24 horas

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Lo había perdido todo: su tiempo, su dinero y su vida. Viktor Volkov se había convertido en un hombre sin nada. No sabía en qué momento su vida se torció tanto hasta el punto en que todos los días lo golpeaban hasta el cansancio. En ese mismo instante su cuerpo recibía golpes y patadas como un experto. Luego de salir del casino -lugar que frecuentaba constantemente- un grupo de 5 hombres lo habían acorralado y en un segundo él ya se encontraba en el suelo siendo golpeado hasta quedarse inconsciente. Desde hacía 5 meses sus días era iguales: salía del casino, cinco hombres bajaban de una camioneta blanca, lo amenazaban para que pague su deuda y le daban una paliza.

Definitivamente, las apuestas marcaron su ruina. En el momento en que apostó dinero y tiempo que no tenía firmó su sentencia de muerte. Su muñeca marcaba 59 horas, 53 minutos, 12 segundos cuando decidió entrar al casino. Al salir marcaba 54 horas, 46 minutos, 54 segundos. Luego de su golpiza su reloj había sido suprimido, o dicho de manera coloquial: le habían quitado tiempo. 24 horas, 0 minutos, 0 segundo. Los hombres lo dejaron tirado en un callejón cerca del lugar. Su cuerpo amoratado y su mente apagada

Las horas pasaban y el tiempo de vida de Viktor se agotaba. Su mente reaccionó y abrió sus ojos. Con dolor se levantó. Miró su muñeca y un frío tan helado como la nieve se extendió por todo su interior. 17 horas, 23 minutos y 16 segundos. La muerte le acechaba.

Ya había amanecido en Los Santos y el sol brillaba fuerte en el cielo. Su estómago rugía deseoso por un poco de comida. Decidió ir a la tienda más cercana y comprar unos víveres. Llegó y se paseó por los estantes. Agarró un paquete de galletas y una gaseosa.

-Serian 45 minutos, señor.

-¿Cómo? ¿No hay manera de pagar con dinero?-Preguntó con los nervios a flor de piel

-No, sólo tiempo, señor.

Viktor rezongó un poco, pero terminó pagando. Su cuerpo necesitaba comer. Miró su muñeca y su desesperación creció. 16 horas, 5 minutos, 16 segundos. Pasó su mano por sus cabellos. Sin pensar en otra opción, se dirigió a su trabajo. Debía pedir un adelanto. Necesitaba tiempo y lo necesitaba ahora. Tomó el autobús y comió durante el viaje. Llegó a su destino y caminó hacia la puerta. Intentó entrar a las oficinas, pero fue detenido por los guardias de seguridad.   

-No puede entrar al lugar, caballero. Está vetado.-dijo un hombre fornido, vestido con ropa negra y gafas de sol

-Trabajo aquí, идиоты. Déjenme entrar. -Viktor respondió con enojo.

-Ya no más, usted fue despedido.

Su respiración se paró y su vista se desenfoco. No podía ser real. Necesitaba su paga. Salió de su estupor y comenzó a gritar a los guardias. Hizo tal escándalo que obligó a su jefe a salir de su preciosa oficina. Cuando lo tuvo frente a él, le pidió explicaciones. No era posible estar despedido. Su jefe no hizo más que enumerarle las faltas con las que contaba y tirarle su contrato de despido en la cara. Viktor agarro el papel al aire y lo leyó. No pudo seguir protestando. Las razones de su despido eran válidas. Derrotado y cansado sintió su cuerpo pesado. No tenía sentido seguir allí. Se dio media vuelta y marchó a su hogar.

Una vez dentro de las paredes de su habitación, tirado en su cómoda cama entendió lo grande que era su desastre. 14 horas, 47 minutos, 59 segundos. Su vida se desarrollaba en un solo camino, dónde solo había un final: una muerte inminente. A sus 37 años, con una vida completamente inestable, iba a morir. Su mente comenzaba a comprender su fatídico final. Sudaba frío, temblaba y su corazón se aceleraba. Estaba entrando en pánico. No veía una solución a sus problemas. En especial, porque su único problema era la falta de tiempo. Parecía irónico, todos los días apostaba su tiempo con la idea de ganar más y terminó quedándose con lo opuesto. 13 horas, 56 minutos, 02 segundos.

24 horas - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora