoportablemente sensible. Todo en una misma noche. Sin mencionar que esta mañana esas mismas emociones me han atacado al despertar.
Cuando llegamos a casa luego de discutir con Kurt, June no ha dicho ni media palabra. Fue como si el avance que tuvimos diera un retroceso absoluto. La culpa y la preocupación se agolpó en mi pecho al caer en la cuenta de que Bailey estaba ahí y vio como golpeé a su padre. Me dormí con una incómoda sensación de vergüenza en el cuerpo por mi actitud. Y si la noche no podía empeorar para mí, mi móvil timbró al menos tres veces cuando me acosté en la cama. Era Ian.
Lo supe sin siquiera mirar sus mensajes porque cuando estábamos juntos configuré un tono distinto para sus llamadas y mensajes. Quise tirar mi móvil a la basura.
Mi padre, sin importar que no tenemos la mejor relación y que evidentemente estoy tratando de hacer mi mayor esfuerzo aún cuando no debí ayudarle y dije claramente que un niño es una responsabilidad que no quería que, de hecho, sigo sin querer, no dejó de llamarme y en cuanto respondí su llamada número treinta y cinco, no tuvo reparo en reprenderme.
Me lo merecía, por supuesto, pero hago lo que puedo. Tengo mucho desastre por fuera que no he resuelto. Necesita comprenderlo.
—He sacado un permiso en el trabajo. Iré a verlos en un par de días.
Suspiro con pesadez y me subo a mi auto, luego me abrocho el cinturón. El susto ha hecho que mi padre decidiera sacar un permiso y volar por más de diez horas hasta Durham.
—Papá, ya te dije que no es necesario. June está bien —enciendo el motor—. Puedes hacerle una video llamada ahorita, voy por él a la guardería.
—No, ya hablé con mi jefe —insiste—. También, estaba pensando que podríamos salir a comer. Los tres.
Suena ligeramente tímido. No lo culpo, está intentando sacar provecho al viaje de Sydney hasta Durham sin hacerme sentir presionada. Cierro los ojos un segundo, la imagen de mi madre mirándome con aflicción aparece en mi cabeza.
Mi madre era muy compasiva, gentil y creía en el perdón y las segundas oportunidades. Realmente nunca llegué a comprender porque ella y mi padre se divorciaron. Estaba apenas iniciando mis veintes y aún así mi madre nunca dijo el motivo, sólo respondía con un «El amor a veces se acaba, cariño, y eso está bien. Yo estoy bien con esto», sonreía, me abrazaba y luego cambiaba de tema.
Posteriormente papá se fue, nuestra relación se fue esfumando, se casó, nació June y yo no supe de él. Suelto un suspiro silencio. A mi madre no le haría feliz verme siendo tan rencorosa con la única persona que me queda.
—De acuerdo. Iremos a comer.
—¿Sí?
Asiento. —Sí, no importa. A June le hará bien salir por ahí contigo y conmigo. Es lo único que importa.
Hay un silencio del otro lado hasta que mi padre dice:
—No es lo único, Jordan. Eres mi hija también.
—Papá…
—Estoy intentándolo, ¿Sabes? Realmente me estoy esforzando.
—Entonces deberías intentarlo mejor, Dixon.
Automáticamente, cuando lo digo, me llevo la mano a la frente y golpeo el volante, luego lo aprieto con fuerza antes de estacionar y apagar el auto. No quisiera desquitarme con nadie más, pero resulta imposible con tantas emociones yendo y viniendo por mi cuerpo y con un padre intentando ser buen padre luego de tanto tiempo desaparecido.
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Mitades del corazón
RomanceJordan, divorciada a sus veintisiete, siente el peso de no haber hecho funcionar su matrimonio aún sabiendo que no fue su culpa. Y para rematar, en menos de seis meses lo pierde todo y su vida da un giro de 180 cuando aparece un niño frente a su pue...