Parte 8

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— Lo importante es que Isa ya no va a estar en peligro, mantenme informado de cualquier situación importante, estaremos en mi casa de las montañas unos días más, cuando detengan al asesino me avisas.

Piccolo colgó, apagó y quedó mirando fijamente a su celular, por casi media hora.

— ¿Qué pasa? — Isabel se preocupó porque él estaba más callado de lo normal.

— Acaban de descubrir una pista que puede llevarnos con el asesino, pronto volverás a tu vida normal.

"¿Vida normal? Preferiría seguir toda mi vida en peligro, porque no quiero alejarme de ti".

Los siguientes días fueron tristes, grises para ambos, no querían separarse, pero veían que eso era inminente.

— Gohan me acaba de decir que todavía no quieren hablar, pero Lapis sigue la pista del dinero, él es un genio en esas cosas.

— Entiendo — la mujer sonrió triste.

— ¿Qué te pasa? — el namek la vio pálida.

— Nada, te importa si me voy a dormir temprano, me duele la cabeza.

Piccolo quiso ir a estar a su lado, así que se acostó unos minutos después que ella, por la prisa olvidó apagar el celular.

Esa noche Isabel estaba teniendo la pesadilla de siempre, Roberto la tiraba del brazo para entrarla a un dormitorio, ella era una niña que por más que gritaba nadie la ayudaba, pero esta vez algo cambio, un hombre de piel verde se interpuso entre su padrastro y ella, para protegerla.

— Despierta, despierta — Piccolo la remeció, a veces sentía que Isabel tenía pesadillas, pero nunca habían sido tan intensas como esa vez.

— ¿Qué pasa? — preguntó ella, todavía angustiada.

— Estabas llorando — le acarició el cabello para tranquilizarla.

— Lo siento, es que... es que... — bajo la vista, nerviosa.

— ¿Soñabas con lo que te pasó cuando eras niña?

— ¿Tú lo sabes? — lo miró pálida.

— Tuve que investigarte — le explicó.

— Que vergüenza, no quería... no quería que lo supieras — se tapó la cara avergonzada.

— No te sientas mal, tú no tuviste la culpa.

— Si la tuve... yo... soy una tonta... una idiota como me decían siempre... todo fue mi culpa, nadie me va querer nunca — varias lágrimas corrían por sus mejillas, se había acostumbrado a no hacer ruido.

— No debes pensar así, mucha gente te quiere.

— ¡Quienes! Mi madre murió; mi padrastro solo me quería para abusar de mí; Ciro era un maldito controlador; no hay nadie más en mi vida. Estoy sola — se abrazó a sí misma.

— Yo... yo... a tu lado... me... gusta... — ella se asombró con la insegura declaración, se miraron, y finalmente se besaron tiernamente, que con el pasar de los minutos se volvió apasionado.

Él con cuidado se desvistió y ayudó a Isabel a sacarse la ropa y sus miedos, veía como ella temblaba a cada rato, entonces se detenía y la hacía levantar el rostro, no necesitaba verbalizar la pregunta, ella lo miraba y le sonreía, o lo besaba nerviosa, para darle a entender que podía seguir. Ninguno quería hablar, para no romper el frágil ambiente de paz que había entre ambos.

El namek vio las cicatrices en los brazos de la mujer, eran el recuerdo de cuando trataba de proteger su cara cuando Ciro la golpeaba, o cortaba, le besó cada uno de esas marcas, para que ahora le recordarán su primer encuentro. La acomodó suavemente bajo él.

— Te ves hermosa — le dijo haciendo que ella enrojeciera de vergüenza.

— No mientas.

El hombre verde sonrió de lado.

— No te mentí ni lo haré nunca, eres muy bella.

La mujer nunca pensó escuchar tan sinceras palabras de quien quería tener sexo con ella, siempre se consideró solo algo a la que los hombres usaban para pasar un rato; en cambio Piccolo la miraba con deseo, y algo que nunca antes había visto en la mirada de ningún hombre, pero le encantó, incluso él no le sacaba en cara su pasado con su padrastro, como Ciro, que siempre le reclamaba que ella debía haber hecho algo para que él se sintiera con derecho a abusar de ella.

El namek entró lentamente en la mujer, cuidando de no hacerle daño, Isabel por su parte tenía miedo de no complacer al hombre que tenía entre sus piernas.

"¿Y si no lo hago acabar... y si no obtiene placer conmigo? — se preguntaba a cada rato".

En ese momento él la miró fijamente, tanto que pensó que estaba molesto.

— No te preocupes por mí, solo quiero que disfrutes, eres increíblemente hermosa.

"Sé que me miente, pero lo hace tan bien, no quiero que amanezca, porque estoy segura que esto es un sueño, y si no lo es, seguramente no querrá tocarme de nuevo".

Piccolo trataba de llegar lo más adentro de Isabel para hacerla alcanzar el orgasmo, y ella quería lograr que él terminara, cuando dejaron esas tonterías de lado, por fin se amaron con pasión y ternura, se entregaron a las sensaciones que estaban teniendo, así lograron llegar juntos al orgasmo. Para descansar Piccolo la abrazó desde la espalda, con un gesto protector.

"Nadie más te hará daño mientras yo viva, te lo prometo".

Por fin Isabel se sentía en paz, sin miedo a nada, por unos minutos él le quitó sus dudas e inseguridades, pero volvieron al rato, por eso lloró silenciosamente, todavía temía que con el tiempo se convirtiera un bruto como Ciro.

"No debo pensar así, él no es ni será nunca un maldito... por favor que no sea así".

Al otro día Isabel despertó sola en la cama, todavía estaba desnuda, sus ojos se llenaron de lágrimas, se puso en posición fetal, angustiada.

"Lo sabía... lo sabía, no quiere saber más de mí".

Unos minutos después escuchó la puerta abrirse lentamente.

— Isa... Isabel, te tengo el desayuno listo, despierta — el namek se le acercó desde atrás, la abrazó y le besó la nuca — te llevaré a almorzar a un pueblo cercano, te gustará el lugar, estoy seguro.

Ella se pasó la mano por la cara, como que estuviera recién despertando, pero en realidad se quería quitar las lágrimas.

— Lo siento, debí ser yo quien lo preparara.

— No hay problema, espero te guste lo que te cocine — estaba con un pantalón de tela morado, y el torso desnudo, le dio un beso suave en los labios — te espero adentro — salió dejándola sola, con una sensación que nunca en su vida recordaba haber tenido.

— Me quiere... me besó, es cariñoso... Dios, nunca pensé que esto pudiera pasar.

La mujer lloró un poco más, pero de alegría, luego fue al baño, en 15 minutos salió de la ducha, y se puso su camisón, se limpió los ojos y salió contenta, en ese momento su cuerpo se petrificó, frente a ella estaba Lapis botado de bruces en el piso, con marcas de golpes en su cuerpo, amarrado, a su lado estaba el namek cuan largo era en el piso, de su cabeza salía sangre.

— Piccolo — Isabel dio dos pasos, para quedar quieta de terror, al lado del caído vio a un ser vestido de blanco.

Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora