Confesiones a Perséfone 05

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Esto no es amor, él no te dio hermosas rosas rojas.

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Durante la semana siguiente, la vida de Herstal fue en su mayoría tranquila.

"En su mayoría" es un término vago, y cuando has tenido a dos de tus principales clientes asesinados uno tras otro en siete días, has estado involucrado en un tiroteo y luego has luchado contra un secuestrador de mal gusto para pedir un rescate en una fábrica abandonada en los siete días posteriores, incluso el día a día de un abogado de mafiosos puede considerarse acogedor y sin problemas.

Probablemente, el oficial Hardy y su equipo que se ocupa de "homicidios en serie que son perjudiciales para la salud mental de los agentes de la ley" estaban tan preocupados por la situación de Herstal que Olga y Albariño se turnaban, literalmente, para estar a su vista todos los días cuando iba cojeando al trabajo en A&H, e incluso una vez el CSI Bates Schwandner hizo una incómoda visita a su despacho.

Albariño solía aparecer a la hora de comer con su caja de comida. El médico forense se mantuvo en silencio sobre los comentarios inapropiados que hizo la noche del caso Jones y las acusaciones que hizo contra Herstal de forma indirecta, con la capacidad de reducirlo todo inocentemente a: "Oh, en realidad sólo quería coquetear contigo" o lo que fuera su intención.

Herstal no sabía qué decir, de hecho, era un misterio sin resolver el por qué aún no había puesto a este tipo en la lista de visitantes que no podían entrar. Se negó a admitir que estaba casi acostumbrado a escuchar la risa frívola de la otra parte cuando hablaba y reía con Emma en la puerta al momento de venir al mediodía, y también se negó a admitir que la forma en como la otra parte se arrodilló en el suelo y lo miró, le hizo cosquillear los dedos de "algo".

En cambio, la señorita Olga Molozze, que daba clases en la Universidad Estatal de Westland, acudía en horarios algo más irregulares, escogiendo momentos en los que no tenía que dar clases en la universidad y compartiendo ocasionalmente la comida o la cena con Herstal.

A diferencia de Albariño, solía llevar a Herstal a comer a distintos tipos de locales situados cerca del bufete de abogados A&H, donde los precios saltaban repetidamente entre la línea de lo inaceptablemente barato y lo inaceptablemente caro.

Al parecer, el viernes por la noche, Albariño trabajaba hasta tarde en la oficina forense, por lo que Olga abandonó sus arreglos de la noche en el bar y se empeñó en arrastrar a Herstal a un restaurante francés ridículamente caro.

También podría decirse que Herstal no había conocido a nadie como Albariño u Olga en la primera mitad de su vida; rara vez tenía algún trato personal con colegas y clientes por igual, y casi nunca salía a cenar con nadie, salvo en las fiestas a las que tenía que asistir. El número de veces que había cenado con estas personas a lo largo de la semana casi igualaba el número de cenas a las que solía ir en un año en total.

Al parecer, Albariño Bacchus no tenía.... ningún control sobre la distancia, y Herstal simplemente sospechaba que se trataba de un defecto innato de su personalidad, o bien sólo podía decirse que Albariño vivía para atormentarlo.

Olga, en cambio, era un tipo de persona completamente diferente, al igual que el restaurante que había elegido: las personas sentadas a su lado eran parejas que se comportaban de forma desvergonzada, hombres y mujeres infieles que coqueteaban y hombres de negocios con cuchillos ocultos en los ojos y sonrisas austeras. Al entrar en un restaurante de este calibre, la palabra "cena" adquiera inevitablemente otra dimensión social.

Pero Herstal estaba seguro de que la única razón por la que Olga lo había traído a este restaurante era porque pensaba que la comida era deliciosa. Cuando se sentaron posiblemente todos los clientes y camareros los confundieron con una pareja, pero la mujer que tenía en frente lo miraba con una mirada genuina e impersonal.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora