Miranda Whong
Llegué justamente, Elena se encuentra alterada y veo que también la oficial Lila y Carlos.
Tengo que estar al tanto de todo, prometí que está vez a mi amiga no le harían daño, está vez haría las cosas bien y no sería una cobarde. Me armo de valor para enfrentar a las autoridades pero mis expectativas se van a la basura cuando veo a Elena desmayarse. Corro rápidamente y Carlos me da una mirada no amigable.
–Lila por favor ayúdame para llevarla a un hospital rápidamente– su voz gruesa y varonil hace acelerar mi corazón.
¡Odio cuando me pongo así!
Veo su rostro como se ilumina y a la vez sus ojos hinchados. Me pregunto si estaba llorando, pero la impotencia de ver a Lila me hizo abrir la boca cuando dije que no lo haría, no es por celos es que ella no me transmite nada bueno.
Y como ya sabrán, este oficial, me encanta.
–¿Lila?– dije irónicamente observando esos ojos que me vuelven loca– Pensé que en el trabajo se debían respeto para no tener problemas a la hora de llamarse por sus nombres– me enfoqué en él.
–No vayas a empezar Miranda– dijo tajantemente.
–Yo solo digo, es que siempre he visto a Elena pronunciarse con sus alumnos o "soldados" o como quieras que les llames por su rango, por respeto– expliqué.
Me dió una última mirada, pero una mirada asesina, si estuviéramos pequeños con eso ya estuviera fusilada pero como estoy grande, no le doy importancia, ya estoy acostumbrada. A pesar que con una palabra basta para derretirme, y, luego culpar al débil corazón por enamorarme tan tontamente, pienso todo eso cuando veo sus grandes brazos sujetando a Elena en la cual la está colocando cuidadosamente en el auto, inmediatamente mi cerebro reacciona para decidir subir y ir con ellos. Veo que Carlos rueda sus ojos hasta colocarlo en blancos, no dejaría a mi amiga con esta buitre.
¿Qué pensaba, que no iba ir? Ja, se equivoca porque lo estoy vigilando.
Carlos apresura su paso y enciende el auto, Lila se monta como copiloto, trato de observarla para que no haga nada extraño, después de diez minutos de camino noto que vamos muy deprisa, más bien, creo que muy veloz, no me preocupa, sé que Carlos no nos matará. Tomo la cabellera de mi amiga y la observo contemplando lo hermosa que es, espero que no tenga nada malo, ya ha pasado por mucho, no se qué le pasó, pero las cosas se estan saliendo de control, por un instante, me da miedo perder todo, perder a mi única familia.
El auto se detiene y unos cuantos enfermeros nos esperan, toman a Elena y la llevan a una camilla, van deprisa y voy detrás de ellos, hasta que alguien me toma de la mano, observo y es Carlos.
–Todo estará bien, ellos se encargarán, ten, me lo dieron en la entrada, ya me estaban esperando– me da un vaso de café, lo tomo, asiento y se va lentamente.
Me acomodo en la sala de espera, la única manera de no pensar tantas cosas, pero creo que es peor, todo los recuerdos se vienen a mi mente, Elena secuestrada, el desconocido acechando, muertes, contrabando, ya no sé que pensar en esta batalla, nada es fácil y olvidar tampoco, aunque han pasado cuatro años, es como si se volviera a repetir la historia, si para mí no es fácil me imagino para mí Elena. Tomo un sorbo y observo a Carlos que está hablando por teléfono, pero su tono de voz está un poco alterada. Quiero tratar de hablarle pero por su mal humor, mejor no me acerco, solo contemplo desde lejos su uniforme que le queda ajustado a su cuerpo.
Trato de desviar mi mirada pero queda hipnotizada a ese hombre. Ya estamos un poco grandecito para saber lo que queremos, veo que termina de hablar y su mirada quedó justamente en la mía, mis piernas tratan de temblar pero me mantengo firme. No es la primera vez que hablo con él, además ya nuestro encuentro se hacen rutina pero en forma de discutir y aún no entiendo el porqué de esa reacción.
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La Cabaña 2
Misterio / SuspensoElena García vuelve. El desconocido regresa. La batalla de sobrevivir sigue cobrando víctimas, y ahora todo empezará con un suicidio.