50. EL OTRO

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ELEODORO

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ELEODORO

La pesadilla ha terminado. Por el momento al menos. Andrés me ha confirmado la noticia y dice que soy libre. Pero no lo podré creer hasta que de verdad esté afuera.

Nicolás viene corriendo y abre la pequeña puerta para darme un abrazo. ¡He esperado tanto por esto! Aunque me alarma su extrema delgadez y lo pálido que se ve, lo estrecho cómo nunca y noto como la ropa le queda un poco suelta, pero no pienso hacer la observación ahora.

La vieja Hipólita hace un drama. Grita, llora y hasta finge desmayarse. No me alegro, pero tampoco me siento culpable. Ojalá le duela tanto como los golpes y patadas que su hijo le dio a mi Frida.

Mi preciosa señora, donde quiera que estés, te doy las gracias por todo. Hasta por «usarme», pero eras tan graciosa qué fue un honor ser parte de eso. Si no hubiera ido esa noche a la posada, nunca hubiera conocido el amor. No puedo evitar llorar al pensar en ti y mirar el sitio donde solías sentarte, tristemente vacío. Deberías estar aquí. Ambos, tú y el pequeño príncipe.

Varios meses antes.

Frida me preguntó algo que me dejó pensando.

—Supongamos qué, por un milagro, Juan me da el divorcio y me deja ir con todo y niño. Entonces tú y yo nos juntamos y somos muy felices muchos, muchos años. Pero la pregunta es: ¿Cuándo Juanito crezca y se parezca a él, lo vas a seguir queriendo?

—¡Por supuesto! Qué pregunta, Frida —digo indignado—. Porque lo vamos a educar tú y yo y lo vamos a hacer bien. Además, yo ya lo quiero por el solo hecho de ser tu hijo. Más tuyo que de él. Tú misma has dicho qué Juan no lo quiere.

—No estoy tan segura ya. La otra tarde se puso muy raro, muy sentimental y lo cargó, jugo un ratito con él y me pidió perdón de rodillas.

No pude evitar sentir coraje ¿En serio, Frida? ¿Unas cuantas lágrimas y te va a convencer? ¿Qué hay de todos estos años de sufrimiento?

—No me veas así, no lo estoy perdonando, ni disculpando por eso. Es solo...

—No importa. Después de todo, su verdadero padre es él. Cómo dijo Davina, yo no soy nadie, solo soy «el otro».

—¡¿Y qué demonios tiene que ver Davina aquí?!

—¡Davina lo sabe! —suelto sin pensar y ella se enfurece.

—¡¿Se lo dijiste? ¡¿Y por qué hablas con esa vieja todavía?!

—¡No, yo no le dije nada! No sé cómo lo supo.

—¡Le va a decir!

—Prometió que no lo haría.

—¡No seas tan... ingenuo! ¡Claro que le va a decir!

—¡No! ¡Me prometió que no!

—¿Se lo pediste?

—Sí.

Las mujeres saben cosas, siempre saben cosas. No sé cómo lo hacen.

—¿Le suplicaste verdad? ¡Esa perra te hizo suplicar, la conozco!

—¡No! —miento avergonzado al verme descubierto y me trueno los nudillos de ambas manos—. Solo se lo pedí y...

—Sé que no es justo lo que voy a pedirte, porque el soltero eres tú, pero no quiero que hables con ella, Ele. Nunca más. Y tampoco qué vuelvas a rebajarte, mucho menos por mí.

—Si es por ti, no importa. Por ti hago lo que sea.

—Eres tan dulce... —Me abraza, me besa y así termina la discusión. Pero aún me pregunto si alguna vez estuvo dispuesta a dejarlo por mí, si mantenía la leve esperanza de que él cambiara o de si el nuestro, iba a ser un amor clandestino por siempre. Supongo que jamás lo sabré.

Ahora que ya no tengo casa a donde ir, Nicolás me dijo que iría a vivir con él. No me lo propuso, fue más una orden que una sugerencia. No tengo muchas opciones de todos modos. Tampoco es que me queje, pero no dejo de pensar en que lo tenía todo planeado desde hace tiempo y esto solo le facilitó las cosas.

Sé que me quiere. Pero a veces me da miedo.

NICOLÁS

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NICOLÁS

¡Estoy tan emocionado y asustado al mismo tiempo! ¡En poco tiempo él va a estar aquí, conmigo! Afortunadamente, todo está listo para que llegue y se instale. Traje sus cosas, supuse que las echaría de menos. Tanto tiempo metido en ese horrible lugar. Ahora Allan no se baja de esa cama, debe reconocer su ambiente.

—¡Papá va a volver Allan! ¡Muy pronto! ¡Es hora de ir por él!

ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora